Miércoles 27 de agosto de 2003

Discapacitados: evitar el encierro en sí mismo

La autoestima es fundamental para no sentir la discriminación de la mirada ajena. Se construye con amor, expresado a través del diálogo y el contacto físico y con las actividades compartidas en el seno del hogar.

Ser padre de un discapacitado es un desafío permanente. No alcanza con elaborar la realidad, también hay que soportar la mirada escrutadora de gran parte de la sociedad. Y muchas veces, los padres perciben esa mirada como dirigida hacia ellos mismos. "Sienten que es discriminatoria porque su hijo es mucho más que la discapacidad que posee", sostiene la psicóloga argentina Cristina Scholand, investigadora de trastornos neurológicos y discapacidad física, actualmente residente en Canadá y autora del libro "¿Alguna vez mi hijo podrá...?" Ocurre que la mirada expresa juicios, emociones y sentimientos, tanto positivos como negativos. Si una mirada descuidada es dirigida a un niño con una discapacidad evidente, puede correr el riesgo de hacer daño tanto al niño como a sus padres. Por más amor que sientan por su hijo, no pueden dejar de percibir ese fastidio de la mirada discriminatoria. ¿Cómo manejarlo? Según la autora, "en la medida en que los padres acepten la discapacidad del hijo, la mirada social no será vista como hiriente o dolorosa". Por eso, aconseja no tratar de disimular una diferencia física o intelectual. Eso lo haría más visible. "Hay que aceptar la discapacidad del niño y asegurarle, dentro de las posibilidades, una infancia sin diferencias", afirma.

Construir la autoestima

La construcción de la autoestima del niño es un factor clave para evitar que sienta discriminación. Se consigue cuando los padres ofrecen al niño un diálogo franco, un contacto físico frecuente y una visión integral de su existencia, cuando hacen hincapié en sus capacidades y cualidades, en

vez de sus limitaciones. "De la valoración que los padres hagan y comuniquen a sus hijos, va a depender la sensación de seguridad de sus hijos", manifiesta la psicóloga. Esa seguridad será luego imprescindible a la hora de enfrentar, las miradas en la escuela, la plaza o las reuniones sociales Es sabido que a la sociedad le resulta difícil evitar esas miradas. Tienen una carga ancestral. "Todo lo diferente ha asustado al ser humano desde siempre", sostiene la especialista. A su entender, la sociedad explica hasta con fantasías todos los porqués de las diferencias. Es la cultura la que determina cómo se construye la identidad de aquello que es diferente, cómo se recibe a las personas con capacidades diferentes. Si se favorece esa construcción, es posible la integración social. Si se la entorpece, surge la discriminación Para la especialista, no hay que evitar el contacto social del discapacitado. Eso sólo postergaría lo inevitable. "La mirada que el chico recibe de los familiares es un entrenamiento para, más tarde, enfrentarse a la sociedad", sostiene Cristina Scholand. La familia ampliada formada por tíos, primos y abuelos constituye un segundo círculo de práctica. "De la misma forma en que un chico con discapacidad se relacione con los familiares, lo hará con la sociedad", sostiene Scholand Por eso, recomienda evitar que el niño con discapacidad esté encerrado en sí mismo. También aconseja estar alerta para responder a las preguntas sobre la discapacidad. Un consejo ineludible es evitar la excesiva protección, fomentar el diálogo y las actividades compartidas. También es importante la participación de los padres en pos de que la sociedad amplíe sus conocimientos de las necesidades de los diferentes.

 

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