Miércoles 17 de setiembre de 2003
 

Nace el G-23

 

Por Aleardo Fernando Laría

  El enfrentamiento entre los países ricos y pobres ha hecho fracasar la cumbre de la OMC. Todas las cuestiones pendientes continuarán ahora siendo negociadas en la sede de la OMC en Ginebra. Ninguna de las partes enfrentadas se ha alzado con la victoria y las espadas continúan en alto. Pero el G-23, la alianza encabezada por Brasil, India, China, Argentina y Sudáfrica, ha resistido los embates de los poderosos y se ha consolidado como un grupo capaz de plantar a los países ricos y desarrollados.
Las negociaciones en el mercado agrícola habían obtenido un ligero triunfo de los países pobres. Por primera vez se había logrado el tratamiento específico para un solo producto. Cuatro países africanos muy pobres (Mali, Burkina Faso, Benin y Chad) habían conseguido imponerse en su batalla contra los subsidios al algodón. Pese a la resistencia de los españoles y griegos, la Unión Europea había aceptado una reducción al 60% de las ayudas desvinculadas de la producción y del 40% de las que se conceden por superficie cultivada. Pero el fracaso en las demás mesas negociadoras, donde se discutían otros temas como el de los aranceles industriales, no permitió consolidar el éxito.
La intransigencia del bloque integrado por la Unión Europea y Estados Unidos, tratando de imponer sus propuestas en materia de protección de inversiones y garantías de una libre competencia en los mercados (los llamados temas de Singapur), rompió las negociaciones. Naturalmente, los países menos desarrollados no desean dejar desprotegidas sus industrias para que sean devoradas por las multinacionales, ni pueden permitirse desregular las cuestiones vinculadas con las inversiones extranjeras. El G-23 pudo resistir los embates y a pesar de las enormes presiones los países africanos se mantuvieron firmes en su respaldo. De manera que a pesar del nulo resultado de las negociaciones, los países menos desarrollados pudieron brindar al menos una imagen de cohesión y fortaleza.
El fracaso de la cumbre de Cancún muestra de modo palmario que estamos asistiendo a una crisis general del modelo de relaciones internacionales de este período de la globalización. Del mismo modo que Kofi Annan ha reclamado una refundación de las Naciones Unidas, los negociadores de la OMC deberán aceptar que las medidas dirigidas a la liberalización de los mercados queden vinculadas con los problemas del desarrollo de los países pobres. “Si ésta ha sido llamada Ronda del Desarrollo, debe haber gestos por parte de los países ricos, si no, le ponemos otro nombre”, se quejaba un delegado africano.
Todo lo que se negocia en la OMC tiene enormes repercusiones sobre la vida de millones de personas, en especial de los campesinos pobres y los trabajadores de los países menos desarrollados. Relata Paul Kennedy en ‘Auge y caída de las grandes potencias’ que la mecanización de los hilados entre las décadas de 1750 y 1830 permitió que la participación británica en la manufactura total mundial se incrementara de modo espectacular. Pero la historia fue muy diferente para China y la India. Esos países se desindustrializaron aceleradamente debido a la penetración en sus mercados tradicionales de los productos mejores y más baratos procedentes de las fábricas textiles de Lancashire. Miles, tal vez millones de artesanos, fueron arrojados a la miseria y la pérdida de su poder adquisitivo provocó una brusca caída del PBI de esos países. Un fenómeno que no puede volver a repetirse.
Actualmente, el trabajo que despliegan las ONGs ha permitido neutralizar en las mesas de trabajo la silenciosa labor de más de 700 lobbies de los poderosos grupos industriales y agrícolas de la Unión Europea y los Estados Unidos. La contestación en la calle permite a su vez llegar a una opinión pública mundial que permanecía desinformada por la ausencia de estos temas en los medios de comunicación. Estamos asistiendo al trabajoso nacimiento de una incipiente democracia global. Los poderosos ya no pueden imponer simplemente sus preferencias, pero como en la época de los grandes cambios, todo se muestra confuso, porque lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer.
     
     
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