Martes 2 de setiembre de 2003 | ||
¿Quién dice que se acaban las chances de Pellegrini? Fue la opinión pública la que subió al equipo a un altar que resultó de fantasía. Antes de que jugara un solo partido. Luego quedó en evidencia que aquel trono era de algodón: se volvió inservible con la primera tormenta. Nunca un apodo resultó tan desajustado a la realidad como aquel mote de galácticos, respaldado en la llegada de Marcelo Salas y Marcelo Gallardo. Nunca desde que aterrizaron ambos cracks River pudo desarrollar fútbol de alto vuelo Pero ahora River ni siquiera gana. Desde el fondo de su historia el club de Nuñez ha hecho de la opulencia su distinción. Juego de alto vuelo, sueldos millonarios, derroche de títulos y hasta cierto toque de sofisticación en sus gestos En el momento que José María Aguilar cerró el acuerdo con el chileno Manuel Pellegrini, el presidente vio cristalizado su sueño de contratar a una suerte de Jorge Valdano de Sudamérica, un pensador del fútbol, un agudo observador del juego, acaso mucho más cómodo en ese rol que con un silbato colgando. ¿Se puede sobrevivir refugiado en la ilustración en el fútbol urgente de la Argentina? Cuando Pellegrini señaló hace una semana que River está en un período de transición, el "establishment" periodístico -ese que vende más con River en su tapa- lo fustigó sin letanías asegurando que en Nuñez no puede haber transiciones. No hay tiempo para la duda, ni para acomodar la montura: hay que salir a cabalgar y ganar Ahora bien: ¿Quién lo dice? ¿Los hinchas? ¿Los dirigentes? ¿Acaso la Corte Suprema? ¿Por qué no puede haber transiciones, si la tuvieron los grandes clubes del mundo, los gobiernos, Hollywood y hasta las ciencias sociales? Después de todo, ¿Por qué no puede haber fracaso en Nuñez si la selección nacional se fue al descenso pero no cambió de conductor? La urgencia y el éxito forman parte del ADN de la sociedad posmoderna. Son inseparables, como el átomo. La constituyen y son su razón de ser. Eso está claro. Sin embargo no está claro que la patria riverplatense no pueda tolerar un tercer puesto, por caso, o un período de prueba. Si los argentinos soportamos que Brasil se pavonee con sus títulos, ¿por qué no habría de hacerlo la gente de Nuñez? ¿Por qué, o para qué, alimentar el mito de la desesperación por alcanzar el éxito? River viene de lograr un título. Lo hizo cabalgando sobre un fútbol que, por momentos, arañó lo magistral. Hubo partidos que el equipo de Nuñez tocó las puertas de la perfección futbolística. Pero pareciera que eso fue en épocas del blanco y negro. El zapping social impuso su frenética demanda. Ya nadie se acuerda de eso. Fracasar no es perder, es volver a empezar. Y más fuerte. (AR)
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