Martes 16 de setiembre de 2003

Juanjo "Dedo duro" Domínguez

El cuarteto mostró sus depuradas cuerdas con identidad bien argentina

 

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Bordoneos, trémolos, arpegios lúdicos y silencios.

NEUQUEN (AN).-Ese bellísimo morenito chaqueño llamado Oscar Aleman, un argentino entre los grandes creadores del jazz, escribió el lloro brasileño "Dedo duro", que se trasformó en el tema mejor recibido por los productores del último compacto "Tiempo de guitarras" de Juanjo Domínguez "¿Por qué le habrá puesto Dedo duro?" alardeó Juanjo y resolvió el enigma, en una apuesta consigo mismo, sacándole chispas a la vigüela ("hizo gemir a la prima y llorar a la bordona") "Dedo duro". Por la contraria, los argentinos solemos definir las cosas y dejamos en esa maraña a más de un extranjero en el camino de la incomprensión del idioma Sobrado de "blandos dedos", con una agilidad poco común, y un estilo personalísimo, el bonaerense -nació en Junín- paseó sus manos depuradas de cuerdas por el país: "en un adentro y afuera", los orígenes y la actualidad, desde los casi purismos toques a las mixturas más exacerbadas Para asegurar que todo está emparentado en el mundo musical, apuró un fado portugués "Abril en Portugal" y lo mudó en tango; luego le cambió las vestiduras a la canzonetta "Torna a Sorrento" y también la tangueó agilizándole el paso o demorándoselo entretenido y querendón.

Se reconoció ciudadano del mundo. Por cada festival mundial, de cada rincón de Oriente y de Occidente, trajo una anécdota hecha canción. Y lo interpretado fue siempre, aunque juegue con Chopin, con los pies en su tierra.

"Juanjo Domínguez Cuarteto" estuvo el domingo en el cine Español de Neuquén, con Rubén Díaz (segunda guitarra), Miguel Vignola (tercera guitarra) y Raúl "La Llave" Domínguez (guitarrón). Los tres muy buenos maestros en lo suyo: la dignidad de acompañar y sin embargo ser parte del todo por talento propio.

La figura central, barbada y sobresaliente, era Juanjo: sentado y con la guitarra entre las manos parecía un coloso, pero al bajar del podio, sorprendió con un metro setenta... no más.

Las cuerdas se lanzaron al ruedo con obras del mejor cuño gardeliano: ese sonido que casi está olvidado y es tan argentino. La desmemoria vernácula es extensiva a todos los campos.

Prometió y dio "tanguitos canyengues, compadritos de esos que son el pasaporte de los argentinos en el mundo" ¿"El apache argentino", "Unión cívica", "El arroyito"?

Después llegaron de pura cepa los valsecitos criollos: otras gemas de colección y la sorpresa de lo que se creía un vals peruano "Que nadie sepa mi sufrir" y cuyo autor es un argentino, Angelito Cabral.

Se quedó solo el de Junín, enguantado en un popurrí de Chopin que convenció menos que el tramo anterior Dentro de la sección gatos, lució "Gato para Juanjo", que le dedicó Carlos García, el puntano. De "Tiempo de guitarras" su disco último trajo un homenaje a los grandes Roberto Grela, Oscar Aleman, Abel Fleury y varias obras. En ese compacto, quien no pudo estar el domingo lo reencontrará en "Zamba azul", "La bordona", "Guitarra trasnochada", "Cuando llora mi guitarra", "Dedo duro", "Lágrima", "La mariposa".

Magnífico el tramo final, extenso para placer de l gente, con obras de Astor Piazzolla con bordoneos, trémolos, arpegios lúdicos, silencios y una lujuria cuerdística que acicateó los sentidos. Un "Adiós Nonino" y a todo jazz (dixiland) para el final.

Noche plena. Es cierto.

No tan acabada si hubieran estado ausentes Los Chahuales, un sexteto neuquino instrumental y vocal bien ensamblado que ejerció de telonero. Llevan sus años, pero son de perfil bajo. Lucieron los locales y se llevaron la ovación con "Gracias a la vida", "Piedra y camino", "Esperanza mía", "Las golondrinas" y "Responso por chacarera". Dignos.

Beatriz Sciutto

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