Martes 9 de setiembre de 2003

El secreto conjunto de la música

Raly Barrionuevo se presentó el fin de semana en Neuquén

NEUQUEN (AN).- Canciones e ideas que viajan por grandes capitales, sufridos pueblos, barriadas e inhóspidos rancheríos. Canciones que emanan desde la autocrítica y las sentidas raíces de una sociedad golpeada y desprotegida. Canciones que se desprenden de un vínculo de lucha, resistencia y "amor". El trovador se transforma en una especie de cartero que lleva noticias de un lugar a otro, de norte a sur, de este a oeste. Mitos y leyendas, tradiciones y nostalgias, vida pueblerina, sentimientos de esperanza. Discípulo de "viejos" luchadores, voz cantante de pobres, campesinos, estudiantes y "trashumantes". "Soy latino de la danza, de Guevara y dictadores, de quebracho cordillera, de exiliados y cantores", recita en "Chacarera de exilio". "Un activista de la conciencia, en escenarios sangrientos, ese soy yo", se pone la pilcha de "El activista.

Las palmas no dejan de acompañar. Los más desprejuiciados abandonan la comodidad de sus asientos y el recital toma la forma de una peña folclórica. Sobre el escenario, el hombre de larga cabellera dice que "hay repertorio pa' rato" y el armónico sonido de un bandoneón le da un poquito de calor a una noche que amenaza con congelar cada metro de la ciudad. Raly Barrionuevo es de esos tipos que cantan con los ojos bien cerrados, con la frente apuntando hacia el cielo y la mente disparando a los sentimientos, sea del color que sea. Es un trovador al que le encanta habitar en esa casta de músicos populares que transparentan su arte en un vínculo de ideas, que toman su arte como arma de resistencia. Llega a su público con carisma y humildad, y sus letras fácilmente permiten recorrer senderos tan parecidos y disímiles a la vez.

Recuerda Frías, el pueblito que lo acunó, aplaude la lucha de los maestros neuquinos, recorre cada centímetro de la chacarera, el alma vagabunda de los santiagueños como él, y le grita a la esperanza, para que no se apague, para que siga latiendo: "sombra gris de la belleza, huele a goma desangrada, a caminos que se cierran, a pestañas empapadas, a memoria y lucha nueva".

El sábado por la noche el Teatro de la Ciudad fue un festival de música popular, un "Circo Criollo", algún caminito olvidado de pueblitos santiagueños, una universidad tomada a manos de estudiantes. Vaya a saber qué fue. Quizá todo eso. Por el lugar sobrevoló el mito norteño de una pequeña que buscaba su amor bailando por los montes de su tierra y la máxima ovación descendió con la versión Barrionuevo de "Hasta siempre", en un visceral homenaje al "Che", el "mayor trashumante" de Latinoamérica.

El desentraña una compacta interrelación entre la poesía popular y el rock. No puede esconder que su esencia camina por diferentes géneros. El folclore y el rock nacional son dos rutas que confluyen armónica e ideológicamente en su geografía musical, ante cientos de almas que se identifican con prosas que de tan personales, se tornan un secreto conjunto.

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