Lunes 20 de octubre de 2003

La semana en Bariloche

Lastres

El invierno quedó atrás y la nieve se va retirando lentamente del cerro Catedral, pero el debate sobre el futuro del centro de esquí barilochense ya levantó temperatura de pleno verano.

El tiempo corre y urge definir quién y cómo prestará los servicios en el cerro durante la próxima temporada. La empresa CAPSA (actual concesionaria del lado Norte) aspira a hacer valer su derecho a explotar también la ladera Sur. Pero al mismo tiempo sigue condicionada por la convocatoria de acreedores que tramita en un juzgado de Buenos Aires.

El gobierno provincial no dio todavía un veredicto sobre el plan de "readecuación contractual" y modernización del cerro que propuso CAPSA. También demora el proceso de municipalización del cerro, que los barilochenses reclaman y el gobernador Verani promete desde hace al menos un año.

A su vez, el municipio (Ejecutivo y Concejo) se empantana en sus propias contradicciones y su falta de reacción, que ya son marca registrada.

Si algún desprevenido cayera hoy en paracaídas sobre la ciudad, diera un rápido vistazo al conflicto del cerro y escuchara los argumentos de cada parte le costaría entender por qué no se ponen de acuerdo de una vez. Calcularía, sin duda, que no es tan difícil diseñar un proyecto de desarrollo serio para el centro invernal, orientado a mejorar la calidad de vida de toda la comunidad. En definitiva, es esa la tarea del que gobierna por mandato popular.

Pero en la realidad, la evolución del "caso Catedral" aparece enredada en un ir y venir de frases histéricas, cartas marcadas y el problema madre: una imposibilidad fatal de superar la desconfianza entre las partes.

Cada actor debe lidiar, a su modo, con una mala fama bien ganada, que hasta hoy fue imposible diluir.

La empresa CAPSA publicitó un impactante proyecto de inversiones para el cerro que pondrá en mar-cha si le amplían la concesión al sector Sur. El intento de salir a la luz y convencer a todos con el plan tuvo su mérito. Aunque dejó grandes dudas al pronosticar la prosperidad asegurada para todo Bariloche a partir del desarrollo espectacular que planean para Catedral. Una apelación poco consistente a la fracasada teoría del derrame automático.

A los directivos de CAPSA también se les podría cuestionar que tanta elocuencia se diluya en una bru-ma insondable a la hora de detallar las garantías de la inversión prometida y definir cuándo y cómo piensan levantar el concurso de acreedores.

La provincia juega también con la mañosa indefinición de asegurar que la municipalización del cerro "ya es un hecho", mientras en los papeles sigue defendiendo con uñas y dientes su potestad sobre las concesiones y el verdadero yacimiento de oro del Catedral que son los futuros negocios inmobiliarios.

El municipio, en tanto, aparece incapaz de presentar un frente unido para reclamar de una buena vez el cronograma explícito de transferencia del Catedral a su entero dominio.

Así las cosas, el equilibrio inestable se prolonga alimentado por el lastre que cada actor sobrelleva por sus propios yerros anteriores. Al gobierno provincial le cuesta construir credibilidad porque durante una larga década hizo cualquier cosa menos regular, fiscalizar y castigar los incumplimientos de las empresas que explotan Catedral.

CAPSA tampoco puede borrar de la historia las veces que ignoró las cláusulas del contrato, estableció precios abusivos o dejó de pagar el canon al Estado cuando los números no le cerraban.

El municipio también arrastra un estigma y es el de su propia insolvencia para gestionar los servicios públicos. "¿El cerro para Bariloche? sería un caos. El municipio no puede administrar nada", dicen sus críticos. Así piensan, por ejemplo, varios empresarios de la ciudad ajenos al Catedral.

El intendente Alberto Icare hasta ahora no ha conseguido reducir esa desconfianza y tampoco -a pesar de sus esfuerzos- pudo convencer a los barilochenses de las buenas intenciones de su socio, el gobernador Verani.

Para salir de esta suma cero tal vez sería conveniente colocar en el centro del escenario a la mayoría silenciosa de barilochenses, los que sufren a un Estado que con demasiada frecuencia hace uso irracional de los bienes de todos y abandona sus funciones básicas.

La mejor pregunta que podrían hacerse quienes tienen responsabilidad de gobierno es cómo hacer de Catedral no una simple caja para los amigos ni un reducto de privilegios, sino el mejor lugar para poner en práctica aquellos declamados principios de la economía sostenible y la equidad distributiva.

Daniel Marzal

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