Domingo 19 de octubre de 2003

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Fracaso de la primera fuga de bandidos y criminales

La gran evasión se planificó para el 18 de diciembre de 1905 en la cárcel de Neuquén con premeditadas crueldades: un degüello, asesinatos y el asalto a la sucursal del Banco Nación.

La evasión preparada en medio del hacinamiento de la cárcel de la nueva capital -un vulnerable tinglado de zinc galvanizado-, para que, salvaje y cruenta, debía estallar a los dos años y dos meses de la fundación bendecida por el empavesado discurso del ministro del Interior Joaquín V. González. Es la historia de una gran planificación y mayor fracaso.

La idea de una gran fuga ya bailoteaba en los sueños de los procesados y convictos que -entre no pocas penurias y mortificaciones- habían peregrinado celosamente custodiados por cuarenta soldados del 2 de infantería (otras noticias contabilizaron 20 soldados y varios oficiales). En total, la marcha demandó 13 jornadas desde Chos Malal a la Neuquén recién fundada, como parte de la mudanza involucrada con el traslado capitalino de 1904.

Fue el capítulo más tardío y menos luciente de la fundación de Neuquén y traslado boicoteado por los comerciantes de Chos Malal que se negaron a vender alimentos a la autoridad carcelaria para que, sin provisiones, el viaje fracasara. Tal éxodo sumó otras carencias: por ejemplo, el precario equipo de transporte.

En esos robustos argumentos abrevó la campaña de críticas encabezadas por La Prensa. Su crónica de la partida de los 41 presos -4 de ellos engrillados- en el mediodía del 4 de octubre de 1904 -digna alguna vez de narrarse- fue titulada por el aludido matutino con ninguna piedad: "Traslación inhumana de presos - Sesenta y siete leguas a pié".

El convoy arribó por el camino de Añelo al kilómetro 1190 del ferrocarril Sud, y desde allí el grupo de bandidos, cuatreros y criminales alivió el corto tramo final: lo hicieron a bordo de un tren. Faltaba la escena final: avistar el miserable encierro de zinc o nuevo hogar, verdadero horno en el verano por venir, y posible foco de enfermedades.

El "cerebro" Benavídez

Los dos primeros intentos de fuga desde semejante encierro no llegaron a concretarse, y si bien el re

sultado de una nueva sedición y fuga lapidó aquello de que "la tercera es la vencida", su planificación constituyó una trama merecedora de inscribirse entre los puntales de la novela negra.

El personaje principal e ideólogo de plan fue el bandolero chileno Benavídez, quien cruzó la cordillera dejando en su país un denso prontuario y graves causas pendientes. Por sus fechorías en el Neuquén fue capturado cuando lo "tomaron preso los señores Gómez de Ñorquín hace dos años" (versión de La Prensa) incautándosele un revólver y un cuchillo.

Para colmo de males de Benavídez, se instauró un pedido chileno de extradición, exhorto para el cual el bandido consiguió defensor: José Bruguera, juez de paz suplente de Neuquén.

En el mismo asunto actuó como fiscal "ad doc", Abel Chaneton. Simultáneamente una amistad carcelaria de Benavídez, el también bandolero Darío Zabala, había conseguido la libertad y se había instalado en una casa de la nueva capital demostrando su voluntad de insertarse mansamente entre la población.

El plan lo armó Benavídez lentamente. Necesitaba cómplices, apoyo interno y externo, sobre todo porque Neuquén no era Chos Malal y los cerros y la cordillera con sus escondrijos, quedaba lejana (cuando fugó de la antigua capital el asesino Lara, pasó mucho tiempo en una cueva en las narices de los policías de Chos Malal).

En la Confluencia se necesitarían caballos, armas y dinero. Y si bien la cárcel carecía de muro exterior, esa facilidad no impediría que los evadidos quedaran expuestos. ¿Dónde esconder los caballos? ¿Dónde conseguir el dinero? El éxito debía basarse en la rapidez de la operación, con pocas armas adentro, abrir o violar dos candados de puertas internas, mucho apoyo exterior y una buena coordinación. Para lograrlo había que confiar sólo en unos pocos reclusos y tener buena comunicación con los cómplices de las cercanías.

Benavídez, víctima las mortificaciones que le destinaba el celador Arturo Pérez, reclutó un pequeño clan de fuga. Sus secuaces serían el presidiario Juan Bautista Coco, condenado por tiempo indeterminado; Manuel Medina, autor de un homicidio alevoso, y Cristóbal Molina, criminal condenado a 12 años de prisión.

De resultar exitosa la fuga, Benavídez pensaba vengars de los Gómez, asesinarlos, y para eso debía cabalgar hasta Ñorquín. Es decir, necesitaba buenos caballos El operativo también demandaba armas disponibles en las cercanías (la policía no era un problema pero sí los hombres del 3° de caballería al mando del teniente Velázquez). Además, urgía un crédito de cómplices externos a devolver con dinero fresco e inmediato, y, desde adentro, sólo llaves para los candados y un cuchillo. Tenía decidido degollar al celador Pérez y a un guardia, y quizás, que le ingresaran poco de dinero para un único soborno interno.

Como correo usaría a su defensor Bruguera, a uno -o más- componentes de la cuadrilla de presidiarios "veniales" que a diario salían a realizar trabajos urbanos, y también la buena disposición de ciertas muchachas que visitaban la cárcel; el destinatario principal: el bandido Zabala, pivote del operativo.

Vigilia bandolera

Al momento de la fuga -fijada para el lunes 18 de diciembre de 1905, casualmente un día antes del elegido por los "bandidos yanquis" para asaltar al Banco Nación de Villa Mercedes, San Luis-, una buena tropilla aguardaría escondida en el cementerio, a 200 metros de la cárcel. Otro aporte: una partida de carabinas Winchester de las que, finalmente, una decena entraron por un boquete de la cordillera. Para el dinero, no había otra salida que asaltar la precaria sucursal lugareña del Banco Nación y, básicamente, levantar un plano de esa casa bancaria.

Al parecer, el ya liberado Zabala se sometía hace tiempo a las audacias de Benavídez por quien es posible que sintiera un inevitable temor reverencial. Pero ¿le resultaría realmente confiable? Por lo pronto ambos usaban un "argot" propio, ideal para el caso de que interceptaran las breves cartas que enviaba Benavídez a su hombre puertas afuera. Si Zabala leía "Margarita", sabía que equivalía a Winchester, que "boca negra" era revólver y "tabla cien" quería decir caballos.

Urdido el plan, el bandido Zabala comenzó a recibir mensajes diarios por medio de la cuadrilla de presos que salían hacia obrajes en el poblado.

El primer trabajo de Zabala fue levantar el plano de la casa donde funcionaba el Banco Nación, edificio casualmente en arreglos. El bandolero logró que el gerente S. Hernández lo tomara como peón albañil, pero no sería una tarea fácil, ya que si bien no tenía custodia policial, estaba a 250 metros de la comisaría.La sedición podía contar con ciertas ventajas, ya que algunos destacamentos de región habían sido levantados o por lo menos se había ordenado reducir sus planteles. Por otro lado, y contrariamente a lo que hubiera sucedido en Chos Malal, en la Confluencia y por ferrocarril, en pocas horas se podría desembarcar en los andenes de la estación Neuquén, a una legión de represores armados, como sucedió en la fuga concretada en 1916  

fnjuarez@interlink.com.ar

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