Martes 14 de octubre de 2003

El dueño del auto continúa detenido

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- A la una de ayer el juez Miguel Angel Gaimaro Pozzi ordenó la libertad de Mauro Mentuala, hermano de Jorge y también sospechoso por la tentativa de robo del auto de Francisco Martínez, y mantiene detenido a éste como sospechoso de homicidio, pese a que aseguró haber actuado en defensa propia cuando mató a Jorge Mentuala con un cuchillo.

Mauro también resultó con lesiones leves en el episodio, ocurrido a las 6.20 del domingo, pero quedó detenido hasta que el juez decidió liberarlo para que pudiera estar junto a su familia, en las exequias de su hermano.

El hecho se produjo dentro del predio ubicado en Namuncurá 691, cuando Martínez advirtió que había una persona en el interior de su Fiat 147 y se trabó en lucha con él para expulsarlo. Luego, al ser atacado por dos intrusos, tomó un cuchillo y los lesionó a ambos, pero a Jorge le dio una puñalada fatal que le asestó cerca de la clavícula izquierda.

El caso, de exceso o no en la defensa de la vida y propiedad, vuelve a dividir a la ciudadanía, que mayoritariamente reconoce las carencias del servicio de seguridad pública, pero también reniega de los resultados fatales de la "justicia por mano propia". La sensación de inseguridad que siente el individuo que ha sido despojado de algún bien, mediante amenazas o de manera subrepticia, es a veces suplantada por el coraje que lo impulsa a defender, con riesgo para su vida, su integridad física y sus bienes materiales.

El episodio hace recordar al que protagonizó hace 12 años el ingeniero Horacio Santos, que dio muerte con sendos balazos a los delincuentes que acababan de sustraerle el pasacasete de su vehículo, y enfrentó a los defensores de la propiedad privada con los garantistas de los derechos humanos. Es evidente que Santos no era un asesino, pero se convirtió en una persona capaz de matar a quienes avasallaron su propiedad.

Primero, el juez de instrucción Luis Cevasco liberó a Santos por falta de mérito, en una decisión que llevó el caso a las primeras planas, y luego la jueza Alicia Iermini le impuso una condena de 12 años de prisión por doble homicidio simple. No podía reconocerse falta de mérito para el procesamiento de quien acababa de matar a dos personas cuando no corría peligro su vida, pero tampoco podía ignorarse el antecedente inmediato que había precedido a la acción de Santos. Finalmente, la Cámara del Crimen entendió que había actuado bajo los efectos de una fuerte descarga emotiva, producida por el injusto y sorpresivo ataque a sus bienes, y le impusieron una pena de 3 años de prisión en suspenso.

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