|
Confieso que en los últimos tiempos la realidad ha dinamitado mi capacidad de sorpresa pero, por suerte, siempre aparecen los perros verdes. Compré un par de CDs para regalar y estaba en la cola charlando con una pariente en un encuentro insólito. Entonces, sonó la alarma cual sirena de Año Nuevo y enseguida noté a un empleado –acaso el gerente- apareció detrás de mi, con cara de ningún amigo en el mundo, ni en sus alrededores. Siguió la vida, con la rutina de las promociones, de las ofertas y oportunidades en esa casa de música que es un mundo. A dos metros, escuchó que un cliente se queja airadamente: “Yo esta película no la pago, dame otra”, decía el hombre y el empleado acaso gerente replicaba.
“Habías elegido esa, ahora la pagás”, afirmaba. “Vaya estrategia de venta”, pensé.
“No no, no las voy a pagar a las tres. Esta no la quiero. Estas dos sí, pero esa no. Esa te la dejo, o me das otra o no la pago”, argumentó el consumidor. Y agregó: “Trabajo en la calle, me cuesta ganarme la plata ¿Qué te crees?
Rojo ya, el vendedor acaso gerente le dijo: “O pagás o llamo a la policía, te la estabas robando, y ahora me venís con que es no te gusta”.
Caramba ¡Cómo han avanzado en su prédica las entidades que defienden a los consumidores! |
|