Lunes 15 de setiembre de 2003

El rap del conejo rabioso

"8 Mile", un filme intenso y descarnado con el protagonismo de Eminem.

El grito lleva un ritmo que podría durar toda la noche. Dice más o menos así "B-Rabbit, B-Rabbit, B-Rabbit, B-Rabbit, B-Rabbit...". B-Rabbit o Eminem, disfrazado de sí mismo, acaba de ganar el torneo de feroces raperos en un oscuro local de Detroit. Hizo falta mucho dolor y talento para llegar a ese lugar en el que todos corean su apodo. Por ejemplo: salir del fango, sobrevivir a un medioambiente caótico y a una familia desquiciada, entre otros obstáculos que podrían argumentar dos filmes más. Son las materias que debió rendir en la universidad de la calle este chico "Rabbit" alias Eminem.

"8 Mile" tiene la virtud de concentrar en una historia, la historia de una generación de jóvenes norteamericanos perdidos y en búsqueda. Soñadores y heridos. Hartos y explosivos. Es el gesto de la dignidad del sobreviviente. Eminem revela aquí facetas definitivamente brillantes de su figura como intérprete y compositor. La estrella supera al mito urbano y se transforma en una obra pictórica sangrante, bestial, intensa por donde se la mire.

Resulta todo un dato, curioso además, recordar aquellas competencias de baile que retrataron películas de fines de los 70 y principios de los 80 como "Fiebre de sábado por la noche" (el arte en tanta oportunidad de reinado en el universo de las discotecas) y "Breakdance" (la aventura del baile en plena calle sin mayores expectativas que el movimiento perpetuo o la muerte, en rigor su protagonista murió en una secuencia riesgosa de malabarismo), que ofrecían costados hasta cierto punto románticos de las alternativas cotidianas de las clases marginales americanas.

Eminem se presenta ante la audiencia como el desclasado absoluto. El grado cero de lo impropio. Demasiado negro para los blancos y demasiado "blanquito" para la comunidad afroamericana. Aunque Eminem es sobretodo un ser humano de color, no destiñe. Maneja todos los códigos de la raza urbana de los barrios negros y raperos e ignora aquello que ocurra con los chicos blancos de las universidades aledañas Eminem se revela ante los genios del género como la encarnación de una voz nueva, original y devastadora. Un dios nacido para revindicar el reluciente Olimpo de la posmodernidad sin brillo. La ropa de talle extragrande y el vocabulario reinventado por las necesidades de expresión de una sociedad tan bullente como poco publicitada por los medios masivos. Eminem, en el filme así como en el contexto musical norteamericano, los sobrepasa a todos en talento y profundidad. Nadie así de bueno. Nadie tan brillante. Se ha dicho y se seguirá diciendo.

"8 Mile" no es pretenciosa. Testimonia la ruta de un ser humano y su forma de conjurar la maldición de ser hijo de una vida difícil. Abunda la música y la estética de un milenio que acaba de nacer. Música descarnada, vital, necesaria. Los versos de sus canciones apuntan al centro de la cuestión. La existencia es un camino sinuoso y cada cual lo transcurre negociando con el poder y el tener Kim Bassinger remata la película con una actuación descomunal. Eminem es la síntesis exacta. El iluminado y el demonio que nos despierta    Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar

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