Miércoles 8 de octubre de 2003
		Sobisch vs. Kirchner
		Por Raúl Radonich
		En qué momento y por qué la sombra de Shakespeare atraviesa la vida de algunos hombres y los emborracha de grandeza?”. José P. Feinmann llama la sombra de Shakespeare a “la maldición de la grandeza”, el momento en que el sujeto del drama dice “ahora o nunca”. En Neuquén ese momento fue cuando, finalizada la campaña electoral, el gobernador ya reelecto se lanzó al escenario nacional pretendiendo convertirse en el referente de la derecha criolla. Luego del fracaso electoral de Macri y también de los candidatos de López Murphy en provincia de Buenos Aires y Capital Federal, Sobisch visualiza el momento actual como el más oportuno para presentarse como el político exitoso de ese espacio. El gobernador de Neuquén no duda en confrontar con el presidente de la Nación, lo elige como su adversario político e ideológico. Sobisch no comulga con la agenda política que abrió el gobierno nacional, ni tampoco comparte la dirección de sus definiciones, en particular en lo que hace al campo de los derechos humanos, la Corte Suprema de Justicia, las Fuerzas Armadas, el PAMI, la lucha contra la corrupción y hasta el acuerdo con el FMI. Le desagrada profundamente que Zaffaroni pueda ser el reemplazo de Nazareno, o que Miguel Angel Estrella sea el embajador ante la UNESCO en lugar del impresentable, de la década menemista, Jorge Asís. Al elegir al adversario, Sobisch configura también a sus amigos y aliados; y no sorprende para nada que entre esos últimos se encuentre un personaje como Patti, presunto partícipe -entre otras cosas- del asesinato de los militantes Cambiaso y Pereyra Rossi en 1983. El clima de confrontación que elige el gobernador para satisfacer su hambre de gloria nacional no devendrá en una empatía, y es probable que al definir al presidente de la Nación como oponente principal las relaciones con la provincia no trasciendan más allá de las meramente protocolares-institucionales. El entramado político nacional que pretende construir Sobisch debe servir a los distintos sectores políticos y sociales que no comulgamos realmente con su modelo de concentración económica, hegemonía política, exclusión social y clientelismo. Sus definiciones respecto de los temas mencionados deben, a quienes valoramos positivamente la nueva agenda política nacional y los escenarios que se abren desde esa perspectiva, orientarnos hacia una construcción transversal. Neuquén necesita alternancia política, porque así lo requiere el funcionamiento pleno del sistema democrático; y las alternativas no se construyen en tiempos electorales, sino que son previas. En los momentos electorales, que son algo más que un trámite o una farsa, el pueblo toma decisiones en función de sus intereses, su experiencia y la oferta de candidatos y propuestas que fueron construidas en tiempos de laborioso tránsito conjunto. Es casi obvio que el diseño de coalición definirá la forma que tome la alternativa a construir. Para ello se necesitan sentido común y mucha humildad. Amplitud, que contemple lo diverso, y reglas de juego claras. Con un fuerte sentido ético, que trascienda lo discursivo, porque los medios deben estar en consonancia con los fines. Si nuestros errores y desaciertos, ambiciones, egoísmos y vanidades fueron los ingredientes necesarios que produjeron la dispersión electoral que allanó el camino a Sobisch, persistir con esas actitudes ya no sería imbecilidad, sino suicidio. Las urgencias y el camino que marca el gobernador señalan por contraposición nuestras prioridades. A la transversalidad conservadora hay que oponerle la transversalidad de quienes defendemos la escuela y el hospital público, la justicia independiente, el desarrollo económico con justicia social (articulando la pequeña y mediana empresa), la defensa de nuestros recursos naturales, entre los aspectos más destacados de una agenda mínima. Se debe y se puede construir un colectivo mayor que supere la resignación. Es el momento de empezar. (*) Diputado electo de Neuquén por Frente ARI-Encuentro Neuquino
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