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Las fuentes de agua son una de mis debilidades. Y afortunadamente en los últimos años, casi todas las ciudades del Alto Valle han incorporado fuentes y más fuentes, con Neuquén a la cabeza. En muchas de ellas, enamorados, superticiosos, desafortunados o tal vez ludópatas cumplen con el ritual de la moneda, de espaldas, de frente, mirando, sin mirar, solo o acompañado. Y así como algunos se apuestan al metal acuñado hay otros que se aseguran unos pesitos mojando ropas y piernas en buceos clandestinios.
Lo de las fuentes y las monedas es antiquísimo y maravilloso.
Es posible que la más famosa de todas las fuentes sea la Fontana di Trevi en la bellísima Roma (lo sé por fotos y literatura) donde, por caso, una moneda arrojada con la mano derecha por sobre el hombro izquierdo le garantizará al lanzador un pronto regreso, dos juntas una bella italiana, y tres el casamiento con la misma bella.
Pero más allá de todas las fuentes hechas y derechas, el domingo he descubierta a la más increíble, aunque no es una fuente sino una piscina o pileta de fibra de vidrio azul, que nadie usa para bañarse pero que funciona en exposición. No está en ninguna plaza sino en la puerta de la mega ferretería multinacional que funciona en el portal que es un Shopping. ¿ya sabe de lo que hablo? Y…sí Bueno allí, desde hace un tiempo, en la piscina que es un riñoncito, la gente arroja monedas y pide deseos. ¿Será por casualidad es una estrategia para ayudar a la economía de la ferretería golpeada por la crisis global?
Por supuesto que tuve que meter la mano en el bolsillo y buscar las preciadas monedas (¿quién se las come?) para que mi hijito haga su pedido ritual, algo que él pagó con una sonrisa llena de dientes. Cuando salía pensé en la magia de las fuentes pero también me pregunté quién tiró la primera moneda. |
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