Domingo 14 de setiembre de 2003 | ||
K se siente David |
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Por Arnaldo PAganetti |
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En el campo internacional no hay amigos, sino intereses. Los gobiernos, en sí mismos, no son buenos ni malos. Tienen visiones estratégicas inteligentes (donde no se deja nunca a los segmentos predominar sobre el conjunto) o se enredan en un molinete que gira y gira sin detenerse, como les venía pasando hasta ahora a los que oscilaron como inquilinos (que se creían dueños) de la Casa Rosada. Obteniendo, por regla, beneficios propios en desmedro de la franja más sumergida de la población. Dado que el que se quema con leche cuando observa una vaca llora, en el mundo se sigue mirando con desconfianza hacia estos lares. “¿Será posible que hayan cambiado los argentinos?”, era, sin embargo, la principal pregunta que se hacían en capitales de Occidente, luego del agónico acuerdo que el presidente Néstor Kirchner logró arrancarle al Fondo Monetario Internacional, iniciando así el proceso de refinanciación de la gravosa deuda externa, para lo cual tuvo que “calzar” un pago de 2.900 millones de dólares, cuyo incumplimiento por horas hizo que los países escandinavos (Dinamarca, Suecia y Noruega) pusiesen el grito en el cielo. Las cuentas con el FMI empezaron a clarificarse merced al papel fundamental de la administración de los duros republicanos estadounidenses, cuyo presidente George Bush trabajó en la misma frecuencia que Kirchner, así como su secretario de Estado Colin Powell lo hizo en la del canciller Rafael Bielsa. Ver para creer. “Ahora -confió una alta fuente de la redimida diplomacia nacional- con gran seriedad y prudencia debemos responder a los tenedores de bonos, aún con quitas importantes. Hay que dedicarles todo nuestro tiempo. Una presentación en Roma de Valeria Mazza tiene repercusión, pero es mucho más impresionante la de 60 o 70.000 tenedores de títulos”. Si el gobierno de K se dividiese en etapas, la primera estará marcada por el cierre del entendimiento con el FMI, en cuyo tramo final hubo chisporroteos entre el jefe de Estado, que ya demostró que no es “un chirolita” de nadie, y el ministro de Economía Roberto Lavagna, herencia beneficiosa que dejó Eduardo Duhalde, el caudillo en las sombras. “Desde el punto de vista europeo -aseguró el diplomático que habló con “Río Negro”- esas diferencias de opinión serán positivas si es que Lavagna sigue en su puesto y las divergencias futuras no concluyen en una crisis terminal a la que estuvimos habituados”. Sintiéndose como David luego de disparar la honda que derrumbó a Goliat -esa es la figura preferida de los patagónicos- K se sintió confortado con el apoyo de algunos líderes latinoamericanos y no pudo menos que lamentar que en los momentos cruciales su socio excluyente en el Mercosur, Lula Da Silva, estuvo “inhallable”. Se ufanó el santacruceño de haberle doblado el brazo al FMI, manteniendo en alto sus predicados para reducir la pobreza e inaugurar el crecimiento económico. Y firmando sólo lo que se comprometió a cumplir. Que no es poco, a juzgar por las advertencias lanzadas por el titular del organismo, Horst Köhler, acerca de la necesidad de aumentar las tarifas de los servicios públicos y compensar a los bancos dañados -como todos en este bendito país- por la pesificación asimétrica. Se permitió Kirchner avanzar sobre un fenómeno que creció luego de los sucesos que desembocaron en la caída de Fernando De la Rúa: reclamó la comprensión de la dirigencia piquetera para terminar “con los cortes de rutas y calles que también perjudican a la gente que trabaja y sufre”. Uno de los dilemas existentes en las potencias desarrolladas, en especial en EE.UU, giraba alrededor de saber a quién se parece Kirchner. ¿Cuál es su modelo de estadista? Las presencias rimbombantes en Buenos Aires del cubano Fidel Castro y del venezolano Hugo Chávez, quedaron en el anecdotario. Además de la defensa encendida del mexicano Vicente Fox a Kirchner en la reunión de la Organización Mundial del Comercio, en Cancún, sorprendió el aliento práctico que dos veces hizo en el “día D”, el chileno Ricardo Lagos. “Es un paradigma el socialista Lagos. Dijo no a la guerra contra Iraq de Estados Unidos, y después selló un trato privilegiado con la potencia del Norte”, aventuró una fuente gubernamental que, no obstante, se preocupó en no empequeñecer la alianza regional con Brasil. Y eso a pesar de las molestias por el comportamiento “envidioso” de Itamaraty. Kirchner se distanció de Lula cuando se enteró que, jugando por atrás, siguió haciendo lobby para que Brasil tenga en exclusividad un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y no rotativo, como aspiran Argentina y Chile, mentores del ABC peronista. Lula batalló también contra la bandera finalmente lograda por Kirchner, de conseguir la meta de un superávit del 3 por ciento del Producto Bruto Interno. A Brasil se le exigió 4.25 y a Turquía, otro de los rescatados por el FMI, 6 por ciento. Una cosa fue el default reprobado internacionalmente de Adolfo Rodríguez Saá y otro el circunstancial timoneado por K, quien se granjeó la simpatía externa cuando abrió la investigación por los atentados contra las sedes judías en Buenos Aires, trazó una política de derechos humanos sin impunidad y ofreció negocios, especialmente a los norteamericanos, sin manchas de corrupción. La apertura argentina apenas inauguró un ciclo que no quiere descuidar a ninguna comunidad. El miércoles por la noche una delegación de 11 países árabes, que tiene tres millones y medio de personas de ese origen residiendo en el país, estuvo sondeando una nueva relación con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, el jefe de gabinete de la Cancillería, Eduardo Valdez y Jorge Taiana (h). Como peronista que es -“no lo desvela” haber apostado hoy por Aníbal Ibarra en la Capital Federal contra Mauricio Macri, otro que espera ganar para afiliarse al justicialismo-, Kirchner es un pragmático. Hizo migas con los socialdemócratas europeos de la tercera vía, con la derecha norteamericana y se dispone, con marcas culturales registradas como “Tango” y “Jorge Luis Borges”, a incursionar por Asia, Africa, China, Japón y Corea. Con las característica de un “calentón adolescente” -que luego reflexiona y llama a los que castigó, como hizo con Daniel Scioli y Lavagna-, K pretende ofrecer “reglas claras para desarrollar un capitalismo nacional” y -esto sí que no lo deja dormir- “achicar la brecha entre ricos y pobres”. Protesta contra la política de subsidios agrícolas. “Está bien que ganen ustedes, pero también dejen que ganemos nosotros”, es la pauta que le baja a sus representantes con responsabilidades en el extranjero. El embajador ante Irán, Ernesto Alvarez, informó por ejemplo al Palacio San Martín, que pese al incidente que desembocó en la detención temporaria en Londres de Hadi Soleimanpur, con pedido de captura del juez Juan José Galeano, “cada vez le vendemos más trigo, soja y aceite” al gobierno de los religiosos musulmanes. La complejidad del “pagadiós” argentino es monumental y afecta temas internos sensitivos, como el de los servicios públicos y de las obras de infraestructura. Diplomáticos de Gran Bretaña -que actuó más por acción que por omisión, producto de su soldadura con EE.UU.-, hacia donde marchará el mes próximo como nuevo embajador Federico Mirré, coincidieron con los sus pares españoles, franceses e italianos (en este caso, pese al pésimo humor de Berlusconi), en que lo más saludable es que la Argentina se recupere. De esa forma tendrán más chance de cobrar. “Nos pondremos primero en la cola, delante de la ventanilla”, expusieron su interés. Arnaldo Paganetti |
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