Sábado 4 de octubre de 2003

En clave de Y

Trabajo Y trabajo

Si hay un mundo que funciona en exclusión "en O" es el del trabajo. Si hay un mundo que afronta el desafío de la inclusión "en Y" es el del trabajo.

Entre el campo laboral estatal y el privado existe una enorme tensión, y así es vivida por quienes lo pueblan, sea desde el resentimiento, sea desde el alivio.

Las desventajas del trabajador privado empiezan por la precariedad: puede ser echado en cualquier momento. Sigue por los bajos salarios (con la relativa excepción del petrolero); difícilmente le paguen horas extras, y continúa con la posibilidad de que su patronal se desplome. También con la excepción del petrolero, el sindicalismo privado es débil, y hablo de la zona y particularmente de Neuquén. Al igual que sus obras sociales. Suele tener que aguantar un trato irrespetuoso. Las posibilidades de huelga son mínimas. Y si es mujer...

Pero tiene algunas ventajas, relacionadas con la actitud. No puede dejarse estar; tiene alta competencia y una larga fila esperando que deje el lugar. Tiene que ser activo, en capacitación, en rendimiento, en cumplimiento de horarios. Como lo laboral influye en la vida, probablemente será aguerrido ante las dificultades; peleará.

El trabajador estatal neuquino tiene la ventaja de la estabilidad, de cobrar mejores salarios y en término, de una obra social relativamente contenedora y un sindicalismo fuerte. El contratado tiene grandes posibilidades de ingresar a la planta permanente. El cumplimiento de horario y los faltazos son negociables. Su patrón es eterno.

También tiene desventajas, relacionadas con la actitud. Con algunas excepciones, la valoración no está relacionada con la calidad de su producción: no hay concursos periódicos. Como el ascenso tiene más que ver con relaciones partidarias y líneas internas, el entusiasmo inicial se va diluyendo. Puede ver sus aportes transformados en botín mediático de sus jefes, sin que él figure ni en los papeles. No hay reconocimiento. Cuando además, ve pasar raudamente hacia una categoría superior a alguien claramente descalificado, es evidente que empezará a primar una actitud pasiva. Si protesta, no se moverá de su nivel o será arrinconado en algún lado. Así que hará el balance, y no aportará más que lo indispensable. Y si es mujer...

Este es el mundo de exclusión, es la O. Está en uno, con sus ventajas y desventajas, o está en el otro, con sus ventajas y desventajas. El privado envidiará. El estatal dirá: por suerte me salvo de esa. Así estamos, con las honrosas excepciones -que las hay- de uno u otro lado de la vereda.

¿Será posible pensar en Y?

¿Será posible construir una síntesis que tome lo óptimo de ambos mundos?

¿Puede mejorar el salario de un trabajador privado, lejos de la avaricia patronal? ¿Puede saber que no se especulará con la larga cola que aguarda su despido? Realmente, ¿no pueden pagarle horas extras cuando se queda más tiempo? ¿Un sindicalista privado, dejará de sentir que es de alto riesgo?

Y del otro lado, ¿llegará la hora en que la carrera de un empleado estatal dependa de mediciones objetivas de su calidad y dedicación, sin partidismos?

¿Podrá, a partir de ser más valorado, retribuir con un trabajo disciplinado, sin permisos o certificados eternos? ¿Mejorará esta sociedad nuestra lo suficiente para que un docente, o un médico, deje de ser un experto en casi todo, incluso en la supervivencia económica de tantas familias?

Preguntas, preguntas... a veces, usted y yo sólo podemos compartir preguntas Pero si son preguntas en Y, quizás empiecen a aparecer las respuestas hacia un mundo de inclusión.

 

Beba Salto
bebasalto@hotmail.com

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