Por qué Icare sedujo al electorado de Bariloche

El perfil del intendente pudo más que los métodos tradicionales. El trato cálido y directo con vecinos, su corta trayectoria política y en otros casos la deteriorada imagen de sus rivales se sumaron para proyectarlo como ganador indiscutible.

Alberto Icare es hoy el político de mayor poder de convocatoria en Bariloche. Mantiene un idilio con la gente.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Ajeno a las complejidades de la cátedra política, sin prestar atención a las estrategias demasiado elaboradas, Alberto Icare demostró que su arraigo popular en Bariloche es cosa seria.

Al recorrer su trayectoria política salta a la vista que para "Beto" la intuición pesa más que la planificación. Aprovechando al máximo su perfil de hombre de barrio, fue creciendo casi sin querer, ayudado también por la agujereada credibilidad de sus competidores.

Fue afiliado radical desde joven, pero su historia reciente en la política nació con el MUP, al que ingresó de la mano del entonces poderoso presidente de la Cooperativa de Electricidad, Leonardo De Ferrariis.

En 1999, con 54 años, fue electo concejal por la alianza que su partido conformó con la UCR. Has allí su único cargo público había sido en la Dirección Provincial de Deportes a comienzos de los 90.

El año pasado, con el municipio en llamas, el MUP decidió candidatearlo como intendente para completar el mandato del renunciante Atilio Feudal. Allí dio la primera sorpresa ganándole al PJ y la UCR. Apenas asumió se calzó el traje de ajustador impiadoso, recortando sueldos del personal municipal en plena crisis postdevaluación.

El plan había surgido de la cantera intelectual del MUP e hizo recordar la llegada de Ricardo López Murphy al Ministerio de Economía en tiempos de De la Rúa. Pero no tuvo el mismo final, porque a los 15 días Icare dio marcha atrás, renovó su gabinete e inició un idilio con el Soyem que se prolonga hasta hoy.

En la vorágine de aquellos días también rompió con el MUP y se asoció con el veranismo, que abrió la canilla de la coparticipación y le permitió encaminar la economía municipal. A cambio, le pidieron que sea su candidato a intendente.

Icare aceptó y la historia de ambos tuvo su final feliz el último domingo. La UCR demostró que en el campeonato de pragmatismo no tiene rivales y apostó todo a una figura que en sus propias filas no tenía. Así obtuvo además el empujón que necesitaba para ganar la provincia.

Icare encontró en el pacto la garantía de gobernabilidad que le permitiera salir de la tormenta perpetua "y buscar lo mejor para Bariloche". Esto último es lo que creen ciegamente sus votantes: que el actual intendente nació en la ciudad y la quiere como nadie.

Y si algo sale mal es porque hubo una maniobra para perjudicarlo. "Pobre Beto, mirá lo que le hicieron con el asfalto de la Bustillo", se escuchó decir en estos días cuando colapsó una obra de Viarse con claro tinte preelectoral.

Un dirigente del PPR aseguró que durante la campaña realizaron decenas de reuniones en los barrios y que en muchos lugares la gente los recibía y escuchaba, pero la frase de la despedida era siempre la misma: "todo bien, pero yo estoy con el Beto". Un idilio sin explicación racional.

Es evidente a esta altura que mantiene un idilio sin explicación racional con gente de todas las franjas sociales. Y que su márketing elemental no tiene otra herramienta que el trato cálido y sensible con el vecino. Como en gestiones anteriores, en la antesala del despacho del intendente suele haber un desfile constante de gente que pide soluciones a un problema puntual. Nunca como antes, con Icare son muy pocos los que se van defraudados.

Su carisma parece asentarse así en su simpleza, antes que en la envergadura intelectual. Y la sociedad con la UCR puso en claro que a esa imagen del "buen vecino" supo añadirle una buena cuota sagacidad política.

Esta última es responsabilidad, en buena medida, de su secretario de Gobierno, Adolfo Fourés, que fue un actor clave en los acuerdos establecidos con el Soyem y el gobierno provincial.