Lunes 6 de octubre de 2003

Con una multitud en la calle, Cipolletti vivió su fiesta del siglo

Unas 20.000 personas siguieron el desfile cívico-militar por el centenario. El clima de fiesta popular dominó durante todo el día el centro de la ciudad.

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Los cipoleños se volcaron a la calle en una verdadera fiesta popular para celebrar los cien años de su ciudad.

CIPOLLETTI (AC) - Miles y miles de cipoleños llenaron ayer las calles del centro para vivir la fiesta de los cien años de la ciudad. La multitud siguió a lo largo de toda la calle Fernández Oro, en un día verdaderamente primaveral, un desfile civil y militar que fue representativo de todos los aspectos de la sociedad.

El intendente Julio Arriaga aprovechó la ocasión para comenzar a despedirse de la ciudad que gobernó durante ocho años. Junto al gobernador Pablo Verani y su sucesor electo, Miguel Sáiz, tuvo que soportar una protesta de organizaciones defensoras de derechos humanos.

A la hora de la cita, las tres de la tarde, la calle Fernández Oro ya era una fiesta. El palco se colocó en la esquina de España, donde se agolpó más público, pero la gente se acomodó a lo largo de prácticamente siete cuadras y conformó un multitud de 20.000 personas.

Escuelas, jardines de infantes, colectividades, clubes deportivos y sociales, vecinalistas, scouts, congregaciones religiosas, grupos tradicionalistas, equipos y escuelas deportivas, bomberos, policías, militares, gendarmes, y demás fuerzas militares se mostraron durante un acto que duró casi cuatro horas.

Cipolletti cumplió cien años el viernes, pero el municipio quiso que los festejos se realizaran un domingo para fomentar la participación.

El alboroto se trasladó a la calle San Martín, donde, en una fila de cuadras, los grupos se preparaban para desfilar. En la zona comercial del centro era imposible conseguir sitio donde estacionar. La gente hizo luego, en una muy agradable tardecita de domingo, una fiesta en calles y plazas.

Al palco oficial hubo que añadirle un anexo porque las autoridades que pugnaban por subirse eran demasiadas para tan poco espacio. En el principal se acomodaron Arriaga, Verani, Sáiz y -con un perfil muy bajo- el intendente electo, Alberto Weretilneck.

Además de los uniformes militares y policiales que signaron el ala derecha del palco, se acomodaron los diputados nacionales Miguel Pichetto y Marta Milesi. Les dieron lugar además a un grupo de antiguos pobladores de la ciudad.

La gente, de todos modos, vivía su fiesta. Muchos tenían hijos, sobrinos, nietos, hermanos entre los grupos que desfilaban y se desvivían por asomarse por encima de las cabezas para no perderse nada.

El desfile tuvo puntos sobresalientes, como las máscaras de la Asociación Española o los payadores que, en el papel de locutores, fueron describiendo el paso de los centros tradicionalistas.

Tras mostrarse un tanto nervioso en la revista de la tropa -quizás por la ocasión del centenario-, Arriaga le habló a una multitud que escuchó como pudo sus palabras por las deficiencias del sonido en las zonas menos cercanas al palco.

El intendente leyó su discurso, cosa que raramente hace. Habló de los pioneros, de las generaciones que nacieron en Cipolletti y de los que, como él, llegaron con sus esperanzas a la ciudad.

Cipolletti "es el resultado del trabajo humano y no un regalo", dijo. Por eso, sus habitantes están "obligados a cuidarla", añadió.

Muchos se sintieron identificados cuando el jefe comunal habló de los que participaron de la formación de la ciudad y cuyos apellidos no aparecen en las calles por aquello de que la historia oficial "tiene que ser selectiva".

Para Arriaga, "no hace falta recurrir a la Historia para conocer a los pioneros porque los pioneros están acá".

En el balance, el intendente recorrió los cien años de vida de la ciudad con una mirada desde las instituciones, especialmente las educativas. Habló de las primeras escuelas hasta llegar a la fortaleza universitaria que hoy muestra.

La alusión al "Cipolletazo" ocupó un espacio destacado en las palabras del intendente. Lo rescató como el reclamo de un pueblo "en plena dictadura de Onganía".

La multitud escuchó cómo Arriaga pronunciaba el adiós más importante de los que pronunciará de acá al 10 de diciembre al cargo que asumió en 1995. "He tratado de sentirme digno de ser el intendente de los cien años", dijo, ya sin leer y visiblemente emocionado.

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Hubo desfiles de organizaciones intermedias, entidades educativas, grupos tradicionalistas y de militares y fuerzas de seguridad.

Quiero pedir perdón -continuó- por las cosas que no pude lograr y por las situaciones que no pude controlar". El mensaje, que no fue interrumpido por aplausos, terminó con una confesión: "nada va a ser más importante (en lo político) que haber sido intendente de mi pueblo".

Luego empezó el colorido desfile que representó la realidad de la ciudad centenaria. El final fue a toda orquesta, con la banda militar tocando el feliz cumpleaños. Para entonces, Verani y Sáiz ya se habían ido.

Testimonios de un emotivo día de cumpleaños

CIPOLLETTI (AC).- La emoción por el centenario fue para todos, desde los personajes más conocidos de la política hasta los anónimos vecinos de Cipolletti:

Alberto Weretilneck (intendente electo):  "Lo importante de esto es que la comunidad se volcó a las calles, que hemos logrado recuperar el espíritu de unidad. La ciudad había sufrido mucho en los últimos años con todas estas situaciones de desgracias que hemos vivido, con los crímenes, que nos hizo conflictuar permanente, con las cuestiones sociales, los grandes problemas que hemos tenido. El centenario, no sólo el acto de hoy, volvió a rescatar una vez más el espíritu de los cipoleños. Creo que está latiendo todo lo que es revisar el pasado. Uno nota en las ciudades a veces que nos metemos mucho en la coyuntura, en lo que pasa todos los días y nos olvidamos de la historia, el contexto, los antecedentes. Me parece que todo esto ha vuelto a generar un espíritu de cipoleños muy muy fuerte".

Graciela Edorna (vecina): "A mí me emociona muchísimo esto. Me gusta porque si bien no soy cipoleña me siento cipoleña porque es el lugar que elegí para vivir. Así que todo me resulta muy emotivo. Estoy contenta porque veo mucha gente, no creí que la ciudad iba a acompañar tanto.

Carlos Hernaltz (bioquímico, ex legislador): "Son 100 años de esta ciudad pujante, producto del esfuerzo de los pioneros que lucharon por el crecimiento del pueblo y gracias a ellos las distintas generaciones los imitaron y hoy nos encontramos en nuestro 100 aniversario con una pujante ciudad. Como cipoleño, diría que es la mejor de la provincia, pero gracias al esfuerzo de los pioneros. Nosotros tenemos que imitarlos y seguir haciendo nuestro esfuerzo para el bienestar de los que nos siguen.

José Rossi (presidente de Bomberos Voluntarios de Cipolletti): "Esto es extraordinario. Vino muchísima gente. Creo que hay más de 20.000 personas. Nosotros vivimos este centenario muy bien. En este aniversario presentamos las dos autobombas nuevas".

Marta, (una docente): "Hacía mucho tiempo que no se veía desfilar a tantos chicos de las escuelas públicas. Es muy lindo que en este centenario los colegios de la ciudad también estén representados. La verdad es que de alguna manera todo Cipolletti estuvo en este desfile. Me puso muy contenta ver la cantidad de gente que salió a la calle para decirle feliz cumpleaños a Cipolletti".

En una tarde de sol, la sombra se cotiza

Narices calientes. Los chicos de las escuelas que esperaban su paso frente al palco en la calle San Martín, salieron de su formación y se refugiaron bajo los árboles. Los kioscos de las inmediaciones se quedaron con sus heladeras vacías. Y los pocos sitios de sombra que había sobre la calle Fernández Oro se cotizaron como las mejores plateas. Nadie estaba preparado para una tarde de tanto sol. Ya para las 18,30, cuando faltaba media hora para que terminara el desfile, se notaba por los cachetes y las narices rojas quiénes habían estado desde el principio.

¿Qué dijo? El audio no fue el mejor. Quienes no alcanzaron a instalarse cerca del palco o en la calle Sarmiento, donde había otro grupo de parlantes, no pudieron escuchar el relato que hacía el locutor a medida que pasaban los representantes de las distintas instituciones. Los qu peor estuvieron fueron los que se ubicaron cerca de la calle Belgrano.

Guapos. Había dos palcos. Uno, de madera y bien pintadito con las franjas celestes y blancas, en el que se instalaron los funcionarios principales, pioneros y jefes policiales. Y otro, armado sobre una chata frutera, al que subieron otros políticos de segunda línea y donde estaba el locutor. Cuando empezó el desfile, los dos estaban repletos. No cabía ni un alfiler. Pero a medida que pasaron las horas se fueron despoblando. Los más guapos del principal fueron los jefes policiales, que no bajaron como sí lo hizo la mayoría de los políticos (excepto el intendente actual y el electo que no tuvieron excusas para irse antes de tiempo). En la chata, las caras se fueron renovando continuamente. El único que quedó desde el principio fue el locutor.

¿Adónde lo dejo? No fue fácil encontrar un lugar para estacionar en el centro de la ciudad. Cerca de las 15, todas las calles cercanas a la Fernández Oro, donde se hacía el desfile, estaban repletas de vehículos. Uno detrás del otro, apenas dejando un huequito en las entradas de garage. Más de uno terminó dejando el auto en la avenida Alem porque las calles céntricas estaban colmadas.

No faltaron las manifestaciones por los crímenes

CIPOLLETTI (AC) - Los horrendos crímenes que en los últimos seis años sacudieron a la sociedad cipoleña estuvieron presentes en el desfile como una realidad imposible de disimular.

Hubo dos manifestaciones bien diferenciadas con familiares de las víctimas del triple crimen de 1997 como protagonistas: la primera , que no estaba programada, tuvo un gran ingrediente político y estuvo apoyada por organismos de defensa de los derechos humanos; la segunda fue medida y acomodada al clima que vivía la multitud.

Cuando Arriaga, Verani y Sáiz ya estaban instalados en el palco apareció un grupo con reconocidos dirigentes sociales cipoleños y apoyada por el matrimonio Villar, una de cuyas hijas fue asesinada en 1997.

Junto con los docentes de la Unter, se manifestaron frente a las autoridades y exigieron que un documento elaborado por el grupo fuera leído por el locutor oficial. Así se hizo.

No sólo los gobernantes se sintieron incómodos; en el documento se repudió la participación militar en los festejos y se recordó la represión de la última dictadura, lo que a las autoridades castrenses no les agradó demasiado.

Entre el público, esta manifestación causó sorpresa y hasta algún que otro disgusto, pero en un gesto de urbanidad escuchó el documento y aplaudió respetuosamente. Más tarde, ya durante el desfile cívico, pasó frente al palco un grupo identificado con el matrimonio González -padres de dos de las tres chicas asesinadas hace seis años- que fue acompañada por una mención del locutor oficial y el aplauso de adhesión de la gente.

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