Domingo 7 de setiembre de 2003

La semana en Bariloche

Los días por venir

"El Beto siempre fue radical. Se lo prestamos un tiempito al MUP y ahora volvió con nosotros", simplificó, eufórico, un dirigente del partido que hegemoniza desde hace dos décadas el gobierno provincial y ahora también recuperó el municipio.

A esta altura parece extraída de la prehistoria aquella elección de mayo de 2002, cuando Alberto Icare fue ungido intendente por primera vez, en representación de un partido vecinal. Al igual que sus pares de entonces, su discurso era el del localismo resentido con la metrópoli viedmense que discriminaba y postergaba a Bariloche.

Pero Icare interpretó a las pocas semanas de gobierno que no era buen negocio enfrentarse al veranismo. Y, a cambio del apoyo en efectivo del gobierno provincial, aceptó poner su buena imagen a disposición de la UCR, a la cual estaba afiliado desde hace años.

Lo que se dice un "toma y daca" de los que tanto aborrece por estos días el presidente Néstor Kirchner, a quien muchos icaristas se empeñaron en presentaron como amigo y simpatizante incondicional.

El último domingo ese canje de favores dio los frutos esperados e Icare comenzará en diciembre su segundo gobierno con un colchón envidiable de 15.000 votos, que aún así puede resultar insuficiente para amortiguar las críticas si la ciudad no resuelve en poco tiempo sus problemas estructurales más serios.

"Beto" cierra hoy una semana amable y distendida, en la que quedó con las manos libres para renovar su gabinete de colaboradores. Lo más probable es que el radicalismo coloque no menos de dos figuras propias en el equipo de Icare.

Ese solo dato introduce un nuevo cuadro de situación, en el que la hegemonía del intendente no aparece tan límpida como sugiere su cosecha electoral, sino condicionada por los mecanismos de ejercicio y reproducción del poder que caracterizan al radicalismo.

El secretario de Gobierno y operador en jefe de Icare, Adolfo Fourés, dejó esta semana una frase significativa: "Muchas cosas van a tener que cambiar en la provincia" advirtió, como separando la módica esperanza que Icare y su entorno depositan en Miguel Sáiz y la diferencia tajante que plantean con lo más oprobioso del pasado veranista. Pero antes que pensar en la provincia, al intendente le basta y sobra con lo que le espera en el municipio. Su mayor desafío será abandonar la política del bombero para todo servicio y encarar las eternamente postergadas "reformas estructurales". Entre las tareas pendientes urge definir un nuevo esquema tributario que reparta las cargas en forma más equitativa. Hace años que todos los partidos (también Icare) lo consideran prioritario, pero el proyecto no avanza.

También tendrá que cumplir con el anunciado rediseño del área de fiscalización -por siempre ineficiente- y adoptar definiciones claras sobre política turística, el futuro del Emprotur y del cerro Catedral. Otro campo en el que hasta ahora no produjo avance alguno son los servicios públicos: el transporte urbano, el estacionamiento medido y el vertedero de basura hasta ahora sobrevivieron con prórrogas y parches, multiplicando el enojo de los vecinos.

Desde ya que todas las miradas estarán puestas en la política social de Icare, y en su promesa de terminar con los comedores barriales. Uno de los pocos datos concretos que dejó una campaña plagada de ambigüedades. La propia molicie de la oposición y un Concejo con mayoría propia le anticipan un camino allanado, que al mismo tiempo multiplicarán la exigencia y despojarán de excusas al futuro gobierno.

Los barilochenses fueron a las urnas con esperanza contenida y le dieron a Icare un triunfo tan amplio como hacía mucho no ocurría en esta ciudad. Pero para honrar su historia de singularidades, el electorado local fue también el que más ausentismo registró en toda la provincia.

Conviene anotar que esa actitud no se fundó en el desinterés ni el enojo generalizado con la clase política (como ocurrió en octubre de 2001), sino en el insólito amontonamiento de 450 votantes por mesa, que impuso esperas de hasta tres horas para poder sufragar. Muchos no aguantaron y resignaron su derecho. En los comentarios del lunes fueron muy pocos los políticos (ganadores o perdedores) que cuestionaron ese maltrato y ninguno pidió rendición de cuentas a los responsables. Una oportunidad desperdiciada para ejercer ese compromiso cívico tan declamado, que rara vez baja de la tribuna a la realidad.

Daniel Marzal

 

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