Sábado 13 de setiembre de 2003

 

Sayhueque: el manzanero, 100 años de su muerte

 
 

Uno de los aborígenes clavó la rama a orillas del Limay: contenía un papel, un mensaje. Habían amarrado el vaporcito “Río Negro” a una isla cercana. El comandante Erasmo Obligado con dos marineros se acercaron en bote a la orilla y retiraron el escrito, hoy pieza histórica: “Al superior en marcha. Del capitanejo Guirrilefí. Urguente. Río Limay noviembre 22 de 1881. El infrascrito Capitanejo N. Guerrilleufí. Al señor Guefe que se halla en el punto Limay. Señor Guefe. Habiendo llegado hayer de comisión en este punto de mi Superior Gobierno D. Balentin Saygüeque.= Tengo el honor de llamar á V. intervención con respecto de su llegada á ésta, para que se sirba esprezarme por estenzo y con puntualidad el objeto de su marcha, motivo al descanzar V. Desde ya diez y tantos días con tanto silencio sin poder merecer de V. Sus intensiones. En esta virtud pretengo á V. lo mas pronto posible de berificar todos los necesarios de su buena intención.= Es cuanto encarga y precisa mi Superior saber de V. Comi igualmente me Ordena aquel le manifieste á V. Que el Seis 6 de Septiembre enbio mi Superior á casa de Gobierno de buenos Aires, unas Notas prefiriéndole áquel la amorosa paz, para su buen silencio y tranquilidad por no tener motibo suficiente alguno contra el Gobierno sino que ha cumplido durante su paz bente i tantos años religiosamente...” Y al final, luego de “Dios Gade á V.”, “José Anio (Antonio) Loncochino Sortrio (secretario)=”. (sic)
Sin duda, los tolderos de Sayhueque “á caballo y con quillangos ó mantas amarradas a la cintura” seguían atentamente el desplazamiento del vaporcito y sus tripulantes. El escrito también hablaba de la presencia de Villegas y que “felizmente á Dios Gracias nos hemos salvado con todos buestos havitantes”. El famoso “Gobernador de las Manzanas” hijo del araucano Chocorí y de madre tehuelche no registra mayores entreveros con los huincas, uniformados o civiles. Había firmado su primer tratado el 20 de mayo de 1863 representando al Estado el comandante de Patagones Tte. Cnel. Julián Murga. Y luego otro con el Cnel. Liborio Bernal en 1872. El fuerte del Carmen era la proveeduría de raciones y “vicios” que, por 1875 le correspondieron: “Semestrales a Saihueque: 1.000 cabeza ganado, 20 @ azúcar. 16 @ yerba. 12 @ tabaco. 2 resma papel. 10 @ fariña. 8 damajuana ginebra”. Las buenas relaciones y la paz predominaban bajo su férrea jefatura que se extendió a varios caciques y capitanejos. Tenía fama de hospitalario y poseedor de riquezas expresadas en ganado, caballadas y platería.
Por 1870 fue visitado en sus toldos manzaneros del sur neuquino por el marino y explorador inglés George Chaworth Musters. Estuvo varios días con su comitiva tehuelche. Muy agasajado. “El gran Choeque (así lo escribió Musters en su libro) hombre de aspecto inteligente, como de treinta y cinco años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero”. Coincidió la visita con un parlamento” en el cual se rechazó la propuesta de Calfucurá de un malón a Bahía Blanca. “Este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche, mostraba una astucia disimulada, y su risa frecuente era algo burlona” diría también Musters, que llegó y se fue sin ningún problema y con amigable despedida.
En 1872 también visitó a Sayhueque el mayor Mariano Bejarano enviado por el gobierno y uno de los días que permaneció en los toldos “me convidó el Cacique á ir á bolear avestruces a pesar de la nieve que caía”. Pero quien tal vez le expresó el mayor aprecio y lo distinguió con su amistad fue el después perito Francisco P. Moreno, su compadre, que en cierta ocasión lo retuvo medio secuestrado, es posible que a lo mejor no por propia decisión sino a consecuencia de consejos de sus súbditos. Y porque no querían que Moreno pasara a Chile. De su primer viaje y entrevista en 1875 anotaría después: “Shaihueque es un indio de raza pampa y araucana, bastante inteligente y digno de mandar en jefe las indiadas... es el jefe principal de la Patagonia y manda las siete naciones que viven en esos parajes: Araucanos, Picunches, Mapuches, Huiliches, Tehuelches, Agongures y Traro Huiliches”. Y cuando luego de la rendición y su entrega en Junín de los Andes y llevado a Buenos Aires, Moreno procuró lo mejor en su estadía porteña y se preocupó por su regreso a la Patagonia, que lo fue al Chubut donde pasó sus últimos años.
Tal vez su aureola de nativo pacífico tuvo algo que ver con aquella -siempre repetida- expresión de su padre de no enfrentarse con los blancos pues sus ropas de infante habían sido cristianas, lo que no debía olvidar. Con precisión, hasta el presente no se conoce cuántos años tenía cuando falleció ni dónde nació. Su nombre se escribió en diversas formas: Sayhueque, Saihueque, Shaihueque, Shailhueque, Sayeweke o el citado Choeque de Musters. La grafía es muy variada según autores y documentos.
En sus últimos años lo recordaría el salesiano Pedro Bonacina (1892) en uno de sus escritos así: “Fuimos también a los toldos de Sayhueque, que a la sazón estaba de paso para Valcheta. ¡El cacique! ¡El gran rey del tiempo! ¡El príncipe del desierto!... El actual Sayhueque ya no era el de antes. Lo había visto antes al norte de la isla de Choele Choel... Tenía unos cien flecheros y hombres armados de boleadoras. Un numeroso cortejo de mujeres y niños lo seguía. Pero ya se advertía que su estrella iba declinando. Sin embargo, algo conservaba de su altivez y poderío de rey de las pampas. Mas ahora todo estaba concluido. El Cacique se me presentó ya viejo, decaído, aplastado, desgarbado, zurdo, sin ninguna dignidad, acompañado por sus tres mujeres, y su hijo menor con traje de policía, porque en esos días el Gobierno lo había obligado a engancharse... Vestía chiripa y poncho, y traía la cabeza ceñida con un trapo viejo. Calzaba botas de vaca y montaba un buen tordillo. Eso sí, de a caballo se engrandecía, se percibían los rastros de su perdido imperio y autoridad. Pero de a pie no era más que un indio viejo, un león desmelenado...”.
Y de su momento final, otro salesiano, consagrado explorador de la Patagonia, Lino Carbajal, dejó testimonio: “al gran cacique d. Valentín Say Hueque, cuyo último suspiro recogí yo mismo, el 8 de septiembre de 1903 en su toldería de La Piedra de Sotel, a orillas del río Genua, en el Chubut. (Colonia S. Martín)”. (sic) Hace cien años.

Héctor Pérez Morando

     
     
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