Domingo 12 de octubre de 2003
		Despedida
		Por Alicia Miller
		En un evidente intento de mejorar una imagen que sufre unos cuantos abollones, el gobernador Pablo Verani prepara su camino de salida del gobierno anunciando que dejará sin efecto una de las dos quitas salariales que durante su gestión aplicó a los trabajadores estatales: la del 10%. Cuando esa quita salarial fue aplicada, Verani enunció varios conceptos: que no tenía otra opción, que era un “sacrificio” que pedía a los estatales durante un tiempo acotado, y que se realizaba en virtud de un fin superior, cual era el de garantizar los servicios esenciales del Estado. Hoy, a la distancia, se advierte que nada de eso fue así. El tiempo pasó más que generosamente, los servicios esenciales del Estado dan lástima o bronca -según se los mire- y las alternativas no parecían tan estrechas. ¿Por qué esto? Porque durante todo este tiempo el Estado siguió haciendo con sus otras manos gastos bastante discutibles en cuanto a su justificación, si se los compara con la pobreza en la que ha obligado a vivir a los empleados de las categorías más bajas del Estado. Sobre todo, considerando que entre estos sueldos más bajos del Estado se cuentan funcionarios verdaderamente esenciales para los servicios públicos, como son los docentes, los policías y los técnicos y profesionales de los hospitales de la provincia. Gastos como la compra de autos para los bloques de la Legislatura, viajes internacionales, contratos y más contratos, asesorías y consultorías... ¿quién establece las prioridades? El Estado muchas veces se aprovecha de la existencia de partidas independientes, como si se tratara en realidad de una hidra con muchas cabezas, sin que ninguna de ellas se considere co-responsable de las acciones del resto. Así actúa, por ejemplo, cuando sigue perpetuando diferencias injustificables entre los sueldos que percibe un empleado de maestranza del Poder Ejecutivo respecto de uno del Poder Judicial o de la Legislatura. Y eso, porque mejor ni pensar en comparar el salario más bajo del Poder Judicial, de la Legislatura o de las empresas públicas con el que percibe un médico hospitalario o un docente. Sea como fuere, los estatales tendrán una bocanadita de alivio que, unida al cobro de la segunda cuota del aguinaldo antes de fin de año, contribuirá a que alcen su mano y digan “adiós” a quien condujo la administración pública durante los últimos ocho años. Aunque no parezcan tener relación, es notable que este anuncio de Verani se produce casi en simultáneo con la decisión del juez Juan Bernardi de pedir su juicio político al solo efecto de convocarlo a prestar declaración indagatoria en la causa por la venta anticipada de regalías, y a la negativa que prestamente le respondieron los legisladores, merced a la mayoría numérica del radicalismo en la cámara. Más efectivo hubiera sido que el juez directamente lo citara a declarar. Tanto el pronto rechazo del pedido de juicio político como el consentimiento del equipo de Economía a autorizar a Verani a anunciar la suspensión de al menos una quita salarial parecen vinculados con el deseo de despedir con honores a un dirigente que el radicalismo rionegrino considera como un modelo de ‘pater político’. En ese mismo marco se inscribe la aparente decisión de la mayoría de los dirigentes de ese partido de consentir el deseo de Verani de ser el próximo presidente de la UCR en la provincia. El propio gobernador ha anunciado que pretende “ser el contrapeso y el control institucional y político del gobierno de Saiz”, control y contrapeso que él mismo nunca tuvo. Según parece, ni a los más veranistas les gusta mucho la idea de un partido fuerte ante un próximo gobernador que, a priori, es posible prever mucho más tenue que el actual. También en este tema Miguel Saiz ha preferido el silencio. Pero quienes lo han escuchado en la intimidad cuentan que ha recordado que desde hace años opina que es deseable que el partido y el gobierno sean independientes, pero lamenta que la misma persona que nunca atendió su reclamo mientras fue gobernador, sea ahora quien cambie de idea para la etapa próxima. No parece arriesgado suponer que Saiz hubiera preferido que Verani se abocara a perseguir la conducción nacional del alicaído radicalismo en lugar de “alternativizar” -como gustan decir los políticos- en una cancha que todavía no ha dejado de pisar. En fin. Así parece ser esta democracia... O al menos este estilo de ejercer el poder al que nos tiene acostumbrados el radicalismo rionegrino, que cuida más a sus dirigentes que a la gente. Todo parece indicar que el acercamiento de Verani a la puerta de salida del gobierno -tras 20 años de vinculación con la acción política provincial- se hará otorgándole privilegios virtualmente de prócer. Nada de rendición de cuentas, nada de exigencias. Sólo alfombra roja y mullida. Esto lleva a reflexionar que, si bien la legislación que fabricaba una “coraza legal” para los funcionarios públicos ha sido eliminada en el país con la derogación del delito de desacato, quienes ejercen el poder -es decir los legisladores, los jueces y los funcionarios- siguen preocupados en cuidarse unos a otros más de lo que el propio sistema prevé. Y el propio gobernador electo está dando señales de su preocupación porque las cosas sigan ocurriendo precisamente así. Una mala señal. Para lo que falta de este período, resta aguardar dos cuestiones que confirmarían o desmentirían la hipótesis. Por un lado, en la Justicia está pendiente la confirmación o no de los procesamientos del presidente de Lotería de Río Negro, Miguel Irigoyen, y del resto de los imputados en la causa por presuntas coimas e irregularidades vinculadas con el negocio del juego. Por otro, resta que se expida la Comisión Investigadora legislativa sobre casinos y negociaciones conexas, que anunció su dictamen para fines de octubre o principios de noviembre. Recordemos que, en su momento, el radicalismo “copó” los cargos de conducción de la comisión en la que, además, tiene mayoría. Sólo queda esperar. Alicia Miller amiller@rionegro.com.ar
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