XI SEMANA MUSICAL LLAO LLAO

Una primera noche de felices reencuentros

El cuarteto platense, como hace once años. Infrecuente ejecución de una obra de Mozart.

El Cuarteto de Cuerdas de La Plata, junto al violinista Pablo Saraví, conmovieron con Mozart.

SAN CARLOS DE BARILOCHE - A inundarse de la fragancia de la vida. Con esa sensible invocación, el musicólogo Abel López Iturbe abrió la puerta a los sonidos que hicieron suyos los integrantes del Cuarteto de Cuerdas de la Universidad de La Plata para dejar inaugurada antenoche la XI Semana musical Llao Llao en el histórico hotel.

En recién instaurada cábala, en su presentación, Iturbe relacionó que este primer ciclo de la segunda década de conciertos le correspondió, como en la velada original, al prestigiado conjunto platense que esta vez llegó compuesto por José Bondar y Fernando Favero en violín, Roberto Regio en viola y Juárez Johnson, en violoncello. El violinista Pablo Saraví se sumó al promediar la primera parte.

La programación, enteramente dedicada a Mozart, se inició con el Cuarteto en Do mayor K.157 con el que los músicos empezaron a templar la cuerda emocional del público que casi colmó el salón Bustillo iluminado a pleno por seis pesadas arañas de hierro de 24 luces. Sin transiciones a la sentida bienvenida y reseña de los esfuerzos para llevar adelante el ciclo, que realizó López Iturbe, la agrupación encaró sin más ni más una partitura donde virtud y expresión fueron entregados con medido profesionalismo.

En segundo término, el Quinteto en Do menor K.406, que introdujo la viola en el hombro de Pablo Saraví, subió peldaños en la escala de la expresividad y los asistentes, en su mayoría personas y parejas de más de cuarenta años -aunque también podía verse uno que otro rostro adolescente- acusaron el toque a los sentidos con un cálido aplauso previo al intervalo.

Fue un acertado cambio en el orden de las ejecuciones, ya que el Quinteto K.516, previsto para cerrar la primera parte de la noche, fue dejado como pieza única para el final. No hubo dudas de que el "crescendo" que se espera de un espectáculo de esta naturaleza hizo una perfecta curva ascendente que dejó al auditorio en el clímax de sus percepciones en el "allegro" final. Y es que músicos y público dieron muestras por igual de estar disfrutando de la interpretación de una pieza de infrecuente ejecución. Ya lo había anticipado el presentador, quien dio el dato de era la tercera vez que tenía la oportunidad de escuchar el desafío que el genio de Salzburgo plantea en esta composición que incluye a dos violas, una de ellas empuñada por Saraví.

La importancia del acontecimiento musical fue respaldada también con la información de que se estaba grabando un CD en vivo y un video. Esto, por momentos, produjo alguna molestia en el público, por los frecuentes ruidos que provocaba, en sus desplazamientos, el brazo móvil del equipo de filmación.

Sin embargo, no fue obstáculo para que el clima emotivo pudiera advertirse en la ocasional sonrisa traviesa del violoncellista Juárez Johnson, un brasileño de blanquísima cabellera y labios carnosos y la más permanente, pero apacible, del propio Saraví.

La presencia de dos críticos de fuste: Nelson Castro y Juan Carlos Montero de "La Nación", acogida también con aplausos, vino a dar aval a la trascendencia de este encuentro entre la exquisita obra y sus cinco oficiantes.

Apenas pudo el educado auditorio reprimirse hasta el fin para estallar en aprobación con sus palmas y sus "bravo!".

Es por eso tal vez que, sin hacerse rogar demasiado, y tras una fugaz salida de la escena, los artistas hicieron un bis con el movimiento Menuetto del Quinteto K.406, tocado en la primera parte, no sin antes recordar José

Bondar que este año se cumple el cincuentenario del Cuarteto de Cuerdas de La Plata.

En síntesis, una apertura de ciclo en nota de soprano, que anoche al cierre de esta edición, continuaba esta vez con la actuación del violinista Sami Merdinian y la pianista Silvia Lester en una paleta musical armada con creaciones de Johann Sebastián Bach, Beethoven, Grieg y Khatchaturian.

Mónica Jofré