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El trabajo que sigue (de 15 páginas) pertenece al investigador Gabriel Casal, ganador del Concurso de Divulgación Científica Paleontológica que organizaron la empresa Chevron Argentina y la Universidad Nacional del Comahue.
Los dinosaurios de la Patagonia Central y su relación con la deriva continental
Gabriel Casal
Laboratorio de Palevertebrados. Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Comodoro Rivadavia. Ruta 1 Km. 4. CP. 9000. Chubut. paleogac@yahoo.com.ar
Los continentes y su deriva
Alfred Wegener, científico alemán, escribió en 1915 su libro El Origen de los Continentes y Océanos, el cual fue mayormente conocido recién en 1922 al ser publicado en inglés. Su entonces polémica teoría postulaba la fragmentación de una gran y única masa de tierra que denominó Pangea (Pan = todo; Gaea = numen de la Tierra personificada) y su posterior deriva. Panthalassa (del griego antiguo: Thalassa = diosa primordial del mar) era la gran masa de agua que rodeaba a Pangea. Wegener escribió: “La idea del desplazamiento de los continentes se me ocurrió desde 1910, estudiando el mapa del mundo bajo la impresión directa que me produjo la congruencia de los contornos de los continentes que están a uno y otro lado del Atlántico. Al principio no hice mucho caso de esta idea por parecerme poco probable”. Sus trabajos como meteorólogo en el campo de hielo de Groenlandia, podrían haberle dado la pista de la deriva continental a partir de la ruptura de grandes bloques de hielo (Benedetto, 2010). Antes de esta teoría, los científicos consideraban estáticos a los continentes.
Con evidencias paleoclimáticas como la presencia de depósitos glaciarios en el Norte de India y evidentemente originados en latitudes polares, que hoy contrastan con su ubicación en latitudes próximas al ecuador, Wegener fue argumentando su idea. Su observación inicial sobre la similitud de las costas en el hemisferio Sur, que permitían unir casi como las piezas de un rompecabezas Sudamérica y África, era sustentada con estudios de la estratigrafía de las Sierras Australes de Buenos Aires, Argentina, que mostraban su correspondencia con el Sistema del Cabo en Sudáfrica (Du Toit, 1927, Benedetto, 2010). Consecuentemente, el contenido paleontológico de ambas regiones debería ser similar, y así lo demuestran los reptiles fósiles del Triásico de la cuenca del Karoo (Sudáfrica) y los del Sur de Brasil.
Wegener también descubrió otros indicios sorprendentes que confirmaban su pensamiento. En continentes actualmente separados por grandes océanos, encontró fósiles de las mismas especies, como reptiles y plantas, los que eran incapaces de haber atravesado el océano de una costa a otra. La única explicación que encontraba era que tales continentes hubiesen estado en contacto.
En 1937 el geólogo sudafricano Du Toit, uno de los principales defensores de la teoría de Wegener, propuso que Pangea estaba constituida por dos grandes bloques continentales, dos supercontinentes, Gondwana y Laurasia, separados ambos por el Mar de Tethis en una primera ruptura de Pangea. Gondwana, “tierra de los Gonds” que hace referencia a habitantes del centro de India (Benedetto, 2010), ya había sido propuesta por el geólogo austríaco Eduard Suess, y estaba integrado por lo que hoy conocemos como la propia India, África, Madagascar, Sudamérica, Antártida y Oceanía. Laurasia, reunía en el hemisferio Norte a Norteamérica, Europa y Asia.
Los estudios sobre el magnetismo terrestre en la segunda mitad del Siglo XX, y fundamentalmente los avances sobre el paleomagnetismo, es decir la orientación de los minerales magnéticos que componen las fajas de derrames basálticos de los fondos oceánicos de acuerdo a la polaridad existente en el momento de su formación, confirman la teoría de Wegener sobre la existencia de una única gran masa de tierra hacia fines del Paleozoico y su posterior ruptura y deriva desde el Mesozoico. Es posible pensar entonces, que actualmente estamos navegando en nuestra gran balsa que constituye la placa Sudamericana, alejándonos de África a medida que se expande el fondo del océano Atlántico. La fragmentación y deriva lleva al aislamiento de masas de tierra y, en otros casos, a contactos temporales entre ellas. Esta situación momentánea en tiempos geológicos, tiene sus consecuencias en los ecosistemas y en los procesos evolutivos, tanto en la flora como en fauna. Así, la Tierra es un planeta en constante evolución, donde se han generado nuevas especies por aislamiento, invasiones, recambios o intercambios faunísticos a través de puentes geográficos, como también a la extinción de especies por falta de adaptación a las nuevas condiciones ambientales; como por ejemplo puede significar la migración de un continente.
Los esfuerzos extensivos que provocaron el desmembramiento del supercontinente de Gondwana y el origen del océano Atlántico a partir del Jurásico Superior, generaron cuencas o cubetas sedimentarias. Una de ellas es la cuenca del Golfo San Jorge ubicada en Patagonia central, y limitada al Norte por el Macizo Nordpatagónico y al Sur por el Macizo del Deseado, con su mayor desarrollo en sentido de Oeste a Este (Fígari et al., 2002). Posee un relleno sedimentario fundamentalmente de origen continental, siendo algunas de esas unidades que lo integran no solo productoras de hidrocarburos, sino también portadoras de un abundante contenido fosilífero. Los sedimentos llegaban a la cuenca mientras se separaban América del Sur y África con el nacimiento del incipiente océano Atlántico, y la actividad volcánica era intensa. Recién a fines del Cretácico y comienzos del Terciario, se produce la primera gran inundación de las aguas atlánticas sobre el continente en Patagonia central, representado hoy por las rocas que constituyen la Formación Salamanca. La unidad mencionada, es portadora del primer registro de un monotrema fuera de Oceanía. Este material estudiado por Pascual et al. (1992) es otra evidencia que confirma las relaciones continentales de Gondwana, y que hubiese sido un fundamento de peso para Wegener y su teoría a comienzos del Siglo XX. Posteriormente, en sedimentos jurásicos de la Cuenca del Cañadón Asfalto se registró otro monotrema, mucho más antiguo, Asfaltomylos patagonicus (Rauhut et al. 2002).
Pero la deriva continental no solo genera la separación de masas de tierra y nuevos océanos, sino que provoca colisiones entre placas. Estos choques son los responsables de las cadenas montañosas que hoy emergen de la superficie terrestre. La Cordillera de los Andes, básicamente, es el resultado de la colisión de la placa continental Sudamericana con la oceánica de Nazca. La diferencia de densidades, entre otros aspectos, hace que una subducte por debajo de la otra, fundiéndose y generándose nuevo magma que emergerá por volcanes de las cadenas montañosas formados por estratos plegados y sobrecorridos. Esta colisión también ha generado pliegues de los estratos en regiones ubicadas hacia el Este de la zona de subducción, como en la Cuenca del Golfo San Jorge. Allí, las rocas del subsuelo fueron elevadas con su contenido fosilífero quedando expuestas a la erosión del viento patagónico, y a la espera del ojo investigador del paleontólogo o geólogo.
LOS DINOSAURIOS DE LA FORMACIÓN BAJO BARREAL.
En la Cuenca del Golfo San Jorge, estos pliegues son subparalelos a la Cordillera de los Andes y constituyen hoy, las Sierras San Bernardo, Silva y Nevada, entre otras. Las mismas están integradas por rocas cretácicas que conforman formaciones geológicas. Se destaca la Formación Bajo Barreal (Teruggi y Rossetto, 1963) que en el subsuelo es la roca reservorio de hidrocarburos más importante de la cuenca petrolífera de Patagonia central. Pero la Formación Bajo Barreal también posee un importante contenido paleontológico, concretamente tetrápodos terrestres de relevancia mundial. En consecuencia, la región central de la Patagonia argentina comenzó a ser explorada con objetivos científicos desde fines del Siglo XIX por diversos investigadores y exploradores pioneros de la geología y paleontología argentina. Se destaca la labor de los hermanos Florentino y Carlos Ameghino, Anselmo Windhausen, Egidio Feruglio, Santiago Roth, Ángel Cabrera y posteriormente José Bonaparte y Rosendo Pascual, entre otros.
El registro paleontológico revela importantes hallazgos de vertebrados fósiles, fundamentalmente dinosaurios, tanto saurísquios (con pelvis tipo reptil) y ornitísquios (con pelvis tipo ave), y en menor medida tortugas, cocodrilos y peces holósteos.
A partir del primer hallazgo de restos de dinosaurios, efectuados por Carlos Ameghino a comienzos de la década de 1890, podemos decir que se da inicio a más de un siglo, aunque discontinuos, de estudios paleontológicos en Patagonia central. Se han realizado numerosos estudios sistemáticos y filogenéticos que condujeron a la nominación, hasta el momento, de siete nuevos géneros de dinosaurios surgidos de la Formación Bajo Barreal (Cretácico Superior).
Yacimiento del lago Colhué Huapi y río Chico. Este sitio se ubica a unos 80 km. al Oeste de Comodoro Rivadavia, y es relativamente próximo al centro de la cuenca. El hallazgo de Carlos Ameghino corresponde a restos de un gran saurópodo titanosáurio, recuperados en esta región, a unos 5 km de la margen izquierda del río Chico, cerca de Pampa Pelada en el Sur de Chubut. Consiste en una extremidad anterior izquierda articulada, sin las falanges. Solamente el húmero de este gigantesco saurópodo, uno de los típicos dinosaurios herbívoros, cuadrúpedos de cuello y cola larga, mide 1,25 m de largo. Ameghino atribuye su procedencia a “areniscas rojas guaraníticas” y los materiales fueron asignados a Argyrosaurus superbus (del griego “argyros”, plata y “sauros”, lagarto y del latín “superbus”, orgulloso, dominante) por Lydekker (1893) y re-estudiados por von Huene en 1929. Posteriormente Bonaparte (1996) recuperó nuevos materiales que aportaron a su mayor conocimiento y hoy es certera su procedencia de niveles del Miembro Superior de la Formación Bajo Barreal (Cretácico Superior). En la misma región, en 1918 el geólogo Augusto Tapia halló una rama mandibular izquierda y otros restos no recuperados, de un ornitisquio considerado como un posible Ceratopsia y denominado Notoceratops bonarelli (Tapia, 1919; del griego “notos”, sur, “keras”, cuerno y “ops”, cara. El nombre específico en homenaje al geólogo Guido Bonarelli). Si bien estos materiales fueron asignados originalmente a la Formación Laguna Palacios, Casal et al. (2006) sugieren que su procedencia estratigráfica correspondería a los niveles de la Formación Bajo Barreal ya que en esa región no se reconoce la Formación Laguna Palacios. Von Huene (1929) y posteriormente Bonaparte (1978, 1996) confirman la asignación a Ceratopsia, un grupo altamente conocido y dominante del Hemisferio Norte. Notoceratops sería el primer y único ceratópsio reconocido para Sudamérica hasta el momento, aunque actualmente hay autores que dudan de que se trate realmente de un ceratopsio (Dodson, 1996; Dodson y Currie, 1990).
En el año 1923 una comisión procedente del Field Museum of Natural History (Chicago), recuperó restos de un dinosaurio en las nacientes del río Chico, a pocos kilómetros del lago Colhué Huapi. Los restos pertenecen a un hadrosáurido basal, un dinosaurio “pico de pato” y al que Brett Surman (1979) denominara Secernosaurus koerneri (del latín “secerno” cortado, separado y del griego “saurus”, lagarto. El nombre específico, koerneri, es en homenaje al Dr. Harold Koerner). Recientemente, Prieto Márquez y Salinas (2010) confirman su asignación a Hadrosauridae. De este modo, Secernosaurus koerneri es un representante de faunas nord-hemisféricas en Patagonia. Lamentablemente, estos históricos descubrimientos mencionados, no fueron acompañados de estudios estratigráficos precisos. De hecho, el esqueleto de Secernosaurus koerneri, fue asignado como proveniente de la Formación San Jorgé (sic), la cual no existe para el Cretácico de la cuenca del Golfo San Jorge. Sin embargo, una revisión reciente de su procedencia geológico-estratigráfica permite aseverar que este dinosaurio “pico de pato” proviene de la Formación Bajo Barreal (Casal et al., 2006 y 2007).
Muy próximo a los sitios de los antiguos hallazgos descritos anteriormente, ubicados en el centro-Sur de la provincia de Chubut, el nivel del agua del lago Colhué Huapi, ha variado notablemente durante los últimos años. Desde su desecación prácticamente total en el 2000, hasta un importante aumento en el nivel de sus aguas en el 2005, y esto también está registrado a lo largo de la historia a través de crónicas de viajeros y exploradores de la región. En estadios intermedios quedaron expuestas pequeñas islas constituidas por rocas sedimentarias continentales del Cretácico Superior, y asignadas al Miembro Superior de la Formación Bajo Barreal (Sciutto et al., 2001). Allí, en el año 1993 un grupo de pescadores de Sarmiento, denunció al Laboratorio de Paleovertebrados de Comodoro Rivadavia, la presencia de huesos fósiles. En una atípica campaña realizada en bote a motor, se recuperaron restos de varios dinosaurios. A partir de una serie de vértebras caudales articuladas en ese sitio, Casal et al., (2007) dieron a conocer una nueva especie, el saurópodos titanosaurio más derivado de la Formación Bajo Barreal hasta el momento: Aeolosaurus colhuehuapensis (del latín, aeolus, dios griego de los vientos y del griego, saurus, lagarto. El nombre específico, colhuehuapensis, se refiere al lago Colhué Huapi, lugar del hallazgo del saurópodos), con relevancia en la información paleoambiental y cronológica. La presencia de este género en Patagonia, esta registrada a partir de niveles campanéanos, es decir para la parte final del Cretácico Superior (Powell, 1987; Salgado y Coria, 1993; Salgado et al., 1997), en paleoambientes litorales y fluviales con amplias planicies de inundación, donde formaba una asociación faunística con los hadrosaurios Bonaparte (1986, 1992). Es decir que probablemente Aeolosaurus convivió en Patagonia central con Secernosaurus.
En la misma isla del lago Colhué Huapi se recuperó un ílion izquierdo aislado (Luna et al, 2003). Este interesante material es asignado sin dudas a un ornitópodo y tiene caracteres presentes en algunos hadrosaurios, Sin embargo, no se han preservado algunos caracteres diagnósticos y determinantes que podrían asegurar su pertenencia a un hadrosáurido. Asimismo, Ibiricu (2005 y 2010) examinó los restos asociados y fragmentarios procedentes de la misma isla, de otro ornitópodo.
A pesar de la presencia de diversos dinosaurios herbívoros saurópodos y ornitópodos, llamativamente, hasta el momento, no se ha registrado la presencia de posibles predadores como los dinosaurios terópodos en la región comprendida entre el lago Colhué Huapi y el río Chico. En cuanto a la edad de la Formación Bajo Barreal en esta región, las relaciones estratigráficas y la fauna dinosauriana exhumada que posee un cierto valor cronológico, permitirían asignarle a estos niveles expuestos en aquella región una edad mas probablemente correspondiente al Campaniano Inferior (Casal et al., 2006; Casal et al., 2007), es decir unos 80 a 70 millones de años aproximadamente. La presencia en estos sitios de dinosaurios típicos del Hemisferio Norte, podría vincularse a contactos temporarios a partir de puentes geográficos entre distintas masas de tierra, como el registrado entre América del Norte y Sudamérica a partir del Campaniano Inferior (Bonaparte et al., 1984; Bonaparte, 1986). Los dinosaurios Secernosaurus y Notoceratops estarían entonces, vinculados al intercambio faunístico ocurrido junto con anquilosaurios, aquellos dinosaurios acorazados, con un único registrado en Neuquén (Salgado y Coria, 1996), lagartos Teiidae y mamíferos Eutheria (Bonaparte, 1986). Como fauna emigrante hacia el Norte se mencionan a saurópodos Titanosauridae (Bonaparte et al., 1984) y ofidios boideos (Rage, 1981; Albino, 1986).
Yacimientos de Sierra San Bernardo y Sierra Nevada. Otros yacimientos explorados hacia regiones del Norte y Oeste de la cuenca del Golfo San Jorge, muestran también rocas de la Formación Bajo Barreal expuestas en los flancos y núcleos de pliegues que forman serranías, debido a la evolución de la tectónica de placas que afectó, principalmente, a la vecina región cordillerana. Dos sitios de gran interés paleontológico se reconocen aquí. Uno, es el yacimiento Estancia Ocho Hermanos en la Sierra San Bernardo, al Oeste de la localidad de Sarmiento (Chubut), cuya fauna de vertebrados fósiles fue estudiada inicialmente por Bonaparte en la década de 1970, con hallazgos de quelonios y saurópodos titanosaurios. Posteriormente Powell (1990) describió al saurópodo Epachthosaurus sciuttoi (del griego epachthos, pesado y sauros, lagarto y el nombre específico sciuttoi, en homenaje al Lic. J. C. Sciutto), a partir de una única vértebra dorsal. Otros materiales del mismo género fueron descubiertos en areniscas muy cementadas y duras, que impidieron su extracción y obligaron a la confección de un molde de plástico en el campo. Martínez et al. (1990 y 2004) dieron a conocer nuevos restos espectacularmente preservados, asignables también a al Epachthosaurus sciuttoi. Este último material estaba articulado, incluyendo ambos pies que preservaron la articulación original en vida, lo que constituye un hallazgo mundialmente relevante para los Titanosauria. Se estima que en vida este dinosaurio tuvo un largo de 14 metros y un peso de alrededor de 11.000 kilos. Es también interesante en este hallazgo, el modo de yacencia del esqueleto, que muestra los miembros anteriores extendidos y los posteriores flexionados. Actualmente, se están realizando estudios que posibiliten entender que le sucedió en el momento de su muerte a este dinosaurio, hace aproximadamente 96 a 91 millones de años atrás.
Un cráneo de saurópodo con excepcional preservación, fue hallado durante una campaña del Laboratorio de Paleovertebrados de la UNPSJB a Estancia Laguna Palacios, Sierra Nevada, próxima al pueblo de Buen Pasto, Chubut. Sus características generales sugieren su ubicación entre los titanosauriformes. El cráneo fue hallado articulado junto a cuatro vértebras cervicales, y posee 31 dientes premaxilares y maxilares, y 26 dientes de los dentarios, que son gruesos y muy similares a los del saurópodo jurásico norteamericano y africano Brachiosaurus. Estos dientes no estaban adaptados para masticar, sino para arrancar y cortar los vegetales que luego eran procesados en el tubo digestivo. Se realizaron estudios tomográficos sobre el cráneo obteniéndose centenares de imágenes para su estudio. Como uno de los primeros resultados obtenidos, el volumen cerebral fue estimado en 100 centímetros cúbicos y 10 centímetros cúbicos la glándula pituitaria, para un saurópodo que rondaba los 20 metros de largo y las 13 toneladas de peso. El gran tamaño de esta glándula endocrina se ha registrado en otros saurópodos y algunos científicos lo han vinculado con las gigantescas dimensiones alcanzadas por estos dinosaurios (Martínez et al., 2006; Martínez et al., 2008).
Asimismo, se han recuperado materiales de otro grupo de saurópodos y asignados a Rebbachisauridae (Ibiricu et al., en revisión). Este poco conocido grupo de dinosaurios de cuello largo dentro de la Formación Bajo Barreal, nos da algunas pautas cronológicas y paleogeográficas también. Los rebaquisáuridos son un grupo de saurópodos diplodocoideos que vivieron desde el Jurasico Superior hasta el Cretácico Superior temprano. Los contactos o puentes geográficos existentes entre las masas de tierra que integraban Gondwana y Laurasia, permitieron la dispersión de los rebaquisáuridos. Asimismo, las posteriores barreras geográficas, como los océanos, ocasionaron que los mismos se empezaran a diferenciar evolutivamente de acuerdo a las condiciones ambientales de cada región. A este proceso se lo conoce como vicarianza. El registro fósil de estos saurópodos es fragmentario, con las excepciones de Limaysaurus de Neuquén (Calvo y Salgado, 1995; Calvo, 1999; Salgado et al., 2004) y Nigersaurus de Nigeria, donde los esqueletos están bien representados (Sereno et al., 1999, 2007; Sereno y Wilson, 2005).
Los rebaquisáuridos co-existieron con el otro grupo de saurópodos mencionado, los titanosáurios, muy abundantes en la Patagonia argentina y posiblemente originados en Sudamérica. Sin embargo, solamente este último grupo alcanzó el Cretácico tardío cuando sucedió la gran extinción que incluyó a los dinosaurios no-avianos. En cambio, los rebaquisáuridos aparentemente se extinguieron dejando su lugar a los titanosáurios. Varias son las causas o factores que habrían actuado para que un grupo prevalezca sobre el otro, como por ejemplo en el Cretácico medio hubo una proliferación de las angiospermas (plantas con flores) remplazando parcialmente a grupos de plantas que hasta ese momento eran las más abundantes como los helechos (Coria y Salgado, 2005). Otro de los posibles factores podría haber sido la reducción de la superficie continental, particularmente bien representado en las cuencas patagónicas debido al avance del océano Atlántico, el cual interrumpió o dificulto la migración, incrementando el recambio de faunas (Ibiricu et al., en revisión). Aunque las causas de este intercambio de especies es un tema de debate, evidentemente los titanosáurios se adaptaron mucho mejor que los rebaquisáuridos a las condiciones de ese momento, lo que les permitió subsistir como grupo hasta finales del Cretácico.
En cuanto a terópodos, estos yacimientos cenomanianos-turonianos (Cretácico Superior temprano) ubicados en estancia Ocho Hermanos y Laguna Palacios, han brindado restos de abelisáuridos, un grupo de dinosaurios carnívoros con implicancias paleogeográficas. Entre ellos, los hallazgos de Xenotarsosaurus bonapartei (del griego xenos, extraño; tarsus, pie; saurus, lagarto. El nombre específico, bonapartei, en homenaje al Dr. José
Bonaparte; Martínez, 1986), de un maxilar izquierdo (Lamanna et al., 2002), y nuevos materiales en estudio (Martínez et al., 2005), permitieron vincular Patagonia central no solo con el Norte patagónico (cuenca neuquina) sino con otras regiones derivadas de la fragmentada Gondwana para el Cretácico Superior temprano. Los abelisaurios han sido registrados en América del Sur, Madagascar, Europa e India y están particularmente bien representados en Patagonia, con formas como Abelisaurus, de la provincia de Río Negro, el magnífico Carnotaurus sastrei del Norte del Chubut, Skorpiovenator (Canale et al., 2008), Ekrixinatosaurus (Calvo et al., 2004) y Aucasaurus (Coria et al., 2002), ambos provenientes de la provincia de Neuquén, entre otros. Las cercanas relaciones que muestra el maxilar izquierdo mencionado con los dinosaurios carnívoros Majungasaurus crenatissimus (Depéret, 1896, Lacovat, 1955) de Madagascar e Indosuchus (Chatterjee, 1978) de la India, podrían ser explicadas por la ruta de dispersión propuesta para el Cretácico tardío por Sampson et al. (1998) entre India-Madagascar, Antártida-Australia y Sudamérica. De hecho es posible pensar en una antigua distribución pan-gondwánica de Abelisauridae, la que también estaría en consonancia con este hallazgo (Lamanna et al., 2002).
Estos dinosaurios carnívoros están relacionados con formas del Hemisferio Norte como Ceratosaurus y serían equivalentes ecológicos de los tiranosáuridos del otro súper continente Laurasia (Novas, 1992).
El mismo patrón mencionado para los rebaquisáuridos y titanosáuridos sucedió con dos grupos de terópodos (Coria y Salgado, 2005). Durante el Cretácico temprano los carcharodontosauridos como Carcharodontosaurus y Giganotosaurus, y los abelisauridos como los mencionados anteriormente, fueron contemporáneos (Novas, 2009). Sin embargo solamente el último de estos grupos continuó hasta fines del Cretácico, mientras los carcharodontosáuridos aparentemente se extinguieron antes. Los abelisáuridos son uno de los grupos más importantes de terópodos en Argentina, representados por al menos diez especies, lo cual resalta destaca la importancia de este grupo de dinosaurios carnívoros tanto paleogeográficamente como así también cronológicamente (Novas, 2009).
En la Formación Barreal se registra, además, la presencia de otros dinosaurios carnívoros, como el tetanuro basal Aniksosaurus darwini (Martínez y Novas, 2006), y Megaraptor sp. (Lamanna et al., 2004) y la presencia de Dromaeosauridae documentada solamente por dientes (Casal et al., 2009).
También, para estos niveles del Cretácico Superior temprano en la Formación Bajo Barreal, se destaca el interesante registro de otro dinosaurio ornitisquio, un ornitópodo basal cuyas implicancias paleogeográficas son notables para la región (Martínez, 1998; Martínez y Novas, 2006; Lamanna et al., 2002; Lamanna et al., 2004). Notohypsilophodon comodorensis (del griego notos, sur, hypsos, alto, lofos, cresta y odon, diente. El nombre específico comodorensis, en homenaje a la ciudad de Comodoro Rivadavia; Martínez, 1998) es un pequeño dinosaurio de aproximadamente 1,50 metros de largo y unos 23 kilos de peso, que fue extraído de niveles areno-tobáceos de Estancia Laguna Palacios, en Sierra Nevada. Se trata de un único individuo juvenil representado por buena parte del esqueleto. Pertenece a un grupo conservador y exitoso, con una amplia distribución en tiempo y espacio ya que han sido registrados desde el Jurásico Medio hasta el Cretácico Superior en Asia, Australia, Europa y Norteamérica, llamados anteriormente hipsilofodóntidos. Notohypsilophodon comodorensis es el primer ornitópodo basal hallado en América del Sur y su presencia podría indicar la existencia de un intercambio faunístico entre Sudamérica y Australia, vía Antártida durante el Cretácico Superior temprano (Martínez et al., 2008).
VINCULACIONES PALEOGEOGRÁFICAS.
Durante los veinticinco años de exploración y estudio de los vertebrados de la Formación Bajo Barreal, realizados desde el Laboratorio de Paleovertebrados de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco en Comodoro Rivadavia (Chubut), se han podido diferenciar claramente dos faunas de dinosaurios. En base a nuevos dinosaurios encontrados y a la reinterpretación de la presencia de hallazgos históricos, sus características evolutivas, filogenéticas y cronológicas, se diferenció una fauna dinosauriana del Cretácico Superior temprano (Cenomaniana-Turoniana; 96 a 91 millones de años) y otra del Cretácico Superior tardío (Campaniano-Maastrichtiano?; 80 a 70 millones de años). Esto permitió establecer un nexo entre la paleogeografía y los diferentes poblamientos de dinosaurios relacionados, sustentados por los estudios mencionados.
Con Gondwana. Esta fauna se registra en niveles de Estancia Ocho Hermanos y Estancia Laguna Palacios, en los anticlinales Sierra San Bernardo y Sierra Nevada respectivamente. El registro de los dinosaurios carnívoros del grupo Abelisauridae permite plantear las posibles vinculaciones paleobiogeográficas de Patagonia central con India y Madagascar durante el Cenomaniano-Turoniano. La presencia del pequeño ornitópodo basal Notohypsilophodon comodorensis en los mismos niveles estratigráficos, relaciona la región con Antártida y Australia, y los saurópodos rebaquisauridos también relaciona la región con Gondwana. Es decir que claramente la Patagonia central muestra vinculaciones faunísticas con Gondwana para el Cretácico Superior temprano (Cenomaniano-Turoniano), hace aproximadamente 96 a 91 millones de años atrás.
Con América del Norte. La fauna dinosauriana de la región más próxima al centro de la Cuenca del Golfo San Jorge, en el lago Colhué Huapi y el río Chico, es más moderna y presenta componentes típicos de la fauna norteamericana como el hadrosaurio Secernosaurus y el posible ceratópido Notoceratops. Estos habrían ingresado a esta región sudamericana por puentes geográficos temporarios a partir del Campaniano Inferior (Cretácico Superior tardío), generados por la deriva continental ya propuesta por Wegener a comienzos del siglo pasado.
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