Domingo 14 de setiembre de 2003
		La batalla de Roca
		Por Alicia Miller
		El valor de los desafíos suele medirse con varas que nada tienen que ver con hechos objetivos. Sucede en política. Sucede en otros territorios de la mente humana. Sucede en la vida. Roca no es la ciudad más poblada de la provincia. Tampoco es capital. Ni la más vieja. Ni la mejor. Ni la peor. Sólo es el bastión sobre el cual el radicalismo rionegrino construyó dieciséis años de poder. Y creyó tenerla en un puño. No en vano invirtió en clientelismo, en punteros y en una red de asociaciones intermedias alimentadas con dinero oficial. Por eso, el golpe que recibió ese partido al obtener en Roca sólo 600 votos de diferencia por sobre el peronismo en la reciente elección de gobernador -sin contar los votos que fueron a Encuentro, el MARA y otros partidos- puede ser interpretado como el fin de una etapa. En esto conviene hacer dos análisis: El primero es ver de qué modo influye esta victoria -con gusto a derrota- del radicalismo en el modo en que Miguel Saiz, el gobernador electo, está planteándose lo que será su futuro gobierno desde diciembre. En este punto, sin duda que Saiz -que surgió presionado y condicionado desde el comienzo por las necesidades del veranismo- debe respirar ahora mucho más aliviado. La fuerza que lo impuso como candidato hoy tiene pocos blasones que mostrar, y esto lo deja -por primera vez en su carrera política- con una relativa libertad de acción para elegir gabinete y decidir con quién rodearse. Pero, callado por naturaleza, cada silencio de Saiz es hoy un aguijón en la ansiedad del veranismo. En ese grupo hay quienes se controlan más y quienes menos. Y entre estos últimos parece estar el vicegobernador electo Mario de Rege, quien busca asegurar los nombres de varios de sus amigos en organismos que considera propios, tal como el Departamento Provincial de Aguas que hasta ahora conduce. Es así como el radicalismo, que durante años se vio conmovido por la contienda entre blancos y veranistas, hoy tiene a éstos como únicos contrincantes... y entre ellos mismos. Básicamente, el grupo liderado por Daniel Sartor busca conquistar espacios. Por otra vía lo hace el sector más ligado al ministro de Economía, José Luis Rodríguez -precisamente con una metodología y objetivos opuestos al anterior- y, por otro, el ‘eje viedmense’ de De Rege. En fin... lo que unos y otros no toleran es precisamente haber “construido” un gobernador que hoy no parece pedirles instrucciones. Y de quien conocen su buen diálogo con el mendiorismo y hasta con sectores ajenos al partido. Ese aire bonachón y conciliador de Saiz que les permitió, aun en medio del desprestigio del actual gobierno, conservar la gobernación por otros cuatro años, hoy les parece un defecto que desearían cambiar de modo urgente. En cuanto a las definiciones acerca del gabinete, podría decirse que la única que hasta el momento dan por cierta quienes lograron que Saiz dijera cinco palabras seguidas sobre la cuestión es ésta: “Del actual equipo de gobierno no quedará nadie en el nivel de ministros, secretarios ni presidentes de entes o empresas del Estado. Y me tomaré tiempo para decidir”. Tiempo tiene. Hasta diciembre puede pasar mucha agua debajo de los puentes, y conocer Saiz mucho más acerca de la naturaleza humana de quienes hoy lo buscan a sol y a sombra. El tiempo y el “aire” que devienen, precisamente, del “efecto Roca”. Vayamos entonces al segundo punto en análisis: el modo en que el resultado en la cuna del veranismo incidirá en la elección de intendente de Roca, el próximo 26 de octubre. Es un nuevo escenario. Un desafío diferente. Y las varas que usó el electorado para ir a votar el 31 de agosto se han quemado ya en la hoguera de las vigilias. Otras se preparan por estas horas para juzgar y valorar las candidaturas municipales. Esto es fácil decirlo. Pero implica una incertidumbre que transforma el terreno en un arenal. En el radicalismo, el magro resultado de la elección dejó a los Sartor sin el aliento que pensaban invocar para buscar la intendencia y en medio de una retahíla de reproches acerca de quién tiene la culpa de lo sucedido. Pero, en lugar de reflexionar y ceder, otra vez la intención de priorizar la “lealtad veranista” por sobre la imagen del eventual candidato, lo llevó a impulsar la figura de “Goyo” Martínez que, apenas anunciada, ya provocó una fractura al distanciar a Roberto Fieg, quien desde hacía tiempo se preparaba para aspirar a la comuna. Tanto revuelo hay, que hasta se duda del destino de esa candidatura. Algo similar sucedió en el peronismo: Alejandro Gorsky daba por descontado el respaldo del partido, comprometido desde hace casi un año, y fue sorprendido por la imprevista vocación municipalista de Carlos Soria a quien, por lo visto, no le gusta la idea de resignar protagonismo después de su derrota electoral. Soria cree que los votos que el peronismo sacó en Roca le son propios y que se repetirán en su candidatura para intendente, una afirmación difícilmente demostrable. Gorsky insiste en que, tal como sucedió el 31 de agosto, al peronismo no le alcanzan los votos propios para ganar la intendencia y necesita, en cambio, de un acuerdo con el MARA y Encuentro, para lo cual su candidatura es la puerta y la llave. La cuestión es que ellos dos y Norberto Bassi disputarán una interna abierta... Y otra vez la cuestión es la vara con que se miden las cosas. ¿Es igual la visión de un afiliado peronista que la de un extrapartidario? Lo bueno, en todo caso, es que el Partido Justicialista hace internas abiertas. Y que, en caso de que personas ajenas al partido concurran en gran cantidad a votar por el candidato que prefieren, mejorará la fortaleza del postulante que resulte ganador de esa compulsa y que deba competir luego con el radicalismo y el resto de los partidos. El MARA y Encuentro, por ahora, parecen árbitros. Pero sin duda tendrán un rol activo en la “batalla de Roca”, para lo cual mirarán cada paso de los dos contendientes tradicionales. La participación de la gente dirá el resto. Alicia Miller amiller@rionegro.com.ar
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