La semana en San Martín de los Andes

Nuevos vientos

Las afueras de Lima, Perú. Corrían los años 70 y 50.000 familias se instalan en un arenal marginado de servicios y caminos de acceso.

Son desempleados, changarines, diminutos cuentapropistas, jornaleros a destajo por monedas. Todos abandonados a su suerte. Se organizan. Al poco tiempo suman 250.000 habitantes en la que se da en llamar Villa El Salvador.

Adoptan un esquema descentralizado, con un municipio organizado por grupos de manzanas, en cada uno de los cuales diseñan un parque central y un espacio para la deliberación comunitaria, la recreación y la cultura.

Generan modelos de alta participación, con directores por manzana y sitios donde se desarrollan labores básicas. En dos décadas, con esfuerzo comunitario construyen 38.000 viviendas, 60 locales comunitarios, 64 centros educativos, 22 bibliotecas populares, 41 núcleos de servicio integrados y hasta un parque industrial para microempresas. El analfabetismo es hoy allí un 3,5 por ciento inferior a la media del Perú, y la mortalidad infantil también está debajo.

Los datos citados forman parte de un delicioso trabajo: "Seis tesis no convencionales sobre participación", de Bernardo Kliskberg, asesor de la ONU, OIT, OEA, Unesco, y autor de estudios sobre pobreza y gerenciamiento social.

En estos días de campaña electoral, en San Martín de los Andes se escuchan permanentes referencias a la participación del vecino como un "nuevo modo" de entender y hacer política. De hecho, el trabajo de Kliskberg forma parte del material en el que abreva uno de los candidatos.

Pero el caso es que todos los partidos y sus aspirantes al gobierno han puesto a la participación comunitaria como un argumento electoral, por cierto que con muy diferentes grados de involucramiento, solidez y rigor técnico.

Es probable que algunos de los candidatos la asuman por convicción y otros la incorporen por simple interés en la seducción del mercado electoral, pero el punto es que la participación parece ser el nuevo viento que sopla. Se verá luego quién es quién en el ejercicio del poder.

Ahora bien. San Martín de los Andes no está en las afueras de Lima. Claro que hay marginalidad, pero no es una ciudad de marginados. Sin embargo, muchos de sus problemas cotidianos serían otros si los vecinos se involucraran más y si los políticos abrieran el juego a la cogestión.

San Martín, como la Argentina, se mueve en el acotado sendero de la democracia representativa, que es en verdad delegativa.

Por impericia, conveniencia, inercia o porque "el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes", ha sido más cómodo limitar la participación a elegir guardianes del destino que a elegir destino.

En la noche del jueves pasado, numerosos vecinos se sentaron frente a las autoridades políticas, policiales, judiciales, a exigir medidas que reviertan el clima de inseguridad por avance del delito. El escenario fue el Deliberante.

Hubo mucho de catarsis; pases de facturas; algo de impotencia; fuerte angustia; reclamos por leyes duras y policías más duros; explicaciones del Código Penal y un poquitín de politiquería, por fortuna rápidamente conjurada.

Pero al final hubo una coincidencia movilizadora: todos, autoridades y vecinos, pueden, deben hacer algo; organizándose, colaborando, planificando, creando redes solidarias. Y cada uno, convencido, se llevó tarea para hacer.

Quizá sin quererlo, la angustiosa necesidad ha puesto el embrión que faltaba, aún antes de que lleguen al gobierno los candidatos que promueven el discurso de la participación comunitaria. Y si hoy es con la seguridad, tal vez mañana sea con la salud, la educación, el desarrollo social...

Como ocurrió hace 30 años en Villa El Salvador.

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar