Martes 28 de octubre de 2003

La dulzura beatificada de Karamelo Santo

El grupo mendocino hizo bailar y gozar a 400 personas en Neuquén

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Karamelo Santo se hizo uno con su público en Neuquén.

NEUQUEN (AN).- El grupo de rock, reggae, ska, cumbia, salsa y hardcore, Karamelo Santo, se las arregló más que bien para fusionar todo esto y conseguir luego de dos horas la felicidad de una horda de exaltadas y exaltados conformada por alrededor de 400 personas. Fue el viernes pasado en La Colina y el grupo mendocino -radicado en La Boca desde hace 7 años- contó con el soporte de los neuquinos Quijote, que reafirmaron una vez más lo bueno que vienen realizando en el último año.

En su segunda visita a Neuquén -habían participado del Hipo Rock Festival en marzo pasado-, a Karamelo Santo no le costó nada repartir desde el escenario hacia la asfixiante intimidad del lugar la cuota de felicidad, cariño y combate que exuda desde su irrupción en la escena rock argentina, en los 90. Una vez más, quedó confirmado: se trata de una de esas bandas que pueden salvarle la noche a cualquiera que esté inmerso en el demasiado habitual letargo de las caras idénticas, los problemas iguales -o su ausencia- y lo poco a disposición para romper con esa monotonía. Salvo en la rara excepción de este octubre de visitas a raudales (pasaron casi sin anestesia y uno detrás de otro: Palo Pandolfo, Alfredo Casero y Las Pelotas) que poco y nada tienen que ver con la habitualidad de cualquier fin de semana del resto del año.

En ese contexto, a la banda le tocó el nada despreciable papel de seguir contribuyendo con su cuota de frescura. Sobre todo para un grupo fiel de seguidores que crece día a día y que pasó con éxito la tentación de subirse al escenario casi siempre, pese a los 20 centímetros que los separaban de la banda. Tan sólo una distancia fáctica que nada tiene que ver con el acercamiento que hay entre ambos estratos de la música: detrás de una guitarra o delante.

Recién llegados de su gira por Europa, a donde dieron la friolera de 80 recitales en 100 días, sonaron súper afiladísimos, y desterraron de un plumazo las dudas que la infraestructura de local planteaban acerca del sonido. Los lugares chicos necesitan de la lucidez de los músicos para percatarse del detalle de bajar el volumen. Lo que no siempre sucede. Pero en este caso no fue así. La banda invitó a un recorrido por temas de sus tres discos. Y los puntos altos de la noche llegaron con "Ke se caen los botones", "El baile oficial", "Jarillero" y por supuesto, el hit serpentoso y tarantelesco "La Kulebra", que invitó a todos al baile por enésima vez en la noche.

En síntesis, patearon corazones con el golpe seco de un mix compuesto por cuotas iguales de despliegue escénico, una percusión que se siente en el cuerpo y se escucha y respira en el aire, y la desfachatez combativa, desprejuiciada y parrandera que los caracterizó siempre.

 

Fernando Castro

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