Lunes 22 de setiembre de 2003 | ||
Consideraciones de la financiación educativa |
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Por Soledad Herrera (*) |
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La economía de la educación está relacionada con la teoría del capital humano, desarrollada a partir de los trabajos de Shultz (1961), Gary Becker (1963, 1964) y Mincer (1970, 1974), que consideraron la educación como una inversión y analizaron la medida de su valor económico, su influencia sobre la productividad, ingresos y el crecimiento de un país. Estudia además aspectos relacionados con la demanda educativa, la asignación y uso de recursos, los procesos de producción de educación, su distribución entre grupos y el impacto que genera sobre la reducción de la pobreza y la desigualdad de los ingresos. En materia de política económica - educativa y más precisamente a nivel de financiamiento, desarrolla ciertos conceptos importantes e interesantes. La eficacia es uno de ellos. La eficacia externa estudia la medida en que la educación satisface las necesidades del mercado de trabajo y de la sociedad. Una herramienta de análisis es el cálculo de la tasa de rendimiento privado y social. Mingat y Tan (1996), por ejemplo, concluyeron que el rendimiento social de la educación depende del grado inicial de desarrollo de un país y de los niveles de educación hacia los cuales son dirigidos los esfuerzos. En los países de menores ingresos recomiendan orientar la inversión hacia la educación primaria, en los de ingresos medios a la formación secundaria y en los países de altos ingresos hacia la educación superior. La eficacia interna, por su parte, describe las relaciones entre los factores que intervienen en el proceso de educación y los resultados escolares al interior del sistema o de una institución determinada. Entre los factores escolares se considera por ejemplo la infraestructura, el equipamiento, la organización, la gestión, el personal docente y no docente. Los no escolares son los relacionados con el nivel socioeconómico del alumno y con sus características personales. Es útil al analizar la eficacia interna diferenciar la eficiencia económica y la eficiencia técnica. La primera es la correcta elección de combinación de factores, con sus precios y la función de producción dados, mientras que la segunda significa operar en la frontera de producción, es decir que se está utilizando la mejor técnica de producción de educación posible. Los estudios sobre el rol de los recursos educativos en los resultados escolares comenzaron con el “ Coleman Report” (1966) en Estados Unidos. Estos trabajos concluían que el aumento del gasto por alumno y el de la formación de los docentes no tenían efectos significativos en los resultados escolares. Sin embargo, estudios posteriores y aplicados en países en vías de desarrollo examinaron la influencia del tamaño de clase, del nivel de calificación de los docentes y de los manuales sobre el rendimiento de los alumnos y obtuvieron, en su mayoría, conclusiones generalmente opuestas o con ciertos matices. (Hanushek, 1971, 1979, 1986). Lo importante del debate es que no existe una relación clara, positiva y sistemática entre recursos asignados a la educación y resultados escolares obtenidos. Una mayor inversión no necesariamente garantiza una mejor calidad educativa, sino se modifican aspectos relativos a la eficacia interna y externa del sistema. En numerosos países, las crecientes restricciones financieras generaron que el financiamiento de la educación fuese uno de los temas más tratados, orientando el esfuerzo a mejorar la eficacia, la calidad y evaluar métodos alternativos de financiación. Un sistema de financiación privada acompañado de un sistema de becas, en un contexto de exceso de demanda de escolarización y ante restricciones de recursos financieros del Estado, puede permitir aumentar la oferta y mejorar la calidad de la enseñanza . Sin embargo, existen razones para la provisión pública de educación: la equidad y la existencia de externalidades positivas. La equidad hace referencia al acceso a la educación y a la distribución de los beneficios netos que genera en la sociedad. La cuestión es saber si esos costos y ventajas están igualmente distribuidos entre regiones, sexos y grupos socioeconómicos. El Estado debe intervenir en la medida en que la escuela debe contribuir a la igualdad de oportunidades y a una cierta equidad entre los individuos. No sólo es necesario facilitar el acceso, sino también proveer una educación de calidad comparable, independientemente de las condiciones sociales o geográficas. La existencia de efectos externos positivos, como sostienen los diferentes modelos de crecimiento endógeno (Romer 1986, Lucas 1988 ), justifica la intervención del Estado en áreas como la educativa. La provisión privada puede generar una sub-inversión para la sociedad porque las externalidades son efectos que no tienen un valor de mercado. Existen numerosos ejemplos, a mayor educación recibida, mayor es la productividad no sólo de las personas que recibieron esa formación, sino también la de los factores humanos y físicos que interactúan. Incrementos en la alfabetización y en la educación alcanzada por parte de la población permiten controlar la natalidad y la mortalidad infantil, mejorar la nutrición y la salud, así como también una mayor cohesión social y descenso del crimen. BIRSDALL (1996) sostiene que las externalidades positivas de la educación superior pueden estar asociadas a las actividades de investigación de base y a la formación de estudiantes. La educación necesita la financiación y la intervención del Estado, ya que la provisión privada podría generar un volumen y calidad de capital humano insuficientes respecto de las necesidades económicas y sociales de la comunidad y/o país. Por otra parte, una adecuada intervención contempla ciertos aspectos y objetivos fundamentales como la equidad, que el mercado no puede asegurar. (*) Economista. Posgrado en Economía de la Educación, Francia |
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