Una docente que trabajó 30 años frente al aula y siempre pensó a la educación como una herramienta para ser más libres contagió la vocación a sus tres hijas, que ahora están convencidas que haberla visto trabajar con los chicos, e inclusive tenerla como maestra, las marcó en su destino profesional.
Estela Paglilla se jubiló este año, luego de ejercer durante tres décadas en escuelas primarias bonaerenses, donde sus tres hijas la tuvieron como maestra en distintos momentos de su trayectoria. Sin embargo, lo que podría parecer extraño para otras familias, no lo fue para Paglilla, quien su primera experiencia escolar la pasó de la mano de una tía, su maestra de primer grado.
"No es que busqué seguir los pasos de mi mamá", dijo Anahí, una de las tres jóvenes que heredaron la profesión de su madre, y que desde hace seis años es profesora de Educación Física, "pero verla trabajar en el aula sin duda me marcó y juro que no es porque haya sido mi mamá, pero fue mi mejor maestra", aclaró. Para Paglilla, ser maestro "es ayudar a ver, si el otro quiere, que es 'posible'. La educación es liberadora. Que por la educación puede pasar que una persona quiera pelear por estar mejor. Y eso no se puede buscar en un medio hostil".
"Yo les decía a los chicos: ¡a veces tenemos un día..! ya que no siempre nos va bien ¿que les parece si en estas cuatro horas tratamos de pasarlo lo mejor posible?.
La docente señaló además que "cada año y cada grupo era distinto, porque uno mismo también cambia y el desafío se renueva cada vez, por tratarse de una experiencia única".
Para Luciana, la mayor de las hijas, que hace diez años ejerce como docente de Plástica en escuelas estatales bonaerenses primarias y secundarias, su madre fue "una maestra divertida y práctica y yo trato de aplicarlo también en mi trabajo". "A veces me dicen mis compañeros, cuando entro a dar clases, ¿cómo hacés?. Yo siento que me salen las cosas porque, como ella, creo que se puede hacer mucho con los chicos, con la institución, a pesar de las dificultades", comentó la joven maestra.
Paglilla dijo que a pesar de la tarea solitaria de los maestros, muchos de ellos comparten la idea de que educar es decirle al chico: "si vos querés aprender, yo te puedo ayudar".
Ella considera que algo indispensable para acceder al saber, es querer, y su tarea, señaló, es tratar de acercar todas las herramientas para que lo logre. Rocío, de 18, que tuvo a su madre como maestra de una de las áreas que se dictan en quinto año de la Educación General Básica (EGB), contó que su mamá "le mostró que aprender es lindo, que es posible buscar lo que uno quiere y lograrlo. No sé por qué, pero creo que para mí, va a ser fácil enseñar. Tengo algo que transmitir, lo siento".
Las tres hijas coincidieron en que la influencia de una madre docente muy comprometida con la tarea, seguramente las marcó, pero aseguran también que la experiencia de haber estado en el aula como alumnas fue y será entrañable. Para Paglilla, el rol de la mamá es totalmente diferente al de la maestra, aunque a veces se haya confundido y hasta considerado a la docente como una segunda mamá.
Al respecto, explicó que para el trabajo del docente lo ideal es ver que detrás de un chico hay "un otro adulto" que lo cuida, que lo valora, que se asombra con sus logros. "Eso a veces no se puede tener, a veces esa mamá que uno espera ver, que está detrás de ese chico, sosteniéndolo, no está por distintos motivos", agregó.
Finalmente, sostuvo: "Cuando esa mamá o ese papá faltan, o ese sostén no está, he tratado de lograr que el niño acepte su realidad, porque es lo que la vida le dio, pero mi trabajo en estos casos ha sido muy difícil". (Télam)
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