Megaoperativo en un barrio para buscar a sospechosos de un robo

Los sujetos atropellaron a un policía, fueron perseguidos hasta Confluencia y allí se atrincheraron. Sus familiares negaron todo.

En la vivienda sólo había mujeres indignadas por el procedimiento. La orden de allanamiento no incluía pedido de detención de personas.

NEUQUEN (AN)- El trío de sospechosos está refugiado en una vivienda de un sector del barrio Confluencia. Desde varios rincones arrojan piedras contra los policías que tienen cercadas cuatro manzanas, aunque ninguna con suficiente puntería. Los patrulleros van y vienen, acelerador a fondo por las calles de tierra, desparramando barro en todas direcciones. En dos esquinas, una docena de efectivos vestidos con sus intimidantes uniformes negros espera, arma en mano, la orden de intervenir. Por todas partes se asoman vecinos curiosos. Cada tanto suena una descarga de balas de goma. El cielo, gris y bajo, presagia tormenta.

La tensión dura horas. Los cigarrillos se consumen, los insultos vuelan junto con los proyectiles. Un hombre pasa en bicicleta, ajeno a todo, amaga saludar y un piedrazo le pica justo delante de la rueda. Entonces pedalea con más fuerza y desaparece.

Fue ayer a la tarde, en el sector Copaco del barrio Confluencia, muy cerca de donde el canillita Arias se inmoló por una vivienda. Hasta allí llegó la persecución de tres jóvenes que fueron sorprendidos por un policía en moto cuando intentaban abrir un vehículo en Félix San Martín y José Rosa.

Según informaron los comisarios Adrián Ambrosio y Daniel Mellado, jefes policiales que encabezaron el operativo, el motorista les dio la orden de alto pero los jóvenes escaparon hacia un Volkswagen Senda celeste metalizado que los esperaba muy cerca de allí.

Salieron a toda velocidad, el efectivo intentó cruzarse en su camino y lo atropellaron. Ahora está internado en el hospital Castro Rendón con un fuerte golpe en la espalda.

El incidente corrió rápido por la red de comunicaciones de la Policía, y un móvil detectó el paso del Senda rumbo a Confluencia.

Lo persiguieron, con el apoyo de otras unidades, hubo cruces temerarios en varias esquinas, intentaron encerrarlo, pero no tuvieron éxito.

Según los investigadores, el Senda se refugió en la casa 6, manzana E del barrio. Sus ocupantes lo niegan, dicen que no tienen nada que ver con el delito.

En la vivienda sólo había mujeres indignadas por el procedimiento. La orden de allanamiento no incluía pedido de detención de personas.

Poco antes de las tres de la tarde empieza el sitio al barrio. Personal de las comisarías Segunda, 19 y del departamento Delitos cortan todas las calles, piden apoyo al grupo especial de la Metropolitana (los temibles hombres de negro) y se dedican a esperar la orden de allanamiento judicial.

Las casi tres horas que demora en cumplirse ese trámite formal son de tensión, de piedras que vuelan por el aire impulsadas por gomeras, de incertidumbre respecto del desenlace. También circula el rumor de que los atrincherados están preparando bombas caseras tipo Molotov. En una esquina arde una fogata.

En esa espera el tiempo no pasa nunca y se habla de todo para descargar tensiones. Las únicas tres mujeres policías presentes admiten que el temor siempre está, pero que peor son los operativos a la madrugada, o en medio de la noche. Los de negro organizan cuáles serán sus movimientos. Un comisario pregunta qué pasa con la orden judicial, por qué no aparece la grúa para llevarse el Senda, dispone que los Bomberos estén listos por si las bombas Molotov existen.

Por fin la orden de allanamiento llega. Y estalla la furia.

Los policías vestidos de negro avanzan a fuerza de escopetazos, el foco de resistencia dura menos que un fósforo en la tempestad. Hay gritos, corridas, más insultos. Los más rebeldes se paran, desafiantes, fuera del alcance de las balas de goma. Tienen el rostro cubierto, todo indica que son veteranos en estas batallas.

Un grupo de policías se mete en la casa allanada, los sospechosos ya no están, sólo quedan mujeres y chicos que se quejan por los empujones y los golpes.

Otros efectivos corren hacia el Senda, estacionado en el patio, lo enganchan a la grúa, lo levantan como una pluma. El griterío de los vecinos es por momentos ensordecedor.

En menos de diez minutos todo termina. Los policías se van perseguidos por una lluvia de insultos. La calma no regresa. El barrio es un músculo nervioso, martirizado. Se repone de la escaramuza. Masculla rencor. Continuará.

Indignación de las mujeres

NEUQUEN (AN)- "Mirá a mi bebé. Tiene cuatro meses. Estos hijos de puta entraron a mi casa pateando la puerta y querían que me tirara al piso. No se pueden meter así".

Alejandra Acosta, la dueña de la vivienda allanada ayer por la Policía, estaba furiosa y lo dijo a los gritos. Delfina Contreras también expresó su enojo, y aseguró que si le hubieran golpeado la puerta, los dejaba entrar. "Pero así a las patadas no, así no", repitió ante los periodistas.

En la vivienda allanada ayer por la Policía solamente había mujeres, que negaron cualquier vinculación con el delito y tuvieron fuertes cruces verbales con los policías encargados del procedimiento.

En medio de la confusión no quedó claro si el hijo de alguna de ellas es el dueño del Volkswagen Senda patente WUP750, que tiene la luneta destrozada, o solamente lo guardaba en el patio de la casa. La hipótesis de las mujeres es que los policías se equivocaron de vehículo. "Buscan uno parecido, no sabemos de dónde sacaron que es éste", protestaron.

Contreras dijo que al momento en que ocurrió el robo en Félix San Martín y José Rosa, "mi hijo estaba trabajando. Hace changas", explicó.

Prometieron hacer una denuncia por "brutalidad policial", exhibieron como prueba al bebé y a la operación que tuvo Contreras, de la cual está convalesciente.

Mientras ellas hablaban con la prensa, los efectivos cargaron el Senda en la grúa y se lo llevaron, indiferentes a sus gritos. En la calle, el grupo especial de la Metropolitana mantuvo a raya a un grupo de jóvenes a fuerza de balazos de goma.