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Kirchner instaló
su transversalidad en Río Negro |
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Análisis
Sólo el oso lo sabe
Néstor Kirchner es un peronista “camisa
vieja”.
Conoce con maniática minuciosidad, soñares, despertares, andares y pesares
del inmenso oso justicialista.
Oso de vitalidad tormentosa desde el primer minuto de su existencia, aquel
día del ’45 en que lo parió la dialéctica de la historia.
Kirchner sabe entonces que el oso peronista es la realidad más específica
que tiene la política argentina. Porque mire por donde se mire, nada como
este oso ya en vocación de poder, ya en el convencimiento pétreo de sentirse
hacedor único de la historia.
Así se ve a sí mismo este oso. Y se mira desde una cultura donde lo épico,
lo tajante, lo tenso, lo excluyente y lo autoritarios se sazonan con la
racionalidad y lo democratizante.
Es complejo entender a este oso. Atrapa rastrillar su vida.
Una existencia vorazmente reproducida incluso desde la dicotomía razón-sinrazón.
Dicotomía mortal para cualquier otro oso. No para el oso peronista.
Al menos a hoy.
Oso que más que a un partido, expresa un bloque se sentidos y prácticas
de adherencias políticas que forjan leyendas.
Mil veces se lo sintió crujir y morir. Y mil veces el oso elongó sus músculos.
Y entonces, el país contuvo el aliento
¿Qué querrá hacer el presidente Kirchner con este oso? ¿Cuánta transversalidad
aguantará el oso?
Sólo el oso lo sabe.
Carlos Torrengo
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