Edward Hopper, el más estadounidense de los pintores, es celebrado en una vasta retrospectiva en la National Gallery of Art de Washington, en la mayor exposición consagrada a su obra de los últimos 25 años en Estados Unidos.
Edward Hopper (1882-1967) "volvía extraordinario lo ordinario", resumió Earl Powell, director de la National Gallery of Art. Amante del cine y del cine negro en particular, Hopper a su vez inspiró a muchos cineastas, especialmente a Alfred Hitchcock, quien eligió la casa de su filme "Psicosis" (1960) según el modelo de una residencia victoriana pintada por el artista.
Unos 96 dibujos, acuarelas y óleos serán presentados desde el 16 de setiembre hasta el 21 de enero de 2008, entre las cuales el famoso "Nighthawks" (1942), que permite ver a través de la ventana de un café en la noche una pareja en el mostrador iluminada por una luz pálida.
Poeta realista, simple y enigmático al mismo tiempo, Hopper, nacido y formado en Nueva York, nunca perteneció a ningún movimiento ni ninguna escuela. Aunque comenzó tardíamente, tuvo un gran éxito en vida: el Museo de Arte Moderno de Nueva York le consagró una retrospectiva en 1933 y sus pinturas figuran entre las más reproducidas en Estados Unidos y en el mundo en objetos de consumo masivo. En 2005, la pintura "Chair Car" alcanzó en la casa de subastas Christie's 14 millones de dólares, un récord para el artista.
La muestra, organizada con el Museo de Bellas Artes de Boston -que ya la exhibió-, seguirá camino luego a Chicago.
La última gran retrospectiva estadounidense de la obra de Hopper se remonta a 1980, cuando una vasta exposición montada por el Museo Whitney de Nueva York recorrió Londres, Dusseldorf, Amsterdam, Chicago y San Francisco. "Washington nunca tuvo una retrospectiva Hopper", dijo Anabeth Guthrie, de la Galería Nacional.
La cronología de la exposición permite reencontrar los temas que habitaron su pintura: paisajes rurales estadounidenses de Maine y Nueva Inglaterra, con casas aisladas y faros azotados por los vientos; y escenas urbanas y solitarias que el autor suele revelar a través de una ventana.
Desde su estudio en Greenwich Village, donde vivió toda su vida, el pintor registró los techos neoyorquinos con sus tanques de agua ("Roofs", 1926), las fachadas de ladrillos rojos ("Early Sunday Morning", 1930) o el interior de habitaciones de hotel escasamente amuebladas ("Night Windows", 1928). Se convirtió en el pintor de la modernidad estadounidense cotidiana, pródigo para verter en sus cuadros postes eléctricos, mostrar fragmentos de fábricas, cabos de chimeneas o estaciones de gasolina desérticas ("Gas", 1940). Sus personajes son enigmáticos y solitarios y él mismo fue conocido por sus monumentales silencios cuando daba una entrevista. "Si se puede decir con palabras, no hay ninguna razón para pintarlo", solía decir.
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