Ana Lucero trae a Neuquén un estilo que mora en ella

La pintora de pájaros, de Catriel, expondrá desde el 6 de noviembre en el subsuelo del edificio municipal.

CATRIEL (ACA).- Ana Lucero -"Gaia" es su seudónimo- es tan suave al hablar como sus pinceles.

Dueña de un estilo –llamado neo amazónico- que dice que aprendió pero que mora en ella.

Y tan profunda como los colores con que refleja la vida en sus obras.

Es autodidacta. No recuerda alguna vez en su vida en que no haya pintado. Aunque –pura coquetería femenina- por no denunciar su edad, dice que como profesional hace 25 años que pinta.

A principios de noviembre expondrá en exclusiva en el subsuelo de la municipalidad de Neuquen y –por eso- da la sensación de que toca el cielo con las manos "A pesar de que vine a los cinco años aquí y desde entonces pinto, nunca me ayudaron para participar de muchísmas muestras a las que he sido invitada en todo el país. Siempre tuve que hacer lo que podía por mis medios. Muchas veces pedí ayuda pero nunca recibí a pesar de que siempre colaboro cuando me convocan a exponer en la localidad" se queja "Gaia".

Le dicen la pintora de pájaros, pues muchas de sus obras están repleta de gorjeos congelados a pincel. Su vida tiene un antes y un después de conocer la selva.

Cuando volvió del viaje que le sembró un estilo del que no podrá salir, comenzó a sacar esas toneladas de paisajes que le inundaron el alma. Y los duendes le caminan por las manos. Y no pinta, sólo se deja llevar. Hasta que mágicamente la obra está. Y la firma, sabiendo que es un plagio a su alma.

A través de amigos se conectó con funcionarios de Cultura de la municipalidad de Neuquén. Allí Oscar Smoljan y Guevara le dieron la posibilidad de mostrar lo que ha hecho toda la vida, sus pinturas.

El subsuelo de la municipalidad de Neuquen la tendrá en exclusiva durante varios días a partir del 6 de noviembre. "Es obra de Dios haber conseguido un lugar para exponer allí en ese mes, en el que hay una gran movida cultural. Es uno de los meses más codiciados" cuenta eufórica Ana, como si hubiera podido atrapar con su manos el arco iris.

Es celosa de sus obra. Hay cosas que no muestra -incluso que esconde- si el que observa no aprecia el mensaje Un viaje que realizó a Perú –y especialmente al Amazonas- le cambió la vida. "Allí tuve mi primer maestro –cuenta y vuela en sus recuerdos- mi gran profesor fue un chamán, Pablo Amaringo Shunia, que me enseñó mucho de la naturaleza y de la espiritualidad de ese lugar. Es por eso que en algunos cuadros míos aparecen algunos elementos metafísicos, como por ejemplo duendes, pero me cuido un poco de pintarlos porque me da la sensación de que a la gente le produce rechazo y no lo entienden. Entonces –por ahora- un poco los guardo" dice.

Vive de enseñar lo que nació sabiendo. Sus hijos también pintan pero saben de sobra que es difícil ser artista y tal vez por eso no eligen como profesión el arte de pintar.

"De los chicos se aprende todos los días. Y yo les digo a los padres: No importa que salga pintor. Importa que aprenda a valorar el arte. Cada uno trae su propia llama encendida. Encontrarse con uno mismo es la cuestión" reflexiona.

Trabaja desde las 10 de la mañana. Y no para sino para "picar algo" y seguir hasta las 18. Ahí empieza a vivir. Llega al taller, toma los pinceles y se convierte en Dios, creando pedacitos de mundo, fragmentos de edenes repletos de vida Ha pasado el mediodía y se le cae una anécdota: "En la secundaria hacía dibujitos que regalaba. Hoy, algunos de ellos adornan algunos hogares".

Cuando ya los apuntes esperan contar lo que se pueda de tanto talento irrelatable dice que intentó todos los estilos, "pero siempre vuelvo a lo mismo. Esto que llaman neoamazónico". Y el chamán de Perú que le secuestró el espíritu, resucita en cada trazo.

Rubén Larrondo