Lunes 27 de octubre de 2003
 

Los alimentos como escenario de la nueva guerra

 

Por Eduardo Basz

  Monsanto, a través del gobierno de los Estados Unidos, intenta desesperadamente invertir el fracaso de sus aventuras creando mercados para sus cultivos genéticamente modificados mediante la coerción y la corrupción. La Unión Europea aún no ha aprobado los cultivos mutados para su uso comercial o la importación de alimentos transgénicos. Brasil ha prohibido esos cultivos, mientras que en la India no se ha aprobado el uso de ellos y se ha detenido la propagación hacia el norte del algodón “Bt.” (modificado genéticamente) después de su pobre rendimiento en el sudeste de la India durante la primera temporada de plantación comercial en el 2002.
La UE, Brasil y la India están siendo todos atacados, de forma manifiesta o clandestina, por no adoptar sin cautela los cultivos modificados genéticamente y por querer garantizar la bioseguridad.
Los Estados Unidos amenazan con iniciar una disputa contra la UE en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por no importar alimentos transgénicos. El representante estadounidense del comercio, el Sr. Zoellick, estuvo en Brasil a mediados de año para forzar el levantamiento de la prohibición contra los cultivos modificados en ese país. El secretario de Estado de EE. UU. trató de intimidar a los países sudafricanos asistentes a la Cumbre de la Tierra en Johannesburgo para que acepten alimentos transgénicos, pero Zambia rehusó ser amenazada. En la India, la embajada de los EE. UU., a través de la oficina del primer ministro, trató de presionar al Ministerio del Medio Ambiente de ese país para que se permitiera la importación de maíz GM, pero una movilización gigantesca de mujeres, organizadas bajo el título de Alianza Nacional de Mujeres por los Derechos Alimenticios del movimiento de Mujeres Diversas por la Diversidad, hizo posible que se regresaran dos cargamentos de diez mil toneladas de maíz genéticamente modificado. Desde entonces, el presidente del Comité de Aprobación de Ingeniería Genética, quien se opuso a los cultivos e importaciones de alimentos GM, ha sido destituido y hubo muchos cambios en el Ministerio de Agricultura.
Por razones ecológicas y de salud, gente libre con información libre está diciendo no a los alimentos transgénicos. Sin embargo, la ingeniería genética está siendo impuesta en el mundo por un puñado de corporaciones transnacionales que cuentan con el apoyo de un gobierno poderoso.
Los cultivos comerciales ayudados por la ingeniería genética no están produciendo más alimentos ni están reduciendo el uso de productos químicos. Mientras que el argumento basado en el hambre es el que más frecuentemente se usa para fomentar y promover la ingeniería genética, los productos trasngénicos tienen más que ver con el hambre monetaria de las corporaciones que con el hambre de la gente pobre. De hecho, un artículo publicado en la edición internacional del “Herald Tribune” de fecha 29 de mayo de 2003 y titulado “La guerra biotecnológica reformulada como una cuestión de hambre”, brinda información minuciosa sobre esta situación.
El presidente George Bush está colocando su ataque a la resistencia europea ante los cultivos genéticamente modificados como parte de una campaña contra el hambre en el mundo.
Bush y sus ayudantes están presentando un alegato emocional, diciendo que la posición de la administración forma parte de la guerra contra el hambre en el mundo. En un discurso, acusó a Europa de obstaculizar “la gran causa de terminar con el hambre en Africa” por prohibir los cultivos genéticamente modificados. (IHT, 29 de mayo, 2003)
La tecnología de ingeniería genética no tiene que ver con la superación de la escasez de alimentos, sino con la creación de monopolios sobre los alimentos y las semillas, el primer eslabón en la cadena de la vida misma.
Después de haber presionado al gobierno de Lula en Brasil para que levantara temporalmente la prohibición de los alimentos genéticamente modificados, Monsanto ahora demanda derechos sobre los genes en los cultivos “Round up Resistance Soya”, mostrando una vez más que las ganancias proporcionadas por estos derechos constituyen el verdadero objetivo de la expansión de los cultivos.
La India ha sido forzada a cambiar sus leyes de patentes bajo el TRIPS y los mayores beneficiarios de la Segunda Enmienda de la Ley de Patentes de la India de 1970 son corporaciones como Monsanto, que buscan patentes en cultivos genéticamente modificados.
Las patentes también criminalizan y hacen ilegal el trabajo humano para la reproducción de la vida. Cuando las semillas son patentadas, los agricultores, que ejercen su deber de ahorrar e intercambiar semillas, son tratados como “ladrones de propiedad intelectual”. Esto puede llegar a límites absurdos, como es el caso de Percy Schnieser, cuyo campo de canola fue contaminado por el producto “Round up Resistant Canola” de Monsanto, y en vez de Monsanto compensar a Percy por contaminación, según el principio “el contaminador paga”, Monsanto lo demandó por 200.000 dólares por robo de sus genes. Monsanto usa agencias de detectives y a la policía para controlar a los agricultores y sus cultivos. Las patentes implican estados policíacos.
La ingeniería genética no está únicamente causando contaminación genética de la biodiversidad y creando bioimperialismo, monopolios sobre la vida misma. Está también causando contaminación del conocimiento -deteriorando la ciencia independiente y promoviendo la seudo-ciencia. Está causando monopolios del conocimiento y la información.
     
     
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