Domingo 12 de octubre de 2003
 

Pacifistas contra belicistas

 

Por Arnaldo Paganetti

  Es sabido que mientras el poder está más o menos intacto, los que caen no son los reyes sino los ministros. Cuando un pleno Néstor Kirchner marchó el viernes a Mendoza (donde se realizarán elecciones dentro de dos semanas), quienes quedaron custodiando la Rosada, volvieron a advertir que “la lógica” presidencial es unipersonal. Diferente -apuntan- a la de los sectores económicos (por ejemplo, los que esperan cobrar los bonos privados y los que machacan con aumentos de tarifas en los servicios públicos), y a la de los medios que presagian un punto de inflexión política en diciembre, con algunos recambios en el gabinete o una colisión marcada con las huestes tradicionales del PJ.
“Disfrutemos hoy que mañana puede ser peor”. Con excelente humor, Oscar Parrilli, aplaca la ansiedad de ojerizos colaboradores que se muerden las uñas y volvieron a vivir otra semana con cama adentro. La parsimonia del neuquino contrastó con las explosivas denuncias del titular de Justicia Gustavo Beliz, y su petición terminante para que se intervenga ese área en Santiago del Estero del caudillo Carlos Juárez. También con los sismos en las máximas estructuras policiales, que determinaron, “por chorro”, la caída entre otros del jefe de la Federal, Roberto Giacomino, y con la perenne -agravada- sensación de inseguridad que se vive con motivo de los secuestros relámpagos.
Un tanto molesto con la beligerancia verbal de Beliz, el patagónico mantiene un fino equilibrio con Duhalde, no exento de discusiones. Sostiene que la corrupción y la delincuencia son problemas de vieja data. Y que sus antecesores optaban por buscar chivos expiatorios, meter presos a ladrones de gallinas o aplicar el gatillo fácil y la mano dura. El, por el contrario, disparó a la cabeza de la institución, buscando dar credibilidad a un cuerpo que tiene la obligación de cuidar a la población y no esquilmarla como hizo un “modesto” comisario de Médanos, en la provincia de Buenos Aires, descubierto con una fortuna de más de cinco millones de pesos.
Sin olvidar el factor social del flagelo criminal, Kirchner le explicó a Duhalde las razones para expulsar por “mafioso” a Giacomino. Al bonaerense no le gustaron las formas brutales de la despedida, pero terminó aceptando que el ex uniformado martirizó con solicitudes impropias a quien fuera su jefe de gabinete, Alberto Atanasof. Los “sobreprecios” estaban a la orden del día. Una vez insistió para que se autorizara una compra de camisetas para aspirantes a un costo de 49 pesos cada una, según contó Atanasof.
“Si mañana hay otro hecho de corrupción, el Presidente procederá de la misma manera. No importa que el funcionario sea duhaldista, menemista, alfonsinista, delarruísta o kirchnerista.... Aquí hay acuerdos políticos, no pactos de impunidad...”, se aseguró en un despacho habitado por uno de los tantos Fernández del gobierno.
A K no le satisface el comportamiento del interventor en el PAMI, Juan González Gaviola, pero como una auditoría comprobó que el 90 por ciento de las acusaciones en su contra no eran ciertas, decidió mantenerlo en su puesto, aunque lenguaraces de la administración no ocultan que el mendocino está en la cuerda floja y que podría ser reemplazado en un par de meses por el socialista rosarino Hermes Binner.
En una entrevista, el Presidente se manifestó consciente de las dificultades y confesó que se daría por satisfecho si en el 2007 “pudiera dejar al país un cachito arriba de donde me lo dieron”. Nada de subir de golpe, ni de dos o tres escalones a la vez. “Quiero mejorar las instituciones, el funcionamiento económico e ir eliminando las malformaciones estatales”, le transmitió a un Duhalde, quien se prepara para asumir en la comisión de representantes permanentes del Mercosur.
Suficientemente abarcadores como lo era el general Perón, los dos sostienen que “esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”. Kirchner cree que los resultados electorales le dan la razón: “Los valores deben exceder los del justicialismo -proclama- y deben ser representados por individuos respetables, más que por los partidos o las desprestigiadas estructuras actuales”.
Con Duhalde está todo “muy bien”, a pesar de que K revisó el beneficio otorgado por el “cabezón” a la Aeropuertos 2000, la empresa de Eduardo Eurnekián. Además, es el duhaldismo el que resiste la intervención a Santiago, donde el 80 por ciento de los jueces están controlados por el matrimonio Juárez y una policía que practica el terror.
Los “ruidos” no cesan y Kirchner prefiere destacar como “histórico” la inminente llegada a la Corte Suprema de Justicia de Eugenio Zaffaroni (en reemplazo del menemista Julio Nazareno) y la suspensión de Eduardo Moliné O’Connor.
A diferencia de Nazareno y Moliné, que “entraron y salieron a los codazos”, Zaffaroni debió exponerse en el Congreso a un duro interrogatorio, del que no salió bien parado del todo porque reconoció que fue un evasor impositivo.
“Esto es transparencia, ya no hay vuelta atrás”, contestó Parrilli, luego de que el senador Eduardo Menem, objetara la designación.
“No hay ningún ciudadano argentino que tenga 100 puntos y Zaffaroni ha demostrado capacidad intelectual, solvencia jurídica, independencia de criterios y autonomía del poder”, se señaló desde un arco ideológico que disimuló una mala compañía al lado del futuro miembro de la Corte: Jacobo Grossman, integrante de una banda de secuestradores, décadas atrás.
Es cierto que nadie es perfecto y que, precisamente, el país no está a las “mil maravillas”.
Beliz aconsejó aplicar urgentes remedios. Para curarse, dijo, no basta dejar las aspirinas en el envase, hay que tomarlas. Y, entre otras cosas, habló del peligro de una “narcodemocracia”, de políticos que gastan millones de dólares en sus campañas “haciendo la vista gorda a los dineros sucios” y de complicidades judiciales que terminan consagrando la impunidad. ¿Matarán al mensajero los que quieren poner paños fríos?

Arnaldo Paganetti
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

     
     
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