Jueves 11 de setiembre de 2003 | ||
Entender para respetar y conservar |
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Por Antonio Torrejón |
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Para conservar la naturaleza hay que conocerla, y conocer no es sólo mirar y ver, sino entender. De allí lo imprescindible de los programas integrales de interpretación. El turista que entiende, comienza a ser protagonista en el lugar visitado, creciendo de esta forma en otros contenidos culturales que le aportan lo esencial de los viajes modernos: “la satisfacción”. Por eso es necesario que el turista aprenda a observar, ya que el desarrollo de esta capacidad le va a permitir descubrir en la naturaleza un sinnúmero de situaciones que ayudarán a encontrar la explicación de muchos de los procesos que la caracterizan, y lo irá convirtiendo en un ser humano, además de inteligente, por encima de todo respetuoso por convicción. Es la historia natural de los sectores visitados la que se va a descubrir en la medida en que el observador paciente vaya analizando lo que despierte su curiosidad. Cambios en la vegetación, signos que delatan presencia de fauna, cambios en la geomorfología de las áreas son situaciones que aportan mucho al conocimiento y entendimiento de los procesos naturales. En la ecología de un área determinada, la fauna tiene un rol de primera importancia (por su condición de seres vivos con gran capacidad de movimiento) y es el elemento de un ecosistema que mayor atención requiere del observador, ya que por su vulnerabilidad se ha sabido mantener distante de su peor enemigo: el hombre. Es por eso que para incorporarla como elemento de análisis es necesario trabajar en la mayoría de los casos con signos que delatan su presencia más que a través de la observación directa. Este es justamente el objetivo de la integral comunicación que hay que brindarle al turista que debe convencerse, por el camino del conocimiento, de que “no tiene sentido visitar un Area Protegida” si no se informa, con algún nivel de detalle, de los atractivos y su interrelación, que en última instancia da pie a la “frágil” red que posibilita en todos los estamentos la continuidad de la vida. La Carta Mundial de la Naturaleza (Unesco) era contraria hasta de “la soberanía permanente de los Estados sobre sus recursos naturales”, por considerar que la naturaleza no reconoce las fronteras trazadas por el hombre y que la biósfera es una sola. No obstante estas disonancias, la aprobación primero del “Compromiso mundial del respeto al ambiente” y ahora de la “Carta Mundial de la Naturaleza” en el concierto de las naciones, marcan, sin duda, un hito en el duro camino del hombre contemporáneo hacia el restablecimiento de una relación armónica con el mundo natural. Sin pecar de optimista, dado el incumplimiento de otras cartas como la de los “Derechos Humanos”, es razonable esperar que el documento contribuya a reforzar considerablemente la posición de los defensores de la naturaleza y a ‘debitar’ la de sus agresores, conscientes o inconscientes. “La especie humana es parte de la naturaleza y la vida depende del funcionamiento ininterrumpido de los sistemas naturales”. “La civilización tiene sus raíces en la naturaleza. La vida en armonía con la naturaleza ofrece al hombre posibilidades óptimas para desarrollar su capacidad creativa, descansar y ocupar su tiempo libre en su zona de residencia o en condición de turista”. “Toda forma de vida es única y merece ser respetada, cualquiera sea su utilidad para el hombre. Con el fin de reconocer a los demás seres vivos su valor intrínseco, el hombre ha de guiarse por un código de acción: “El deterioro de los sistemas naturales que deviene del consumo excesivo y del abuso de los recursos naturales y la falta de un orden económico adecuado socavan las estructuras económicas, sociales y políticas de la civilización”. “La conservación de la naturaleza contribuye, entre muchas cosas, a la justicia y al mantenimiento de la paz”. |
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