Martes 7 de octubre de 2003
 

El MPN y su apuesta nacional

 

Por Gabriel Rafart

  La política siempre es un escenario de riesgos. Los hombres políticos que a tiempo completo se sirven de ella viven sus días de apuesta en apuesta. Por supuesto que los riesgos aumentan cuando mayor es el capital en juego. Depende de que la fortuna les sonría para salir exultantes por la puerta grande después de visitar la ventanilla del pagador.
En estos veinte años de democracia, no hay duda de que Raúl Alfonsín fue el primero de los grandes apostadores. Carlos Menem fue el segundo, con un éxito por partida doble. En esta historia, Antonio de la Rúa parece haberse quedado con el premio mayor, debido a un juego que jugaron otros y que por el fracaso de su gestión nunca terminó de entender. Tanto Alfonsín como Menem contaron con capital propio y aquella suma adicional que les otorgó un tiempo en crisis con políticos dispuestos a perder su bolsa. El más novel de estos jugadores, Néstor Kirchner, parece haberlos superado, porque su capital político fue incierto desde que se lanzó a la presidencial y sólo recién se conoció el tamaño de su bolsa horas después de cerrados los comicios de abril del 2003. Lo cierto es que estos tres apostadores exitosos y el otro, que nunca visitó una mesa de juego, contaron con un atributo que parece no disponer quien ahora quiere sumarse al trío, Jorge Omar Sobisch. Aquellos fueron exponentes, cuando les tocó jugar, cada uno según su capital, de una fuerza nacional previamente existente. Hoy, dejando de lado el consuelo provincializador para la UCR, es innegable que la única gran estructura más o menos soldada a escala nacional sigue siendo el peronismo.
El actual gobernador del Neuquén quiere lanzarse al escenario distante, cargado de riesgos de la política nacional. Quiere ser presidente. ¿Qué capital posee? En principio, el de ser opositor personal y político desde la primera hora al actual ocupante de la Casa Rosada. En segundo lugar, el haber obtenido un contundente triunfo en su estrecho escenario provincial sobre fuerzas que se identificaron con el rumbo político de Kirchner. En tercer término, estar convencido de que no hay otros dirigentes a nivel nacional que fueran capaces de tener la fortuna que él sí logró. Las dos primeras razones son innegables. En cuanto a la tercera: ¿no hay dirigentes nacionales que puedan hacerle difícil el arribo al palacio presidencial? ¿Es posible que, a cuatro años de la próxima contienda por la presidencia, sea capaz de reunir y capitanear una fuerza “federal”, sólida y armoniosa, de auténtico carácter nacional?
Es cierto que a Carlos Menem, referente del sobischismo en los noventa y en las últimas elecciones, le resultará biológica y políticamente imposible regresar al sitial que supo ocupar. Después de todo siempre la duda se impone sobre su actuación futura, en tanto nunca dejó de ser un apostador compulsivo. Hay otras figuras menores que parecieran ser apenas actores de reparto, aun en sus escenarios provincianos. Patti es uno de ellos. También, se hace muy difícil pensar que Antonio Bussi pueda proyectarse más allá de su Tucumán empobrecida. Ademas todavía tiene una profusa agenda pendiente en la Justicia por sus crímenes durante la última dictadura. Y aquellos otros del peronismo, que apoyaron a Menem el 27 de abril, a la fecha no han dado señales de querer lanzarse por fuera del paraguas protector del “movimiento justicialista”. ¿Sólo el líder emepenista queda en la mesa de los apostadores? Y las cartas que le tocaron en suerte, ¿son ganadoras?
Si bien nadie sabe cuáles son las intenciones de un Francisco Macri, repuesto de sus vacaciones sudafricanas, es posible aventurar que la historia política le tenga todavía un lugar asignado, aun cuando por ahora su situación sería de reserva. Este posee recursos mayores al capital monetario que surge de su complejo empresario. Dispone de atributos que una cultura política en crisis parece no haber dejado de lado y es previsible que por largo tiempo se mantengan enraizados en nuestra sociedad. En efecto, sigue siendo algo más que el símbolo de quien viene de otro lado a moralizar la política desde un sentido gerencial.
Para estos tiempos la apuesta de Sobisch sigue siendo sólo eso. Como político de provincia ha demostrado ser exitoso, porque dispone de la maquinaria estatal a su antojo. Además, ha sido muy hábil por transformar ingentes recursos recientemente obtenidos por la renta petrolera en incentivos selectivos para movilizar voluntades. También supo administrar tiempos y sin dudas conoce como pocos a los hombres y el propio territorio de la política provincial. Por si fuera poco, carece de una auténtica oposición política, que sólo parece entretenerse en el único juego que sabe jugar: el de la fragmentación y la conquista de tal o cual empleo político. Los resultados de las recientes elecciones lo han expuesto a Sobisch como el mejor de los apostadores dentro de la provincia. ¿El capital obtenido es suficiente para apostar por la presidencia de la nación?
     
     
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