PREOCUPACIONES

El impacto psicológico de la amenaza de remate

La idea de perder la casa lleva a angustias terribles. La sensación de impotencia gana a los deudores.

La pérdida de la casa implica una quita de ilusiones, de proyectos y de posibilidades concretas.

La permanente amenaza de remate contra la vivienda única sumerge a muchos deudores hipotecarios en profundos problemas emocionales que pueden derivar en desesperación, impotencia y hasta desinterés por la vida. Especialistas y damnificados directos coinciden a la hora de definir los cuadros psicológicos en los que caen las familias que afrontan deudas que, después de la crisis de 2001, se convirtieron en impagables y que desde hace dos años viven bajo la permanente amenaza de perder sus casas.

Si bien no hay un número preciso de personas afectadas por esta situación en todo el país, el registro de deudores hipotecarios que abrió meses atrás el Gobierno cuenta con 14.000 inscriptos.

"Hay angustia y depresión por la pérdida de la casa, que implica una pérdida de ilusiones, de proyectos y de posibilidades concretas", destacó Silvia Schlosman Gluck, experta en atención psicológica en situaciones de catástrofe y psicóloga. "Es importante destacar -resaltó- que esta situación no es algo que uno elige vivir. Esto se presentó compulsivamente y lo que se siente es que todo lo que se había proyectado se fue al diablo. La sensación de impotencia es muy grande".

La psicóloga describió el doloroso recorrido de muchas personas que están en esta situación. "Primero se pierde esa ilusión que tenían cuando compraron la casa, luego se empiezan a perder los proyectos, hay separaciones, problemas sexuales, pérdida de amigos. Se siente mucha soledad y se viene todo abajo", explicó.

En el extremo del dolor y de la falta de estabilidad, están quienes caen en depresión, melancolía absoluta y hasta llegan a pensar en el suicidio, dijo la especialista. Aclaró que en algunos casos se trata de amenazas para tratar de revertir la situación de peligro, pero la crisis es tan profunda que el suicidio aparece como una posibilidad concreta.

"Cuando se cae en una crisis de melancolía -precisó- da todo igual, no se tienen más fuerzas para seguir luchando y se pierde la visión de futuro".  

Ganas de "matar"

Por su parte Rosa Morales, titular de la agrupación "Madres por la Vivienda", relató que "mucha gente dice que si le quitan la casa, mata al acreedor, incendia la vivienda o se suicida". Morales vive en una casa de un ambiente en el barrio porteño de Constitución. La compró por 10 mil dólares y hoy debe 75 mil pesos. Saca fuerzas de todos lados para sostenerse, escucha el dolor de otros deudores que se nuclean en la entidad y asegura orgullosa que muchos de los remates "se lograron frenar" gracias a la movilización o la resistencia.

"Me arruinaron la vida, no puedo más, lo mío es muy triste", dijo a su turno Norma Da Cruz, quien tiene una deuda hipotecaria privada no pesificada e intimación de remate. "Ya no quiero vivir -afirmó-, no sirvo para nada, destruyeron mi familia; antes nosotros estábamos bien, una casa grande en Ciudad Evita, una casa en la costa, auto, pero tuve que pedir un préstamo porque mi marido se había enfermado y ahí comenzó nuestro martirio".

"Mi situación -continuó- es que cuando me venga el remate me quedo en la calle; todo e tiempo miro cada coche que para en la puerta porque pienso que vienen por el remate". Norma Da Cruz vive con su marido discapacitado y sus hijos mayores desocupados. "El único que tiene trabajo es mi yerno", aclaró.

"En este tiempo -siguió- tuve cuatro ataques de presión, me agarró un brote en todo el cuerpo, bajé 20 kilos, me operaron de urgencia del colon. Me dijeron, que es por el estrés", completó. La situación de Da Cruz resume uno de los estados psicológicos más críticos de quienes, en una indefensión absoluta, parecen haber perdido el sentido de la vida y hablan de la muerte como un alivio a su infinito malestar.