Por Helmut Reuter, desde Sao Paulo/Río de Janeiro
Agencia DPA
Oscar Niemeyer sigue dando la talla de forma impresionante, aun poco antes de alcanzar la edad bíblica de 101 años, que cumplirá es lunes 15 de diciembre.
Vestido con un traje beige claro en su estudio en Río de Janeiro, el arquitecto estrella traza sobre el tablero aquéllo que lo hizo famoso: curvas voluptuosas.
El brasileño, conocido en todo el mundo, "enemigo confeso" de George W. Bush y amigo íntimo de Fidel Castro, tiene aún muchos planes.
Y es que le siguen llegando solicitudes de todas partes. "El trabajo mantiene joven, y envejecer es horrible", se justificaba Niemeyer, padre de la arquitectura moderna de sus país, durante una entrevista con dpa hace un tiempo, con el típico desgarbo que le caracteriza.
También comunista confeso, Niemeyer mantiene desde hace años una estrecha amistad con Fidel Castro.
El legendario líder de la revolución cubana, retirado desde comienzos de este año, apuntó ya alguna vez que Niemeyer y él son posiblemente los últimos comunistas del planeta.
Pero ya no es la arquitectura lo que debe estar en primera fila en Brasil, señala el "centenario". "Nuestra mayor atención le corresponde a la gente joven, para enseñarles qué es lo que realmente importa en la vida" -dijo el mes pasado durante una entrevista con la cadena estadounidense CNN-. "Tienen que darse cuenta de lo insignificantes que somos en realidad".
Insignicante es también como se deben sentir los admiradores de la obra de Niemeyer en todo el mundo. Y sorpresa, seguida de un profundo sentimiento de respeto, ya sea ante los edificios de Brasilia, la capital del país diseñada y trazada por él en los años 50, o delante de la sede central de las Naciones Unidas en Nueva York. El encuentro con las ideas de Niemeyer vertidas en hormigón armado siempre implica el descubrimiento de formas totalmente inusuales e inesperadas.
"La buena arquitectura, aquélla que yo prefiero, es siempre una arquitectura que sabe diferenciarse, que no se repite, y que asume el papel de una obra de arte. Y las obras de arte, para mí, siempre deben sorprender", comentaba Niemeyer el pasado noviembre.
El arquitecto, que aborrece la línea recta y que tiene -en palabras de Le Corbusier-, las montañas de Río grabadas en los ojos, nació en Río, como uno de los seis hijos de un comerciante de ascendencia alemana.
Una vez finalizados sus estudios de arquitectura, su estrella empezó a ascender después de que trabajase con sus ídolos Lucio Costa y Le Corbusier.
Después de ganar renombre internacional en 1943 con su diseño del Ministerio de Salud en Río, Niemeyer hizo los esbozos de la sede de Naciones Unidas en Nueva York en 1947. A ello le siguió Brasilia, que diseñó junto a Lucio Costa en los 50, y varias construcciones en Europa.
Pero durante la dictadura militar en Brasil, entre 1964 y 1985, al arquitecto le prohibieron ejercer la profesión como perseguido político.
Aunque también Brasil, el quinto país más grande de la Tierra, resultó ser muy pequeño para el impulso creativo de Niemeyer.
El arquitecto ha trabajado en Italia, España, Francia e Israel, entre muchos otros países del mundo. Y es que el maestro no conoce lo que es el status quo. Tras quedarse viudo en 2004, después de 76 años de matrimonio con Annita, Niemeyer se casó en 2006 con la que ha sido su secretaria durante muchos años. Y a alguien de su talla, también un periodo de 100 años le parece corto: "He hecho muy pocas cosas durante toda mi vida. La vida es muy corta, apenas un suspiro", dice.
*Campo obligatorio.