Miércoles 28 de octubre de 2003
 

Abriendo una era: los hermanos Wright

 

Por Héctor Ciapuscio

  Desde la antigüedad los pájaros fueron la envidia de los humanos, prisioneros de la tierra. La mitología y la historia narran varios episodios que muestran, siempre frustrado, el viejo deseo del hombre de volar como ellos. Icaro, insensato hijo de Dédalo, el héroe inventor de los griegos, quiso elevarse hasta el sol con alas de plumas pegadas con cera y se precipitó al abismo. Leonardo da Vinci diseñó ingenios alados que tuvieron que quedar en dibujos porque no había cómo realizarlos. Muchos otros buscaron imitar a las aves del cielo ideando artefactos bautizados como “ornitópteros” que sólo les reportaron porrazos o cosas peores. Ni siquiera el célebre Otto Lilienthal, que escribió “El vuelo de los pájaros como base de la aviación”, pudo superar el maleficio: pereció en 1898 tras un fallido intento con su planeador con alas. Algunos ya manifestaron que se debía renunciar para siempre al sueño reconociendo que el hombre era esencialmente un animal terrestre y ése era el orden fatal de la naturaleza.
El que tuvo mejor suerte con la inspiración de los pájaros, porque observó lo justo y se limitó a un detalle esencial, fue Wilbur Wright en sus 32 años: se dio cuenta de que las aves podían maniobrar en vuelo levantando la punta de un ala y bajando la de la otra. Así solucionó, inventando el alerón, el problema de controlar los giros del artefacto que venía desarrollando con su hermano Orville desde años. Ya podían pensar en un motor para el otro gran problema, la propulsión, y así lo hicieron cuando Daimler y Maybach inventaron en Alemania un carburador que daba la medida para una tarea de este tipo.
Los hermanos Wright, mecánicos y constructores de bicicletas que llegaron a ser soberbios ingenieros, comenzaron a fines de 1880 a vivir una pasión compartida fraternalmente: fabricar un aparato de vuelo autopropulsado y maniobrable. Estos provincianos inteligentes, hábiles y estudiosos trabajaron con ahínco para lograrlo. Debieron asimilar no sólo los conocimientos del gran Octave Chanute y los trabajos experimentales del inglés George Cayley -con quien comenzó un siglo antes la historia del aeroplano-, sino también las contribuciones de investigadores franceses como Pénaud y alemanes como Lilienthal. Es así que los trabajos de los Wright confirman la teoría de la invención como un proceso social sobre la difundida clásicamente del “inventor heroico”. Cientos de planos, docenas de pruebas en terrenos con superficie de arena y vientos suaves, cientos de decepciones en playas de Carolina del Norte, incluso hasta un túnel de viento que debieron construir, les sirvieron para ajustar los mecanismos de sus naves experimentales cada día entre el primero del siglo y los últimos de 1903. Finalmente, el 17 de diciembre de ese año, en Kitty Hawk, un biplano de hélice propulsora, sin cola, con un motor a gasolina de 12 HP piloteado por Orville Wright, cubrió en un vuelo 36,5 metros en 12 segundos, demostrando triunfalmente la capacidad del hombre de trasladarse en vuelo con una máquina más pesada que el aire y adecuado control de velocidad, altura y dirección. Más tarde, el mismo día, Wilbur tomó los controles y voló un minuto. Orville, quien vivió hasta 1948 (el otro murió de tifus en 1912), pudo escribir después que esos “fueron los primeros vuelos en la historia en que una máquina llevando a un hombre se había elevado por sí misma en vuelo pleno, había volado sin reducir la velocidad y finalmente aterrizado en un punto más elevado que el de partida”.
No fue fácil y les llevó tiempo a los inventores convencer al gobierno y a los capitalistas de que estas máquinas podían volar. Tuvieron que ir a Francia, siempre alerta para esta materia, en procura de apoyo. Entretanto, un competidor -el motociclista Glenn Curtiss, quien haría famoso su apellido en la aeronáutica- les robó ideas y se hizo finalmente millonario. Wilbur Wright consiguió, al final de un duro proceso judicial, el reconocimiento de la propiedad de la patente. Pudo también en 1909, dos años largos antes de su temprana muerte, realizar un vuelo rodeando con su biplano la Estatua de la Libertad, el espectáculo que, al decir de testigos, dejó sin aliento a una multitud congregada en Nueva York para ver en triunfo al “pájaro mecánico” de Kitty Hawk.
     
     
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