Jueves 11 de setiembre de 2003
 

¡Hay que hacer como los chinos!

 

Por Andrés Oppenheimer

  En medio de la actual crisis económica de América Latina, esto puede parecer una locura, pero quizás ha llegado la hora de considerar seriamente una idea muy simple: que se adopte el inglés como segundo idioma.
Antes de que los guardianes de la soberanía nacional se levanten indignados para denunciar esta idea como un nuevo embate del imperialismo norteamericano, permítanme citar un ejemplo de un país que se ha dedicado de lleno a enseñar el idioma principal del comercio y la industria internacionales, sin temor a perder su identidad nacional: China comunista.
Me enteré del esfuerzo de China por enseñar el inglés recientemente, leyendo una entrevista con el presidente de la compañía multinacional siderúrgica Alcoa, Alain J. P. Belda, que tiene a su cargo a unos 127.000 empleados en más de 40 países.
“Hace unos días estaba hablando con el primer ministro chino y me contó que tienen 250 millones de estudiantes dedicados seriamente a aprender inglés”, dijo Belda, nacido en Brasil, a la revista brasileña Veja. “Parece un chiste, pero en este momento hay más personas que estudian inglés en China que en Estados Unidos. Ellos han comprendido que para participar en el mundo de hoy tienen que hablar inglés’’.
Además de China, otros países que adoptaron como política de Estado la enseñanza de inglés como segunda lengua son Japón, Corea del Sur, Malasia, Polonia, Hungría, la República Checa y Rumania.
La mayoría de las compañías multinacionales, incluyendo Alcoa, están transfiriendo operaciones administrativas y otros servicios de Estados Unidos a la India, China, Irlanda y otros países, para reducir costos laborales. Incluso hay corporaciones norteamericanas con ejecutivos en Estados Unidos, y sus secretarias en la India.
Pero América Latina se ha quedado atrás en este nuevo fenómeno de transferencia de empleos de servicios a países con fuerzas laborales que hablan inglés, o que pueden entender manuales o comunicarse por correo electrónico con sus colegas en ese idioma.
Las grandes universidades estatales de México, Argentina y Brasil apenas requieren un nivel básico de lectura en alguna lengua extranjera. Sólo unas pocas universidades privadas exigen un buen manejo hablado de inglés como requisito para graduarse.
Desafortunadamente, se trata de un tema que no está instalado en el debate político ni periodístico en la región. Funcionarios del Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington, una institución que financia varios proyectos de educación en la región, me informan que no conocen de pedidos de fondos para financiar programas masivos de enseñanza de inglés.
Lo que es peor, el aprendizaje de inglés podría estar disminuyendo por la crisis económica. En la sucursal de Berlitz de Ciudad de México, las matrículas en cursos de inglés han disminuido un 20%. El director de mercadeo de Berlitz, Alejandro Martín del Campo, dice que las compañías están cortando gastos en capacitación laboral debido a la caída de sus ganancias.
Una de las pocas excepciones a la regla es Chile, que firmó recientemente un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, en el que el gobierno del Partido Socialista acaba de lanzar un plan masivo de enseñanza de inglés.
Desde el próximo año, todos los estudiantes chilenos a partir del quinto grado tendrán libros en inglés, según anunció el Ministerio de Educación de Chile pocas semanas atrás. Para el 2010, todos los estudiantes de octavo grado tendrán que aprobar el Key English Test (KET), un examen internacional de comprensión y lectura del inglés como segunda lengua.
“El inglés abre las puertas para emprender un negocio exportador, abre las puertas para la alfabetización digital’’, dijo el ministro de Educación chileno, Sergio Bitar. “El inglés, en definitiva, abre las puertas del mundo”.
Está claro que el inglés por sí solo no abre puertas, pero ayuda. Contribuyó a que India e Irlanda alcanzaran algunos de los niveles más altos de crecimiento económico en los últimos años. Y que los países asiáticos recibieran u$s 95.000 millones de inversión extranjera el año pasado, mientras que Latinoamérica recibió sólo 56.000 millones de dólares, según las Naciones Unidas.
¿Pero acaso no es absurdo pedirles a los países latinoamericanos que destinen fondos para el estudio del inglés cuando tienen millones de personas que no saben leer o escribir en su lengua natal? ¿O, peor aún, que no tienen para comer?
Sería ingenuo intentar que toda la población latinoamericana hable inglés como segundo idioma en un futuro cercano. Pero sería muy razonable que las escuelas y universidades públicas exijan a todos los futuros profesionales y técnicos un mayor dominio del mismo.
Si los chinos -que ni siquiera tienen nuestro mismo alfabeto, y hasta hace pocos años no podían escuchar una palabra de inglés- pueden hacerlo, no hay razón por la cual millones de latinoamericanos que crecieron viendo películas de Hollywood y cantando canciones de rock no lo puedan hacer.
     
     
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