Domingo 7 de setiembre de 2003

La semana en San Martín

El bien

Desde el latín, el "bene" era un concepto abstracto y genérico que encerraba la idea de la perfección. Luego, la economía se encargaría de darle al "bien" un sentido más acotado. Para esta disciplina, se trata de las cosas concretas que poseen un valor. Pero no cualquier cosa y en cualquier circunstancia.

El aire es el bien más preciado por todo cuanto respira en el planeta pero, a pesar del pertinaz esfuerzo por contaminarlo, sigue siendo gratis porque no es propiedad de nadie y se obtiene a satisfacción.

Entonces, los bienes económicos deben reunir ciertas condiciones: que sean escasos, que sean demandados para satisfacer necesidades y que favorezcan la acumulación de capital.

El Deliberante de San Martín aprobó días atrás la inenajenabilidad de licencias comerciales para la explotación de taxis y remises (ahora en revisión). Pero la decisión provocó airada reacción de taxistas y remiseros, que vieron esfumarse la posibilidad de hacer valer la licencia como un fondo de comercio. En rigor, la licencia es un "papelito" escaso y demandando. Escaso porque el cupo de unidades está limitado por el municipio -hay 66 y no más-, y demandado porque hay fuerte presión para ingresar a ese mercado.

Se abre entonces una interesante veta para la discusión teórica: ¿la licencia es un bien económico?. Si se tiene en cuenta que sin licencia no hay prestador -al menos legal-, entonces la autorización es tan importante como el taxi.

Forzando la idea, aun cuando se trata de un papel, podría decirse que la licencia es un bien escaso, requerido, complementario y concurrente a un bien de capital para crear capital Desde esta perspectiva, no debiera ser tratada como una autorización del estado a la cual se le pueden cambiar las reglas de la noche a la mañana, sin efectos económicos.

Una licencia aquí puede venderse entre particulares a valores que oscilan entre los 12.000 y 15.000 pesos, cuando el municipio cobraba un canon de 1.000 pesos para autorizar el traspaso, según la vieja ordenanza modificada.

La intención oficial de prohibir las transferencias fue evitar la especulación y la concentración de las licencias en pocas manos.

Si aún se sigue consumiendo cerveza en la calle cuando está prohibido, cabe preguntarse si la comuna tiene capacidad de control para evitar traspasos de licencias para taxis y remises.

La consecuencia podría no ser otra que facilitar un mercado negro, o fórmulas que operen como una gambeta, volviendo a dejar al margen al municipio.

El argumento para restringir la cantidad de taxis es impedir que la fuerte competencia achate la tarifa hasta afectar al transporte público urbano.

Parece opinable pero razonable. Si es así, se podrían ensayar otros mecanismos indirectos para regular el traspaso de licencias sin prohibir o caer en el puro "dejar hacer" al mercado, algo que temen los políticos afectos a prohibir cosas que después el estado demuestra ser incapaz de controlar.

Podría obligarse a pagar un canon por transferencia de licencia tan alto como sea posible, para desalentar o autolimitar el cambio de manos. Sin el recibo oficial por traspaso, o la titularidad original en las manos que correspondan, los vehículos no podrían circular. Al ser un número reducido sería controlable para los inspectores, pero ya no con el auto en la parada sino con y desde el domicilio fijado por el propietario que figura en la licencia.

Es apenas una idea entre tantas que se podrían discutir. Pero lo que no se debería ignorar es que la economía tiene su propia dinámica, muchas veces ajena a las aisladas buenas intenciones.

 

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar

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