Un canto a la vida, con ecos de Bariloche

A Santiago Ibáñez un trasplante de hígado lo salvó de la muerte.

No hace mucho se recibió de físico en el Instituto Balseiro.

Hoy, recupera la esperanza y habla de cada momento que pasó.

Como Santiago todavía está internado, su madre Marita accedió a fotografiarse en la Fundación Favaloro donde su hijo fue "salvado".

BUENOS AIRES (ABA) . - En el rostro y la palabra de Santiago Ibáñez sobresalen dos momentos de emoción: uno, cuando habla del transplante de hígado que le salvó la vida; el otro, al hacer referencia a los cinco años que pasó en Bariloche, donde se diplomó de físico en el Instituto Balseiro.

Allí se recibió el pasado 4 de abril, y a los veinte días de su regreso a Buenos comenzó la odisea médica que lo llevó a la operación que le salvo la vida.

En una habitación del séptimo piso de la Fundación Favaloro, Santiago de 27 años, soltero, prefiere comenzar por los recuerdos. Entonces define su experiencia barilochense como encantadora, "única en la vida". "Los grupos de trabajo, los amigos de fierro que hice", se alegra.

El protagonista de esta historia de vida vivió en Lanús, estudió dos años de la UBA en Buenos Aires y partió hacia el sur. "Desde que empecé la facultad tuve la esperanza de estudiar en el Balseiro, por experiencia, por vivir en Bariloche".

Retrata a la institución barilochense como fuente de conocimientos "Mi director Javier Davidosky fue como un guía a todo nivel, que enaltece", destaca sonriente el joven de pelo negro ensortijado, en la cama donde transcurre su recuperación, todavía con las huellas en su cuerpo de las curaciones.

"Cuando llegué qué hermoso que era eso!, -exclama-... el refugio Otto Mailing es lo más lindo que vi en mi vida"

Cerca del abismo

Al 10 de mayo, lo tiene presente como el momento en que su vida pareció toparse con una "trampa" fatal. "Empecé a notar -narra- efectos de hepatitis, como tener los ojos amarillos, aquella fue la primera vez que concurrí al hospital".

Y continúa con el relato: En principio pensaba que era hepatitis A o B, pero los análisis no respondían, después pareció que el organismo estaba atacando al hígado y empezaron los tratamientos con corticoides, pero tampoco pasaba nada". Ahí, le hicieron una biopsia hasta que apareció "algo así como una cirrosis, o muerte de hígado galopante".

Junto a sus problemas hepáticos, Santiago empezó a sentir los efectos de una encefalopatía (normal en gente con problemas hepáticos) , la sensación era que "el cerebro se iba solo". Esto le ocurrió dos veces hasta que los galenos decidieron operar porque "si no me ponían un hígado nuevo, me moría".

Entonces llegó el momento más duro, el que describe como de mayor ansiedad que fue el transcurrido hasta que llegó la donación del hígado, lo que permitió la operación del jueves pasado.

Su madre, Marita, no para de convocar a la "conciencia" de quienes los potenciales donantes ya que fueron dos semanas desesperantes hasta que su hijo pudo acceder al órgano.

Ahora viene el tiempo de hacer una biopsia y de la recuperación. Santiago perdió musculatura y por eso necesita de a poco caminar y volver a hacer fuertes sus pulmones.

Cuando se recupere -tal vez diciembre-, su anhelo es realizar un doctorado en Buenos Aires y poder trabajar en la CONEA.

Tenía una beca para Grenoble (Francia), pero ahora piensa quedarse cuatro o cinco años en esta ciudad porque "encontré un grupo de médicos que me da mucha tranquilidad y confianza" No sólo en cuanto a sus estudios, Santiago piensa en un cambio Aunque ahora lejos, también quiere retornar a la Patagonia. "En Bariloche andaba 50 kilómetros por día en bicicleta, corría, pero cuando volví a Buenos Aires al poco tiempo me mandaron a hacer reposo y todo se tornó sofocante". Una pesadilla que espera haya encontrado su punto final.

Claudio Rabinovitch