Sábado 27 de setiembre de 2003

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Un siglo del canal de los galeses en Choele Choel

 
 

El jujeño Eugenio Tello había sido gobernador del Chubut antes de serlo del territorio nacional del Río Negro a partir de 1898. Le tocó afrontar la catastrófica inundación de 1899 y, a consecuencia de la misma, el traslado provisorio de la capital, Viedma, a Choele Choel. Estando en ese lugar comenzó a apreciar las bondades de la tierra y la posibilidad de colonizar la isla del mismo nombre. El tren inaugural del Ferro Carril Sur había llegado y pasado muy cerca aquel año de la inundación. Mas los vaporcitos de la escuadrilla del río Negro con asiento en Carmen de Patagones que navegaban por el Negro, formaban un complemento ideal para la radicación de colonos y explotar la isla grande. Estaba en su espíritu de fundador de pueblos, como lo había concretado con varios en su provincia natal, de la que también había sido gobernador.
Su contacto con los galeses de la colonia del Chubut le había permitido apreciar sus cualidades para el trabajo agrario y por eso decidió llevar un grupo de la gente de sangre celta al Valle Medio rionegrino. Los galeses chubutenses pasaban un mal momento, también por inundaciones, destrucción de sus sistemas de riego y pérdida de cosechas. Algunos pensaban emigrar a Canadá o Transvaal. En el informe para el gobierno nacional producido en 1900 para ubicar la capital definitiva del Río Negro a consecuencia, prácticamente, de la desaparición de Viedma, el 28 de marzo de aquel año expresó que “con la perspectiva de que si se entrega a la colonización la isla grande de Choele Choel, apta en gran parte para la agricultura, se formaría un centro poblado que daría vida a esos lugares… sobre todo, ya se insinuó que esa isla sería el complemento de un pueblo próspero, destinándola a chacras…”
La isla era usada para caballada del ejército. Tello comenzó a accionar a fin de concretar el proyecto. Su amistad y apoyo del presidente Roca facilitaron los trámites. El 2 de abril de 1900 dirigió nota al ministro de Agricultura, “permitiéndome indicarle la conveniencia de destinar a la colonización agrícola la isla grande de Choele Choel, por que es adecuada a ese objeto, y no para depósito de caballos del ejército… conviene entregarla a la explotación privada para que los colonos atenúen las inundaciones, cerrando las bocas de los zanjones por donde desbordan las aguas, y para que planten viñas y olivos…”. Insistió en otra nota ampliatoria y la insistencia dio frutos. Por decreto del 9 de mayo de 1900, que firmó Roca con todos los ministros, se resolvió dejar sin efecto el decreto que reservaba la isla grande de Choele Choel “para servicio público”, y por el artículo 2º se creó en la citada isla “una colonia agrícola, a cuyo efecto se subdividirá en lotes de cien hectáreas cuadradas, separadas por los caminos generales y vecinales que sean necesarios y cuidando en lo posible que todos los lotes tengan un frente adecuado al río”. También se contemplaban cuatrocientas hectáreas para pueblo -cuya ubicación decidiría Tello- y el costo sería “a razón de un peso fuerte con cincuenta centavos la hectárea y los solares, a dos pesos fuertes cada uno”.
Tello también había previsto la construcción de un canal y la obligación de cultivos comenzaría una vez finalizada su habilitación. Los contactos con sus amigos galeses del Chubut se fueron acelerando y por eso los colonos Hughes y el ingeniero Eduardo Owen llegaron a Choele Choel el 6 de abril de 1902 a manera de inspección. Proyectaron un canal de irrigación y terraplenes, recorrieron la inmensa isla, analizaron los suelos, vieron las conveniencias para la nueva colonia y, casi con asombro, diría Owen: “Un suelo extremadamente fértil con más de dos metros de humus vegetal… nunca en mi vida y en ninguna parte he visto un suelo más rico”. Tendrían que construir bocatoma en el río Negro y el proyecto contempló treinta kilómetros de canal y quince kilómetros de terraplenes.
Todo simultáneo. El ingeniero Eliseo Schieroni, de Viedma, tuvo a su cargo la mensura. Las secciones I a V fueron para ellos. Tello pedía dinero para gastos y carpas donde alojar inicialmente a los colonos. No tuvo problemas en lograr lo solicitado, el gran apoyo de Roca se hizo notar. Los “adelantados” galeses también hicieron trámites por su cuenta ante el gobierno central y, por vía marítima hasta Bahía Blanca y luego en tren a Choele Choel, el grupo chubutense llegó al nuevo destino. Tal vez esta colonización haya sido una de las más rápidas del sur argentino. Llegaron el 24 de setiembre de 1902 y luego de ubicarse lo prioritario fue la construcción del canal principal. Palas, arados y caballos que habían sido solicitados, en manos de aquellos experimentados galeses, más las maderas duras para boca toma y compuertas cambiaron el paisaje de parte de la isla que fuera propiedad de Juan Manuel de Rosas y conocida también por “Pacheco”.
Cuarenta y un galeses o descendientes de los que llegaron en el “Mimosa” en 1865 al Chubut (Puerto Madryn), más hijos, trasladaron sus nombres al Valle medio rionegrino y fueron: David Davies, Abra Davies, Meirig Hughes, Eduardo Owen, David Owen, David Evans Davies, Ricardo Hughes, Benjamín Charles, Willian Roberts, Alfredo Jones, David Jones, David J. Pugh, William E. Davies, Catalina J. Owen (esposa de David Jones), Cristian Christiams, Thomas Owen, Robert Roberts, Guillermo Jeckins, Eduardo J. Owen (hijo de Thomas Owen), Benjamín Williams, William Owen Parry (fallecido, su viuda casada con B. Roberts), Andrés Dutrey, John D. Rogers, Williams J. Rogers, Catalina Owen (hija de Eduardo Owen), Oliver Griffiths, Robert Davies, Nicolás James, Richard J. Griffiths, Robert Pugh, David M. Humphreys, John A. Evans, David Humphreys, William Humphreys, Luis Humphreys, John Hugues, Thomas James Lloyd, Elías James y Eduardo Davies.
Tardaron un año para la construcción del primer tramo del canal y buscaron muy bien la fecha para el festejo: 24 de setiembre de 1903, a un año de la llegada a la isla, para “la inauguración de la primera sección del canal de irrigación. La obra era satisfactoria porque, a pesar de la bajante del río, el agua del canal corrió a razón de 6 kilómetros por hora, dejando colmada las aspiraciones generales. Quedaron construidos, así, 21.430 metros lineales de canal y 7.000 metros lineales de terraplenes…”
Y voló el telegrama de Tello al presidente Roca con la buena noticia. Grata contestación y felicitación del tucumano expedicionario, que había estado por esos lugares veinticuatro años antes. Una conquista sin armas.

Héctor Pérez Morando

Bibliografía principal: Revista Patagónica 29/30/1987. “Río Negro, pasado y presente”, varios, 1981. “Antecedentes, capital definitiva”, varios, 1901. Tello, E. “Memoria”, 1901. Pérez Morando, H. “Cuando Choele y otros”. Dumrauf, C. “Historia”, 1991. Nozzi-Itzkow, “Los galeses”, 1967 y otros.

     
     
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