Domingo 26 de octubre de 2003

La semana en San Martín de los Andes

La herencia

El intendente Sergio Schroh conoce el escarnio. A lo largo de cuatro años ha sido castigado por propios y ajenos, la mayoría de las veces por impericia política.

Este hombre llegó a la torre del reloj junto con Jorge Sobisch, pero terminó por distanciarse del hoy reelecto gobernador, que no desaprovechaba oportunidad para tratarlo mal en público y entre íntimos. Schroh ni siquiera asistió a sus actos de campaña en San Martín.

Pero sobre el final del mandato, Schroh tiene una secreta aspiración. Cuando transfiera el poder al nuevo intendente peronista, lo hará con cuentas pagas y en orden. Saborea ese discurso, ya de antemano.

Schroh, como todos aquellos que asumieron funciones en 1999, corrió al galope de la crisis. Debió improvisar sin red y sortear el pico de reclamos sociales, algunos de ellos con una intensidad que no se conocía en San Martín.

En varias ocasiones se encontró con el centro cívico sitiado, con las demandas multiplicadas en los rostros de un par de miles de desempleados, y una fuerte presión política y de organizaciones gremiales y sociales.

Su falta de cintura en esas lides se hizo notar en seguidilla de conflictos, y en el camino dejó jirones.

Se aisló y lo aislaron de su partido, se enfrentó con su gobernador, y echó por tierra toda aspiración política inmediata. En su horizonte está el trabajo casi silencioso por la candidatura de Jorge Sapag en 2007, pero su caudal quedó diezmado en San Martín de los Andes.

Aun así, Schroh se las arregló para poner en caja a la comuna, un dato que en medio de la visceral interna del MPN ni siquiera fue utilizado como argumento de campaña para el 28 de setiembre. Su principal y no pequeño triunfo fue ignorado por el partido provincial, acaso con intención.

En verdad, poco ha hecho por reestructurar la administración municipal, que sigue tan enmarañada como desde casi siempre. Pero los números son otra cosa.

De allí que, en la soledad, Schroh repase mentalmente las líneas del último discurso, como reivindicación personal y del equipo que lo acompaña.

Ahora bien, qué dirá. Quizá dé cuenta de la reducción de la deuda histórica con proveedores, que pasó de 417.000 pesos a menos de la mitad. Ahora paga cada 30 días.

Puede que hable del inicio de la regularización de las deudas con las juntas vecinales, que recibió en más de 105.000 pesos y al cierre de 2002 ya estaba en 65.000; puede que aborde la refinanciación de 1.500.000 pesos con el ISSN en 19 cuotas, de las cuales lleva pagadas 12; o de la recuperación de 400.000 pesos en acreencias por tasas, y todavía le queda un millón por cobrar.

También podría mencionar la suba de la recaudación, que cayó al 20 por ciento en el peor momento de la crisis y hoy está en el 58, casi en el nivel previo a la debacle delarruísta...

Para muchos, esta performance es hija exclusiva del aluvión de dinero que el municipio recibió por coparticipación -incluyendo, básicamente, regalías-, al punto que el Deliberante aprobó en sesión especial una ampliación de partidas por 1.700.000 pesos, algo que raya en los insólito para la Argentina.

Pero Schroh pudo haber convertido esos recursos extraordinarios en un festival de realizaciones demagógicas, a mano suelta. No lo hizo; encaró pequeñas obras y prefirió el intento de cerrar las cuentas con tinta azul en vez de roja.

Es probable que, tal como le ha sucedido a lo largo de su gobierno, este blasón pase inadvertido para la mayoría. De seguro no para Jorge Carro.

Al menos en materia de números, al próximo intendente le será difícil recurrir al lugar común de la "herencia recibida".

 

Fernando Bravo
rionegro@smandes.com.ar

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