Miércoles 24 de setiembre de 2003

Homenaje a Di Stéfano

River fue rival hasta donde pudo

Cayó con justicia ante un Real con suplentes. Solari, autor de un gol, fue la figura del partido.

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Zidane jugó un tiempo, suficiente para demostrar una vez más su clase magistral, su estirpe de crack único.

River fue rival durante cuarenta y cinco minutos. Luego cayó abrumado ante un Madrid ya sin los galácticos, aunque con otros jugadores de calidad que se dejaron llevar por el eco de grandeza que habían desparramado -no sólo ayer, sino en los días previos- los ilustres titulares.

Cuando ambos equipos estuvieron enfrentados con mayoría de titulares, el Real también fue más, pero no pudo, o no quiso, vulnerar al seguro Costanzo. Contó, eso sí, con varias chances para marcar, cada una de ellas -acaso como marca genética- elaboradas con iguales dosis de precisión y simpleza. Un cabezazo de Solari que pegó en el palo -centro con rosca de Beckham- antecedió a un pelotazo de Roberto Carlos que sacó el arquero de River. Luego llegó el turno del señor fútbol, Zinedine Zidane, su sola presencia en la cancha, fue, tal vez, el mejor homenaje que pudo recibir el gran Di Stéfano.

Ayer en Madrid volvió a quedar claro que cuando el francés maneja la pelota, el fútbol parece viajar montado a unos patines. El volante levita en la cancha, y compone, pese a su físico importante, una sinfonía de movimientos sutiles y refinados, un desplazamiento gatuno, lánguido pero feroz. Es, sin duda, el jugador que más placer provoca con la pelota en los pies.

Ante River mostró algún borde de su fútbol de excepción, el suficiente para generar revolcones en Costanzo River hizo el gasto en ese primer tiempo, donde tuvo chances de marcar, donde se esmeró para resultar un desafiante de jerarquía, capaz de dar la talla de semejante rival. Un disparo de Ludueña por arriba, una chilena algo fallida de Cavenaghi, una definición del mismo delantero que pasó cerca: River pisó el mítico Bernabeu con cierto aire desafiante, evitando enceguecerse por el brillo del glamoroso rival. Es cierto que no entraron Figo, Ronaldo o Raúl, pero igual quedó demostrado que el Madrid pulsa un tono futbolístico que orilla la perfección. Cualquier equipo que aspire a ganarle, siquiera desafiarlo, deberá jugar de forma magistral.

Pero en el segundo el aire impetuoso del campeón argentino se desinfló. Acusando tal vez la fatiga del viaje, el equipo de Nuñez cayó sin reparos ante lo que era ya una versión de segundo orden del Madrid. Fue, eso sí, el momento de Santiago Solari, no sólo por su gol -lo mejor de la noche- sino por su despliegue y calidad. Solari -capitán ante el abandono de todos los referentes- fue el líder de un Real plagando de 'canteranos', como Portillo, autor de los dos goles que sentenciaron el encuentro.

River tuvo, al menos, el orgullo del descuento, tanto que también llegó tras una buena jugada colectiva. Fue un derechazo al ángulo de Luis González. El partido, a esa altura, oscilaba entre los largos toqueteos del local y el entusiasmo del equipo de Pellegrini, superado físicamente, pero siempre yendo en busca del descuento. Fue un digno homenaje de dos grandes escuelas del fútbol a Don Alfredo, acaso el más célebre cultor de ese estilo único. (AR)

Solari, la izquierda caviar

Se fue de River casi huyendo, de manera solapada, con una treta burocrática que le permitió cobrar buena parte del pase a él, en vez de al club. Primero pasó por el Atlético de Madrid, sin destellar, pero utilizando el Calderón como resorte hacia el hermano rico y grande. Y así fue. Cuando llegó, enseguida se lo identificó como heredero de su pariente Fernando Redondo, que lo cobijó en épocas que el volante central, se decía, manejaba el vestuario "merengue". Solari creció al calor de las apetencias del equipo. Con paciencia y abnegación, espero su chance. Hasta que la tuvo, y se convirtió en titular.

Luego, la llegada masiva de figuras descomunales lo volvió a sentar en el banco y hasta, alguna vez, en la tribuna. Y ahí sigue Solari, con el mismo gesto de alumno correcto y ejemplar, su cara agraciada, sus apetencias intelectuales, su zurda exquisita: un típico exponente de la "izquierda caviar". Ayer jugó un partido inmenso. Hizo un golazo, pudo convertir otros dos -uno hubiera sido otro golazo- y, abrazado por la cinta de capitán, pareció ser el líder espiritual y futbolístico del Madrid del segundo tiempo, plagado de canteranos, es cierto, pero lleno de sueños e inquietudes.

Alfredo, el primer galáctico

MADRID (AFP) - El homenaje que ayer se celebró el Real Madrid le celebró al gran Alfredo Di Stéfano estuvo plagado de emoción y de nostalgia. Los jugadores de Real Madrid y River salieron al campo llevando una pancarta con la imagen del ahora presidente de honor del Real Madrid, al que el club premió con una placa conmemorativa por sus bodas de oro con el club.

El equipo blanco le hizo un homenaje a una de sus figuras emblemáticas aprovechando la celebración del Trofeo Bernabeu, nombre que evoca al ex presidente, que trajo a Di Stéfano al Real Madrid en 1953. Incluso lo de ayer coincidió con el mismo día en que hace 50 años la "saeta rubia", ahora denominada por la prensa como "el primer galáctico", llegó al Real Madrid, un 23 de septiembre, para llevarlo a ganar ocho títulos de Liga y cinco Copas de Europa. Luego, ya en el partido, se puso observar al gran Alfredo sentado en el palco de honor, empuñando un bastón, manso y tranquilo, parecido a un patriarca que disfruta de su otoño.

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