ELIMINATORIAS

La nueva era llega con interrogantes

El equipo deberá lidiar con la presión del público y el disenso. También con rivales que mejoraron con respecto a la última eliminatoria.

¿Hacia dónde va el equipo? El empate con Chile sólo aumentó las dudas.

Poco tendrán en común el proceso iniciado el sábado en Núñez con su predecesor, aquel que trasladó al seleccionado a Japón con un justificado, aunque desmedido, cartel de candidato. Si algo caracterizó a ese equipo, clasificado con mucha antelación, fue su opulento andar y su abrumador dominio sobre el resto de los adversarios. Aquella campaña magistral acompañó un proceso que fue a contrapelo de ese esplendor: el profundo deterioro social que fue padeciendo el país a lo largo de esos años en los que el equipo producía fantasía y explosión.

El fútbol -en el ocaso menemista y el limbo autista del delarruismo- fue uno de los pocos espacios que le robó una sonrisa a la sociedad, uno de los pocos lugares de felicidad en una Argentina hundida en el default, presa del desencanto y enroscada en las largas colas de las embajadas para huir Aunque tal vez sea prematuro señarlo como nuevo fenómeno, es probable que esa ecuación haya comenzado a invertirse. La Argentina ya no espanta tanto a sus hijos. Según un informe que publicó ayer el diario La Nación, el porcentaje de jóvenes que anhelan el exilio bajó al 28 por ciento. Algún eco de esperanza se coló en el estado de ánimo. El escepticismo bajó un poco su revólver. El fútbol de la selección, en cambio, camina con el pulso cambiado.

No sólo ocurre que el equipo, como ya se señaló otras veces, tiene el prestigio rasgado por la pesadilla de Japón 2002. Ahora hay un ingrediente: todo indica que el camino hacia Alemania no será tan sencillo como lo fue la llegada al Mundial anterior, cuando coincidieron un momento inmejorable del conjunto de Bielsa y un rendimiento irregular y hasta pobre del resto de los seleccionados. Ahora la eliminatoria sudamericana se adivina más reñida. No sólo por la presencia del campeón del mundo, Brasil, cuya hegemonía planetaria nadie ni nada parece conmover. También aparece Uruguay con un equipo más maduro, jugadores en buen nivel europeo y un técnico, Juan Ramón Carrasco, consensuado y moderno. A esos dos tradicionales rivales se suma el mejor Perú de los últimos 20 años, que debutó con goles y buen fútbol. Como siempre, Paraguay y Colombia son escollos duros de superar. Chile, quedó demostrado, también aspira a meter la cola, empuñando una actitud más impetuosa, contagiada por su técnico Juvenal Olmos ¿Cuál será el lugar que ocupará la Argentina en este nuevo orden internacional? Todo hace presumir que deberá esforzarse al máximo para llegar a Alemania.

Por lo señalado anteriormente -el nivel en ascenso de sus rivales- y porque el equipo jugará con la densa presión popular zumbando en sus oídos. La opinión pública exigirá la reinvindicación de su técnico y de su juego. ¿Podrá Marcelo Bielsa, acostumbrado a convivir en la penumbra, refugiado siempre en el perfil bajo pese a su lugar de alta exposición, soportar los achaques de un sector de la gente? ¿Tendrá temple para digerirlo?

El posible escenario más aciago no debe confundir los tantos: la Argentina sigue siendo un equipo de vanguardia, cuyos futbolistas juegan en las mejores ligas del mundo y cuyo técnico propone un equipo más ofensivo, aún a riesgo de estar más descompensado y de no parecer inexpugnable como en la primera era Bielsa, cuando hacerle un gol parecía una tarea homérica Todo indica, también, que Aimar, D'Alessandro y Delgado seguirán jugando juntos mañana ante Venezuela, y que Verón será un cinco cada vez más asentado. A ellos, si Crespo no mejora su nivel, se le sumará Saviola y con el tiempo Tévez. A excepción de Verón, todos jóvenes y bajitos, hábiles prototipos del cambio generacional que, por fortuna, el país puede ofrecer. La primera generación pos Maradona recorre su ocaso. El futuro ya llegó. El fútbol argentino alumbra una nueva era. Todavía tiene interrogantes.

Pablo Perantuono
pperantuono@rionegro.com.ar

Uruguay, como en sus mejores tiempos

El Centenario vibró como en sus mejores tardes, sacudido por el fútbol de Uruguay, que inició de manera contudente el largo periplo hacia Alemania. El seleccionado celeste superó ayer a Bolivia por 5 a 0, perpetrando una de las más brillantes actuaciones de los últimos tiempos.

Los delanteros Javier Chevantón, Diego Forlán y Carlos Bueno rotaron permanentemente, no tuvieron posiciones fijas y entre los tres convirtieron cuatro de los cinco goles del equipo de Juan Ramón Carrasco. Forlán abrió la cuenta a los 17' del primer tiempo; Chevantón aumentó a los 39' de esa etapa y anotó el tercero a los 16' del segundo, período en el que Nelson Abeijón (37') y Bueno (42') completaron la goleada Uruguay dominó ampliamente a su rival desde el comienzo del encuentro, con una presión asfixiante en el medio campo y la mencionada movilidad de los tres atacantes, que lejos de chocarse se fabricaron sus propios espacios ofensivos. Con Alvaro Recoba como eje de los ataques, el conjunto de Carrasco generó cuatro situaciones de riesgo en 8 minutos (entre los 7' y los 15'). Recoba encaró por la izquierda y metió un centro bajo para que Forlán, libre de marcas, anotara de zurda dentro del área. El segundo llegó luego de que Ligüera recibiera de Recoba y buscara el arco. La pelota rebotó en Hoyos y le quedó servida a Chevantón, quien marcó.

En el segundo Bolivia logró cierto volumen de juego con los ingresos de Julio Baldivieso y Joaquín Botero, pero su endeblez a la hora de recuperar la pelota facilitó la tarea ofensiva de Uruguay. Un tiro libre de larga distancia de Chevantón, desde la izquierda, que se introdujo junto al palo izquierdo del arco de Fernández; un fuerte disparo de Abeijón, en una acción que el mismo volante generó, y una definición con la cara externa del pie derecho de Bueno, después de una asistencia de Richard Núñez, terminaron de construir la goleada uruguaya. (Télam)