Domingo 14 de setiembre de 2003 | ||
El paro docente |
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Por Héctor Mauriño |
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Independientemente de los reclamos que esgrime, el paro por tiempo indeterminado que lleva adelante el gremio docente aparece como una medida desproporcionada, tanto por sus efectos como por el hecho de que difícilmente podría ser sostenido en el tiempo. Además, aunque se trata de un conflicto de larga data, la irrupción de esta última medida de fuerza en medio de la campaña electoral lo convierte en un claro factor de presión, por sí mismo cuestionable como metodología. Desde el gobierno se ha intentado ignorar estos reclamos señalando que los salarios de los docentes neuquinos están entre los más altos del país y advirtiendo que no sería posible satisfacer los pedidos porque eso incrementaría la masa salarial, actualmente de unos 700 millones, a un punto que la volvería inmanejable. En realidad, el reclamo docente se viene arrastrando desde comienzos de año. Las demandas del sector están contempladas en un documento de once puntos referidos a diferentes aspectos de la política educativa entre los cuales el salarial, consistente en un pedido de recomposición del 75% del valor punto, por el cual se liquida parte de los salarios, es sólo uno de ellos. En ese contexto, el gobernador Jorge Sobisch -como luego su reemplazante interino Jorge Sapag- se ha venido negando a recibir a los dirigentes del gremio, en una actitud de excesiva dureza, propia de su estilo confrontativo con los gremios estatales, a los que en lugar de reconocerles el papel de representantes de intereses sectoriales, los ha colocado innecesariamente entre sus principales enemigos políticos. Así, la cerrada negativa a recibirlos y escuchar sus reclamos, algunos de los cuales por su raigambre social o su vinculación con los problemas de la educación forman parte de las preocupaciones de la comunidad, aparece más como un denodado intento de torcerles el brazo y mostrarles “quién manda”, que como una muestra real de autoridad. En realidad, por su particular inserción, el sector docente viene soportando sobre sus espaldas parte de los efectos de la crisis social. No es ninguna novedad que los chicos arrastran hasta la escuela un cúmulo de problemas que no tienen nada que ver con lo educativo, pero que se han convertido en materia de aplicación de los maestros. Recientemente, la Red Intersectorial de la Niñez y Adolescencia, que integran las iglesias Católica y Metodista, y la Defensoría del Niño y el Adolescente, dio cuenta del grave cuadro que afecta a los barrios del oeste de la capital, donde imperan flagelos como la desnutrición, abandono escolar, violencia familiar, embarazo precoz, adicciones y alcoholismo. Entre las principales víctimas de este estado de cosas se cuentan los niños y los jóvenes en edad escolar. También trascendió hace poco el cuadro de los chicos que comen en la basura. La directora de una escuela reveló que 30 alumnos que asisten al establecimiento dormitan en sus bancos porque pasan la madrugada en el basural, juntando alimentos y otros elementos para sobrevivir. Otro director, esta vez de una escuela secundaria, reclamó la instalación de un comedor en su establecimiento para paliar el hambre entre los alumnos. Los comedores escolares se han generalizado y el problema de la alimentación se reproduce a nivel medio y aún universitario. Muchos docentes que lidian a diario con esta dura realidad han debido recibir atención psicológica. Con una escuela que ha dejado de ser simple vehículo de formación para convertirse en primera línea de batalla contra la pobreza, es difícil precisar cuáles son los verdaderos alcances de la labor docente y si esa actividad está realmente bien o mal remunerada. Este cuadro contrasta con los holgados recursos de los que dispone la provincia a raíz del incremento de las regalías de petróleo y gas, y con el dispendio en el que está empeñado el gobierno para mantener su sistema clientelista, sostener su gigantesco aparato electoral y sufragar los jugosos créditos con los que premia a sus amigos e incondicionales. Es difícil sostener a ultranza que la masa salarial es sagrada, cuando se otorgan créditos millonarios, se recorre la provincia con una chequera en la mano para conseguir adhesiones electorales o se devuelve de la noche a la mañana el 20% de zona desfavorable por mera especulación electoral y sin medir las consecuencias para las arcas públicas. El jueves el vicegobernador, presionado por un piquete docente, admitió que los recibiría después de las elecciones. En realidad, tan súbito cambio de actitud guarda relación con el hecho de que la protesta docente tuvo una repercusión mayor a la esperada. El paro se siente poco en los establecimientos -entre otras cosas porque los descuentos sí se sienten-, pero hasta ahora las marchas fueron nutridas. Entre otras cosas, porque han servido para canalizar el descontento con el actual estado de cosas del resto de los estatales y de los grupos de desocupados que se resisten a ingresar en el aparato político del MPN. El oficialismo, que apostaba a que el paro se desinflara rápidamente, ha comenzado a verlo con mayor preocupación, fundamentalmente porque no quiere que nada empañe la carrera a la reelección de Sobisch. Así las cosas, apeló a difundir los sueldos de los dirigentes gremiales, en un intento por enfrentar a los sectores contestatarios entre sí. No estaría de más que diera a conocer también los de la planta política, que no ha cesado de crecer en lo que va de la gestión. La discrecionalidad en el manejo de los recursos del Estado habilita los reclamos sectoriales más disímiles. Héctor Mauriño |
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