Martes 9 de setiembre de 2003
 

Pautas culturales

 

Por Eva Giberti

  No alcanza con hablar de pautas culturales. Venimos haciéndolo hace décadas. Pero el argumento no sirve, peor aún, la expresión pautas culturales en el vocabulario cotidiano -también en el técnico que se ocupa del tema- tiende a naturalizar y a neutralizar el delito.
Si bien es verdad que la estadística muestra que son determinados varones los que priorizan la violencia, los golpes y el homicidio cuando se desentienden con su compañera, así como les cabe la responsabilidad de las violaciones y abusos contra las mujeres, corresponde revisar qué significa asociar estos delitos con la aplicación del concepto de pautas culturales.
El análisis etimológico de la palabra pauta nos advierte acerca de la peligrosidad de acudir a ella para formalizar una explicación relativa a todas esta formas de violencia: pauta, en su acepción latina quiere decir convenio, pacto.
¿Entre quiénes se pactó que violar y asesinar mujeres formaría parte de la trama social? ¿Con motivo de qué antecedentes históricos se gestó este convenio? ¿Por qué se instituyó este acuerdo destinado a proveer de impunidad a los varones violentos? ¿Por qué admitimos el valor de las llamadas pautas sociales y/o culturales cuando éstas sirven para potenciar el despotismo masculino de aquellos que precisan cumplir con la demanda de satisfacción que aporta el ejercicio de la violencia?
En la Edad Media, el concepto de pauta adquirió estatuto de ley, de sentido legal de donde derivó posteriormente la idea de norma. Por lo tanto, si esas costumbres de asesinar, violar y golpear a mujeres que inspiraron los contenidos de esta pauta han sido pautadas primero y normatizadas después, resultarán sostenedoras de esas costumbres y recíprocamente serán sostenidas por ellas, garantizando la persistencia de la victimización de las mujeres.
Cuando se argumenta en relación con los hechos delincuenciales que diariamente nos ilustran acerca de estas prácticas violentas, la expresión pauta cultural se enseñorea en los textos de quienes analizan -analizamos- estos fenómenos. Descontamos que existe una facilitación social que coadyuva en la postergación de la búsqueda del delincuente y de su sanción posterior.
Se asume como algo sabido que, por razones culturales, pautadas, normatizadas, resulta inevitable que aparezcan mujeres asesinadas o violadas como efecto de intervenciones masculinas. El supuesto básico de esta creencia reside en que el varón que delinque se piensa a sí mismo como un sujeto que puede disponer de la vida y del cuerpo de determinadas mujeres (compañeras o víctimas ocasionales).
Desterrar las agresiones violentas que se suscitan entre las relaciones humanas es sumamente complejo, pero esta complejidad no puede avalar la sistemática reiteración de ataques contra niñas y mujeres que registramos diariamente. Entonces es pertinente preguntarse: realmente ¿se busca a estos delincuentes, se intenta encontrarlos y cuando así sucede, existe una concreta y decidida respuesta por parte de la ley?
La policía ¿busca con dedicación y persistencia a los violadores? Si logra localizarlos y ponerlos en manos de la Justicia, los jueces ¿qué piensan acerca de la víctima, cuando se trata de una mujer?
¿Cómo funcionan las pautas culturales en esta circunstancia? La policía y los jueces también responden a la penetración psicológica de esas pautas que afirman el derecho masculino sobre las mujeres. ¿Entonces? Sin necesidad de construir conclusiones arriesgadas, se torna imprescindible poner en práctica la lectura ideológica de este hecho que suele omitirse: si se admite que la pauta cultural descuenta que se producirán homicidios, violaciones y golpizas contra las mujeres porque siempre sucedió de ese modo -tal como los imaginarios sociales lo afirman-, entonces esa pauta nos compromete a todos y a todas.
No solamente a las mujeres que son capaces de tolerar cualquier forma de violencia contra ellas (el tema es extenso), sino a las policías y a las autoridades que tienen en mente los contenidos de tal pauta que explica -y también justifica- los ataques físicos contra el género mujer.
De donde acatar la pauta, repitiéndola como argumento explicativo, omite afirmar: “Si se pretende intervenir ante las agresiones sobrellevadas por las mujeres, quienes ejercen la función de policía y quienes dirimen justicia, deben marchar a contrapelo de una pauta sociocultural que instala el poder de los hombres sobre las mujeres, incluyendo el derecho de vida y muerte”.
Si no tomamos en cuenta esta obviedad, desembocaremos en la evidencia siguiente: las víctimas de la violencia quedarán sumergidas en las decisiones de jueces y policías que sostienen los contenidos de la pauta cultural, que ha sido históricamente avalada por los hechos y por los imaginarios sociales que no cesan de repetir “siempre sucedió de ese modo, los hombres siempre les pegaron a las mujeres”. Porque en cuanto apelamos a la pauta como argumento sacralizamos sus contenidos, los tornamos intocables y por lo tanto garantizadores de prácticas violentas.
Cabe tener en cuenta que si bien el ítem pauta cultural y/o pauta social constituyen variables significativas en los análisis psicosociales y corresponde tenerlos en cuenta, también debemos diferenciar entre el análisis de los contenidos de una pauta y los hechos asociados a la costumbre que la pauta describe. Una cosa es analizar las pautas sociales y otra autorizar socialmente sus contenidos, que es lo que sucede cuando se repite: “La violencia masculina forma parte de una pauta cultural, por lo tanto es posible esperar que aparezcan hechos de violencia, lamentables por cierto, etc. etc.” y continúan las lamentaciones. No sirven. Y constituye una deformación profesional en la que desembocamos con frecuencia quienes estudiamos el tema.
La cultura, así como sus pautas, las construimos entre todos y todas. Por lo tanto podemos intentar desactivar los contenidos de la que menciono, dejándola sólo al servicio de los análisis técnicos; para lo cual es recomendable no utilizarla como repetición condescendiente de los delitos que día tras día protagonizan, impunemente, los violentos.
     
     
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