Martes 9 de setiembre de 2003
 

La batalla de Cancún

 

Por Aleardo Fernando Laría

  La Cumbre que la Organización Mundial del Comercio (OMC) organiza estos días en Cancún enfrentará a los países exportadores de productos agrícolas con la alianza que la Unión Europea y Estados Unidos han conformado en apoyo de sus políticas de subsidios a la agricultura. Los países en vías de desarrollo no quieren tratar ningún otro tema -como el de un mayor acceso a los mercados o la protección a las inversiones extranjeras- si no se producen avances en el desmantelamiento de las barreras y subsidios que la UE y EE. UU. conceden a sus agricultores.
Se calcula en cerca de 300.000 millones de dólares anuales los subsidios que por distintos canales reciben los agricultores norteamericanos y europeos. La ONG Oxfam Internacional ha realizado estudios sobre dos casos de distorsión que producen estas ayudas: el mercado del azúcar y el del algodón. Los precios del algodón en el mercado internacional cayeron a la mitad desde mediados de los años noventa por culpa de los subsidios de Washington a sus productores, básicamente grandes plantaciones. En el ejercicio 2001-2002, 25.000 productores de algodón estadounidenses recibieron 3.900 millones de dólares en subsidios. Esto les garantiza a los granjeros estadounidenses recibir un precio por el algodón un 73% por encima del valor existente en el mercado mundial”. ¿Cuáles son las consecuencias de estos subsidios? Que aumentan artificialmente el nivel de producción de algodón de EE. UU., estimulando sus exportaciones y reduciendo el precio en los mercados internacionales. De este modo, los subsidios causan una grave crisis social y económica en Africa, donde 10 millones de personas dependen de la cosecha de algodón, afirma Oxfam.
El otro caso presentado es el del azúcar. La Unión Europea importa azúcar sin refinar de sus ex colonias del Caribe, Africa y Pacífico, pagando 620 dólares por tonelada. El producto es refinado y luego, junto con la producción interna subsidiada, reexportado a otros mercados a 200 dólares la tonelada. Esas exportaciones desleales provocan el desplome de los precios mundiales, perjudicando a miles de agricultores de países del Tercer Mundo.
El presidente de la Unión Europea, Romano Prodi, ha formulado hace pocos meses una audaz propuesta para reformar la Política Agrícola Común (PAC). Se trata de ir recortando los fondos de la PAC y las ayudas regionales, que se llevan más del 70% de los alrededor de 100.000 euros que supone el presupuesto anual de la Unión Europea. A cambio se crearía un Fondo de Crecimiento para Europa destinado a proyectos de investigación y desarrollo, infraestructura, educación y formación de trabajadores. Pero las propuestas de Prodi han sido recibidas con indignación por los países que, como Francia y España, reciben la parte sustancial de las subvenciones.
Por su parte, en Estados Unidos, en mayo del año pasado, el presidente Bush firmó la llamada Farm Bill, que aumentó en unos 20.000 millones de dólares las ayudas agrícolas. Según Oxfam, los subsidios de Washington a los productores de maíz están afectando a los ingresos de 15 millones de mexicanos que dependen del maíz para subsistir.
Se calculan en 7 millones los agricultores europeos que reciben subsidios, frente a unos dos millones de norteamericanos. La parte del león de esos subsidios se la llevan grandes explotaciones agropecuarias que practican cultivos intensivos y suelen ser desaprensivas con el medio ambiente rural. Se muestran también muy efectivas en su labor de lobbies para frenar todo intento de reforma.
Los Estados Unidos y la Unión Europea han hecho un frente común y llevan a Cancún una propuesta de reducción paulatina y condicional de las ayudas tanto a la producción como a la exportación. Piden a cambio apertura de mercados para sus productos industrializados y acuerdo de garantías para sus inversiones. Frente a una propuesta que consideran muy vaga, los países agrícola-exportadores piden la eliminación de todos los subsidios a la exportación, fijando plazos concretos. Las armas están alzadas. Pero como opinaba un escéptico diplomático ginebrino, si los países ricos se han saltado el Consejo de las Naciones Unidas para atacar a países pobres como Yugoslavia, Afganistán e Irak, “¿por qué iban a respetar un acuerdo en la OMC si no les gusta?”
     
     
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