Viernes 10 de octubre de 2003
 

Una marcha atrás en
derechos humanos

 

Por Andrés Oppenheimer

  Justo cuando las democracias europeas y algunos de los más renombrados intelectuales de izquierda están denunciando la peor ola de represión en Cuba en muchos años, varios países latinoamericanos que se autoproclaman defensores de los derechos humanos están dando pasos de acercamiento a la dictadura cubana.
Efectivamente, estoy hablando del Brasil, Argentina y Venezuela, tres países que -aunque se dicen “progresistas’’- están yendo a contramano del movimiento internacional de derechos humanos. Y no estoy tan seguro de que México, que ha sostenido una postura pro-democracia en Cuba en los últimos cuatro años, no se les una en los próximos meses.
Recapitulemos: a comienzos de este año, después de que el presidente vitalicio cubano Fidel Castro condenó a 75 opositores pacíficos -entre ellos a 25 periodistas- a penas de hasta 28 años de prisión por delitos como escribir artículos para periódicos extranjeros, los países de la Unión Europea instruyeron a sus funcionarios para que bajaran el nivel de sus contactos con funcionarios cubanos y que invitaran a los disidentes a sus embajadas en La Habana.
El mes pasado, tres ex jefes de Estado europeos, Vaclac Havel de la República Checa, Lech Walesa de Polonia y Arpad Goncz de Hungría, escribieron una carta pública a docenas de líderes mundiales, pidiéndoles la creación de un fondo para financiar las actividades de la oposición pacífica en Cuba
Y numerosos intelectuales de izquierda, que hasta hace poco apoyaban al régimen cubano, como la actriz Catherine Deneuve, el cineasta Pedro Almodóvar, el escritor Jorge Semprún y el ganador del Premio Nobel de Literatura José Saramago, rompieron con Cuba en las últimas semanas.
Según dijeron, las condenas a los 75 opositores pacíficos y la ejecución de tres jóvenes que habían intentado salir de la isla en una embarcación secuestrada a comienzos de año fueron la gota que rebasó el vaso.
Sin embargo, el presidente argentino Néstor Kirchner está enviando a su canciller Rafael Bielsa a La Habana para darle mayor nivel a la llegada del primer embajador argentino a Cuba en los últimos tres años.
Según funcionarios argentinos, no hay agendada ninguna reunión con líderes opositores en la isla, aunque Bielsa -en una declaración que habla bien de él- me dijo en una entrevista telefónica el miércoles que “No tengo ningún problema en reunirme con ellos’’ si le piden una entrevista o van a la Embajada argentina.
El canciller agregó que una cita con la oposición “casi sería indispensable para tener una visión completa’’ de la isla.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva hizo un viaje moralmente repugnante a Cuba el 26 de setiembre, en el que se las pasó reunido con Castro y sus adláteres, pero no se entrevistó con ningún líder opositor ni se refirió públicamente a lo que las organizaciones de derechos humanos califican de la peor ola de represión en varias décadas.
Y México está dando señales de doblegarse y dejar atrás su defensa a los derechos humanos en Cuba. Según un comunicado oficial mexicano del 26 de setiembre, el canciller mexicano Luis Ernesto Derbez se reunió con su contraparte cubano en las Naciones Unidas y ambos sostuvieron un diálogo “orientado a fortalecer la comunicación política de alto nivel entre México y Cuba’’.
El comunicado de la cancillería mexicana agregó que se acordó “dinamizar la relación a través de la celebración de reuniones pendientes así como de visitas recíprocas de funcionarios gubernamentales’’. En otras palabras, lo contrario de lo que están haciendo las democracias europeas y otros países preocupados por los derechos humanos.
Cuando le pregunté sobre los acercamientos de estos países a Cuba, el jefe de asuntos hemisféricos del Departamento de Estado, Roger F. Noriega, me dijo el miércoles que “La carta interamericana dice que los pueblos de las Américas tienen el derecho de vivir en democracia y que los gobiernos tienen la obligación de defenderla. No dice que “los pueblos de las Américas, excepto los cubanos, tienen derecho a vivir en democracia’’.
¿Mi conclusión? Si los altos funcionarios latinoamericanos que viajan a la isla no se reúnen con los líderes de la oposición, como Castro lo hace cada vez que viaja al exterior, Brasil, Argentina y México estarán siguiendo los pasos de Venezuela y darán marcha atrás en la defensa colectiva de la democracia en la región.
Desde 1999, cuando la canciller mexicana Rosario Green se entrevistó con líderes de la oposición en Cuba por órdenes de su gobierno, se ha convertido en costumbre que los altos funcionarios europeos y latinoamericanos que visitan La Habana se reúnan con la oposición.
El presidente Venezolano Hugo Chávez y más recientemente Lula rompieron con esta reciente tradición. Sería una desgracia que la Argentina y México sigan sus pasos.
     
     
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