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  08 » Apr 2009
Dengue, síntoma de un país enfermo
  Dengue, síntoma de un país enfermo

Por Héctor Coto (*)
Columna especial para la Red de Diarios en Periodismo Social


El dengue irrumpió con fuerza en la opinión pública. Su instalación mediática ha hecho que la percepción del ciudadano común fuera impactada por una problemática sobre la que, quienes trabajamos en el ámbito de las enfermedades transmisibles, hemos venido alertando a los decisores políticos de la salud desde hace más de una década.
Sin embargo, nada de lo dicho o escrito por estos días pareció ser suficiente para dejar incontrastablemente respondida la pregunta más formulada: ¿pudo evitarse una epidemia de tamaña magnitud?
Una primera aproximación a la respuesta amerita una descripción contextual de la situación. La porción sur de América Latina reconoce dos áreas bien definidas de inicio de epidemias de dengue, cuya actividad está condicionada por la combinación de múltiples factores. La primera de estas áreas se ubica en la región central de Bolivia y tiene como consecuencia el ingreso de la enfermedad por Salta y Jujuy y su extensión hacia el Chaco. Este escenario es el que se convirtió en noticia en las últimas semanas. La segunda, centrada en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul, provoca recurrentemente la dispersión del dengue hacia Paraguay y su entrada a nuestro país por Clorinda, Formosa, y Puerto Iguazú, en Misiones.
Lo hasta aquí mencionado, concede a la Argentina una ventaja importante a la hora de diseñar las estrategias de control y prevención de la enfermedad: lo que suceda a comienzos de año en cada una de las dos áreas originarias de las epidemias y actúa como orientador del modo en que afectará la enfermedad a nuestro territorio. Dicho en otras palabras, es posible saber anticipadamente si el mayor riesgo de penetración del dengue a la Argentina estará en el NEA o en el NOA.
Cuando en enero de este año la epidemia cobró magnitud en Bolivia, era evidente que Salta y Jujuy serían la puerta de ingreso esta vez. Esto debió originar un alerta temprano que propiciara la puesta en marcha de una serie de acciones preventivas que, para ser rigurosos, debieron haberse iniciado hace varios años.
Sobre este punto, vale destacar que, ante la falta de vacuna, esas acciones deben focalizarse en la eliminación de su vector, Aedes aegypti. La inspección domiciliaria para la búsqueda e identificación, y posterior destrucción o tratamiento (con productos larvicidas) de recipientes con agua que puedan alojar a las formas inmaduras del mosquito es la actividad por excelencia. Este proceso debe ser descentralizado, permanente, organizado, programado, presupuestado y evaluado; orientado al registro sistemático de información para un análisis constante que lo convierta en una herramienta predictiva.
Paralelamente a ello, cobra trascendencia la inducción de la participación comunitaria y la educación en salud. Las recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud en ese sentido ponen énfasis en el desarrollo de procesos de comunicación para motivar y estimular a la población a la adopción de medidas que transformen a cada vivienda en un ambiente hostil para el insecto.
Por último, la adecuación del sistema de salud para la detección y notificación temprana de febriles es la instancia que debe usarse para lograr un reconocimiento precoz de la actividad del virus.
Ya es tarde para todo esto; seguramente, en los próximos días el número de nuevos casos comenzará a descender lentamente, más por el agotamiento intrínseco de la epidemia que por mérito de las acciones que se están llevando a cabo. La infestación de mosquitos depende no sólo del clima, sino también del conocimiento y de la actitud de la población (y de su dirigencia), de la eficacia y cobertura de los programas gubernamentales y del correcto abastecimiento de agua, entre otros factores. Todos ellos, elementos en los que la Argentina tiene evidentes cuentas a saldar. Más allá de consideraciones epidemiológicas, el Dengue es una enfermedad social que se transforma en un nuevo síntoma de un país enfermo, donde la salud y la educación no son equitativas y donde la improvisación y la ineficiencia continúan agregándole nombres a la pobreza.

(*) Director Ejecutivo de la Fundación Mundo Sano www.mundosano.org
Licenciado en Ciencias Biológicas (Univ. CAECE), Post graduado en Salud Pública (Univ. de Córdoba), Magíster en Control de Plagas (Univ. Nacional de San Martín)
 
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