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Por Gabriela Navarra
Menos mal que la ciencia no es tan popular como el fútbol. Nunca pensé que escribiría esta frase. Pero es que no puedo decir otra cosa. No, al menos, a la luz de estos acontecimientos.
El martes el sistema científico argentino entregó los Premios Houssay 2009. Fueron 17 distinciones, divididas en tres categorías: "menores de 45", "por trayectoria" (ambas con 8 participantes) y, con una, "Investigador de la Nación." En la ceremonia estuvo presente la presidenta de la Nación, Cristina F. de Kirchner, además -por supuesto- del ministro de Ciencia, Lino Barañao, y la ministra de industria, Débora Georgi.
Si la testosterona tuviera un perfume en particular, en el auditorio de la Sociedad Científica Argentina se hubiera percibido. Es que todos -sí, todos- los científicos premiados fueron... varones. No se trata aquí de dudar o cuestionar la justicia de las decisiones (eso daría para otro análisis, por supuesto), sino de detenerse en esta idea tan simple como curiosa: ¿puede ser posible que en 2010, en un sistema científico que recibe en su seno a personas de ambos sexos y donde las mujeres se destacan indudablemente por sus logros, no haya ni una sola que merezca ser distinguida?
Es cierto que, al analizar el sistema de categorías, o de metas máximas, sigue siendo habitual que los hombres se ubiquen en los lugares más altos, y ésto no en este caso por razones intelectuales, sino debido básicamente al difundido fenómeno del techo de cristal, que en todas las áreas hace que las mujeres lleguemos hasta un límite invisible.. y difícilmente podamos superar ese "embudo" que permite trepar hasta el "pent house" de las organizaciones.
Por suerte, la ciencia no es popular como el fútbol. O como los Oscar, o los Martín Fierro. Eso evitó que la ceremonia de entrega de las distinciones se transmitiera en vivo y palpitando minuto a minuto los entretelones.
Eso evitó mostrar masivamente una ceremonia que en cierto sentido debió parecer sacada del arcón del siglo pasado.
Pero también -y mirando hacia el futuro- evitó la desilusión o el desconcierto de muchas nenas y adolescentes que sueñan con ser científicas frente a la comprobación de que la mujer, en la ciencia argentina, parece no estar a la altura de los grandes premios. |
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